La tradición del karapaixo
Muchos padrinos han cumplido durante la Cuaresma la costumbre de regalar a sus ahijados esta tradicional torta de pan con huevos y chorizo La versión de repostería de bollo y chocolate es la que más adeptos tiene
MARIAN GONZALEZ
Martes, 25 de marzo 2008, 01:44
OÑATI. DV. La ancestral tradición de regalar karapaixos a ahijados y ahijadas goza de excelente salud en Oñati. Durante toda la Cuaresma, que en estas fechas de Semana Santa llega a su fin, muchas padrinos y madrinas han cumplido con la inmemorial costumbre de regalar este apetitoso presente hecho tradicionalmente de pan, chorizo y huevos, en un rito cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.
El popular e inconfundible karapaixo consiste en una torta u opila de pan en forma triangular con tres huevos incrustados, cada uno en un extremo del pan. Los padrinos tienen por costumbre regalar el karapaixo a sus ahijados a lo largo de toda la cuaresma. Esta tradición tiene vigencia hasta que el ahijado destinatario del regalo contrae matrimonio, momento a partir del cual, supuesta la independencia del mismo, deja de percibir dicho presente.
Durante los últimos años, y desviándose de la ortodoxia, a las tradicionales incrustaciones de huevos cocidos vienen a sumarse nuevas incorporaciones como la del chorizo e, incluso en algunos casos, trozos de jamón, añadidos que, evidentemente, no encajan con una concepción cristiana rigurosa de la vigilia imperante durante la cuaresma.
Esta ofrenda gastronómica cuenta también con una versión de repostería hecha de bollo con huevos y gallinita de chocolate que refleja la evolución que en el tiempo han ido desarrollando no sólo el gusto, sino también el nivel de vida de nuestra sociedad. En Oñati, los karapaixos de bollo de la panadería Egaña son todo un clásico.
En cuanto a los de pan los más apreciados son los Aiastui junto a los que elaboran en Ogizun, pero casi todas las panaderías trabajan esta tradición en algunas de sus dos modalidades, en muchos casos por encargo.
El caserío ha sido sin duda el santuario que ha mantenido con vida costumbres antiquísimas como la del karapaixo, que junto con las pastelerías que le han dado la transformación necesaria para la vida moderna, no habría sobrevivido al modo de vida urbana.
Indudablemente, esta costumbre, presente en algún tiempo en un extenso ámbito, ha sufrido una fuerte decadencia, quedando su expresión reducida a puntos geográficos concretos donde su mayor raigambre entre las gentes ha posibilitado su pervivencia.
Origen y significación
Habría que distinguir entre su significación original y la que se le atribuye en la actualidad. Hoy día la ofrenda del karapaixo en Oñati se identifica exclusivamente con la relación padrinos-ahijados.
Desplazado de su contexto original, el significado del karapaixo ha quedado reducido a una especie de 'renta anual' simbólica con la que los padrinos obsequian a sus ahijados en representación y/o demostración de su buena disposición hacia la responsabilidad adquirida con el menor. El rito se mantiene hasta el matrimonio del ahijado, hecho que representa la mayoría de edad e independencia del mismo.
El crítico e investigador gastronómico José Carlos Capel, en su estudio de los panes rituales españoles, atribuye a estos ritos un origen paleocristiano, derivado de cultos agrícolas de la antigüedad, que ajustados al ciclo litúrgico cristiano, han sido incorporados al calendario occidental. Su disposición cronológica revela trasfondos extraídos del calendario lúdico romano y de fastos protohistóricos anteriores.
Capel nos recuerda que el proceso de romanización fue radicalmente tolerante con las prácticas y creencias de culto de los pueblos sometidos, favoreciendo de esta manera el desarrollo de ritos a partir de la mezcolanza de divinidades paganas y la pervivencia de ritos indígenas anteriores. Entre los principales cultos paganos de toda la cultura mediterránea destaca la fiesta del equinoccio o de la primavera, con viejas ceremonias en honor de la Madre Tierra a través de, por un lado, el pan como representación del cereal, símbolo de fertilidad telúrica y por otro lado, del huevo. El huevo representa la semilla de vida y materia de generación, vinculada a la primavera, a la resurrección de la naturaleza y al inicio de cada nuevo ciclo biológico. El karapaixo es sin duda una más dentro de las diversas manifestaciones rituales en honor a la primavera.
Según Capel, «la costumbre de ingerir u ofrecer panes o bollos con huevos -entre enamorados, de padrinos a ahijados, de feligreses a sacerdotes- perviven arraigados en occidente como un fiel trasunto de costumbres remotas».
'Munda' se denominaba a las cestas de frutas y pasteles que en Roma se ofrendaban a Ceres, diosa romana de la agricultura. Con el de 'Munna' se denominaba en árabe a los presentes que recibían los sultanes con ocasión de la Pascua de Aid-el-Seguer, al concluir el mes penitencial de Ramadán. «De las primitivas ofrendas de huevos y frutos secos derivarían las masas de harina -panes o bollos- con huevos en su interior», afirma Capel.
En la actualidad en Cataluña se denomina 'Mona' al pastel o bollo con huevos con el que los padrinos obsequian a sus ahijados el Domingo de Resurrección. En Castilla, Andalucía y parte de Aragón, su equivalente sería el 'Hornazo', en Asturias el 'Bollu Preñau', que «en su misma etimología prevalece el concepto de procreación». En Euskal Herria tenemos la 'Opillas' o 'Pipar-opillas', categoría en la que se encuadraría el karapaixo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.