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Contxu Uzkudun, en su taller de San Sebastián, donde diseña los patrones para todas sus tiendas. [LUSA]
Del taller a Cibeles
ECONOMÍA

Del taller a Cibeles

Contxu Uzkudun abrió su taller en una época en que pocas lo hacían, y hoy en día es diseñadora de la marca Minimil, con cinco tiendas en todo el Estado

LIDE AGUIRRE

Domingo, 18 de mayo 2008, 04:33

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SAN SEBASTIÁN. DV. Empezó a trabajar con quince años en el taller de costurería de Pilar Usarraga, fiel seguidora de la escuela Balenciaga. Y seis años después, a los 21, abrió su propio taller en Lasarte. No era frecuente que una mujer apostara por la autonomía laboral en 1964, y menos aún a un año de casarse, pero Contxu Uzkudun, diseñadora de la marca Minimil, lo tenía claro: «quería seguir trabajando, seguir siendo autónoma, no depender de nadie y vivir como hoy se plantea».

En su silencioso taller de altos techos y forrado por imprensionantes rollos de las más diversas telas, esta emprendedora lasartearra admite que en aquella época no conocía a mujeres que se lanzaran a emprender después de casadas. «Pero para mí no era raro», explica, «mi madre trabajó hasta que cumplió 65 años en la fábrica, lo que tampoco era muy habitual».

Ya desde el principio tenía muchas cosas claras: su taller tenía que ser profesional, todas las chicas debían llevar bata blanca, y no se permitía el ruido ni se hablaba mientras se trabajaba. «Era todo bastante profesional para la poca cultura que teníamos entonces. Pero yo tenía mis patrones mentales de cómo se trabajaba en el taller de Balenciaga y a mi manera quería imitar esa forma de trabajo seria», subraya.

Poco tiempo después una cliente que venía de San Sebastián a su taller le propuso que abriera una tienda en la ciudad, «y como a mí no me dan mucho miedo los retos, me lancé», resume esta diseñadora. «Tampoco fue muy complicado, tenía una hermana que trabajaba conmigo, Carmen, y allí fuimos las dos».

Uzkudun afirma que es «bastante ambiciosa». «No en cuanto al dinero», aclara, «sino en cuanto a crecer, a ser más, a aprender. Soy muy curiosa, muy movida». No en vano, su tienda fue la primera que ofreció ropa tipo pret a porter en la ciudad. Los años sesenta se habían despedido llevándose consigo la tendencia de la ropa hecha a medida, común en ese momento, y con los setenta, el pret a porter posó sus tacones sobre la ciudad sin encontrar escaparate, hasta que Uzkudun se lo dio. Además, esta diseñadora guipuzcoana empezó a crear ropa para su propia tienda. «Ediciones muy pequeñitas», explica. «Fue un buen momento porque venían muchos veraneantes a San Sebastián, mucha gente de fuera... Era una época bastante glamurosa», rememora. E inmersa en ese ambiente de glamour siguió creando hasta que, poco tiempo después, en los ochenta, sus diseños desfilaron por la pasarela Cibeles.

Contxu Uzkudun puntualiza que este recorrido no hubiera sido posible sin el apoyo de su marido y su familia. «Tenía tres hijos pequeños y antes no había guardería, ni conciliación de vida laboral familiar, ni nada de eso», explica. Y fruto de este apoyo familiar, estas apuestas, los riesgos asumidos, los retos en mente y la ambición por crecer, nació la marca y el concepto Minimil, que actualmente provee de prendas y complementos a seis tiendas con el mismo nombre sitas en Bilbao Donostia, Vitoria, Valencia y Barcelona.

Los diseños que ofrecen «están muy trabajados para conseguir simplicidad, con el empleo de tejidos nobles, así como de última tecnología, confort y última moda, que no rabiosa última moda», aclara. En definitiva, «ropa intemporal y duradera; y en las prendas de fiesta, un estilo sofisticado».

Por otra parte, ubica la moda dentro de un mundo «muy de mujeres, aunque los nombres que más se oyen en este mundillo sean más de hombres». E informa de que en este sector y más o menos de su nivel, habrá en el País Vasco «alrededor de media docena de diseñadoras».

Distinta entre la multitud

Distinguirse en un mundo globalizado es el quebradero de cabeza de muchas emprendedoras. Y más aún en el mundo de la moda. Uzkudun explica que la globalización en la ropa, de la mano de determinadas cadenas internacionales que prefiere no citar, «es una cosa tremenda y un aburrimiento». «Falta emoción», sentencia. «Antes ibas a París o a Londres y todo era diferente, las personas vestían muy distinto. Ahora no sabes dónde estás», lamenta.

Sin embargo, aclara que aunque ella se haya aburrido muchísimo con estas grandes firmas, el consumidor también se ha aburrido de ver siempre lo mismo en todas partes y busca otras emociones. «Hay una tendencia a la especificación. Yo creo que todos queremos ser nosotros mismos y realzar nuestra identidad. Y claro, todo el mundo uniformizado es muy aburrido. Y el aburrimiento en el mundo de la moda... Que rabia ¿no?», reflexiona. «A comienzos de los años 90 pensamos que íbamos a desaparecer, porque estaban estos grandes como que se comían el mundo y parecía imposible pelear con ellos. Pero no ha sido así», subraya.

Riesgo y miedo

A la hora de fabricar o de innovar -porque la moda es distinta año tras año- Uzkudun admite que la asedian siempre dos miedos: uno, que el patrón salga siempre perfecto y guste a la gente. Y dos, que ese patrón no tenga algún defecto y de repente salgan prendas defectuosas, «lo que no suele pasarnos», manifiesta.

«Estamos haciendo ya prototipos para el verano de 2009. Por eso, es un riesgo muy grande. La moda...i nosotras sabemos cómo va», admite, «aunque nunca pega grandes saltos. Por ejemplo, un año se llevan hombreras, el siguiente año son más grandes, y al siguiente enormes y después la gente se cansa y empiezan a achicarse».

¿Y cómo se controla el miedo a equivocarse? «De ninguna forma», advierte Uzkudun. Adelanta, sin embargo, que el riesgo está mitigado por varios pilares: la experiencia, la intuición, mucha reflexión, oficio, información, viajes.... «Es importante que todo el recorrido que tú controlas sea el óptimo», destaca. «Comprar buena materia prima, que los talleres sean buenos, que los patrones que se fabrican estén perfectos... A lo mejor, la prenda que hacemos, la repetimos cinco veces hasta que esté perfecta».

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