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ÓPERA RIGOLETTO

Bastante pobrecito

EMECÉ

Lunes, 8 de junio 2009, 04:43

Menos mal que la escenografía de Michael Levine salvó una representación que, excepto un par de voces, no se inscribirá dentro del recuerdo del coliseo madrileño. Fue un bastante pobrecito. Así que vamos al desarrollo del preludio de las líneas precedentes.

Acostumbrados como estamos a presenciar esta ópera verdina dentro de los cánones de una escenificación renacentista (con la notoria exclusión de la mítica producción de English National Opera), la puesta en escena que aquí se valora resultó atractiva, tanto por la simplicidad de los conceptos modulares móviles expuestos, como por una buena iluminación y un rompedor vestuario clasicista. Tal fue así que se idealizaba la trama escénica sin mayor problema, sumándose a ello el acierto de la dirección de Wagemakers.

A esa situación de bondad se pudieron sumar las voces de Bros, en un Duque de Mantua correcto, lleno de luz y de cuidadoso canto, pero sin las excelencias a que nos tiene acostumbrados el magnífico tenor catalán, así como la de mezzo Surguladze haciendo una Magdalena poderosa y rica en colores.

Por contra, Frontali fue un jorobado sin joroba con muchos problemas en la afinación, calante, corto de fraseo, pobre en expresividad. Una pena. Por su parte, la Gilda de Ciofi estuvo desdibujada, temerosa en la zona aguda y muy remisa a atacar las notas con sinceridad, cubriéndose en muchas ocasiones.

El coro Intermezzo, de naturalidad donostiarra (treinta y cinco voces), cumplió bien con su tarea, aunque, a veces, pecara de timidez expositiva. Claro que esto puede achacarse a la dislocada batuta de Roberto Abbado, quien llevó la concertación a saltos, con roturas de tiempos, dejando en ocasiones a los cantantes sin protección alguna, y a la orquesta en un torbellino de desajustes, con descuadres notorios, desdibujando su acreditada solidez.

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