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Domingo, 16 de marzo 2008, 01:53
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Ya habían pasado los cuarenta días de ayuno y abstinencia cuando el Domingo de Ramos, todavía con las imágenes ocultas por negros crespones, abría las puertas al vecindario para desfilar con sus palmas y laureles recordando aquella entrada que se produjo en Jerusalén.
Solo ...
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