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Un momento de la tradicional parada de la tamborrada infantil ayer por la tarde en la plaza del Triángulo.
Sonaron por fin los tambores infantiles

Sonaron por fin los tambores infantiles

Tras dos años de suspensión debido a la lluvia, la sociedad Veleta pudo celebrar ayer la tamborrada infantil

JUANMA GOÑI

Domingo, 7 de febrero 2016, 00:49

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Por fin pudieron los niños y niñas hacer retumbar sus tambores en la tarde del sábado Regular. Tras dos años de suspensión debido a la lluvia, ayer el buen tiempo predominó y este tradicional acto carnavalero pudo lucir en la calle. «Ya era hora, nos lo merecíamos y se lo merecían los niños», repetían una y otra vez los organizadores de la sociedad Veleta, que no dejaban de expresar su alegría mientras los más pequeños desfilaban con ganas aporreando los tambores por el paseo San Francisco y la calle Rondilla.

Alrededor de quinientos niños y niñas participaron en la tamborrada. Formaban parte de la comitiva las compañías de los colegios Samaniego (falda o pantalón azul, camisa blanca, pañuelos de colores); Hirukide (casaca de cuero marrón, camisa a cuadros) y Laskorain (sombreros de paja, chilabas de colores), más las abanderadas, cosacas. Cerraba el grupo el tren txu-txu donde iban algunos de los ganadores del concurso de disfraces celebrado la pasada semana. En la plaza del Triángulo se llevó a cabo la tradicional parada.

El carnaval va desplegando etapas hasta llegar hoy a su fase más colorista, la de los disfraces, carrozas y comparsas. La consolidada tamborrada del viernes Flaco y un festival del Arpegi que llenó el Leidor y gustó mucho, dio paso ayer a la kalejira de dantzaris del sábado regular y a las dos tamborradas, la infantil y la del 'pueblo de Tolosa', que animaron el sábado regular.

Lo cierto es que aquella incipiente y tímida tamborrada infantil que salió por primera vez en 1962 con 50 tambores, cosacos y cocineros, se ha convertido, a día de hoy, en uno de los actos referentes para los niños y niñas en carnaval. Los socios organizadores del Veleta nos contaban ayer que hay que preparar mil detalles, cerrar las actuaciones para la fiesta infantil, ver fechas, combinar horarios, trajes, tambores... «Detrás de la tamborrada y fiesta infantil hay todo un trabajo entre bastidores, que no se ve y que engloba a cerca de 40 socios, que realizan todos los años un gran esfuerzo para que luego la gente y, en especial, los niños disfruten», afirman.

En 1999, la tamborrada infantil vivió uno de los cambios más significativos de su historia, al pasar del lunes del Carnaval al sábado Regular. El cambio fue plenamente positivo. En aquella ocasión respondía a dos objetivos muy marcados. Por un lado, contribuir a crear ambiente en la tarde del sábado Regular, lo que ha conseguido de manera incuestionable, y por otro, posibilitar la participación de niños y niñas de 5 a 12 años que habían dejado de participar en la tamborrada para salir en las comparsas de los grupos de tiempo libre.

Entre los años 80 y 90, la tamborrada se había convertido en una celebración para niños y niñas muy pequeños, de 2, 3 y 4 años. «A veces teníamos la intención de que estábamos coordinando una guardería. Desfilaban más padres y madres que niños y estos, al ser tan pequeños, no conseguían garantizar una sonoridad adecuada», explicaban los socios del Veleta.

La tamborrada de mayores

Desde el año 2009, la tamborrada del 'pueblo de Tolosa' se celebra por la tarde del sábado Regular y no por la noche, como era costumbre desde su primera salida, en 1955, impulsada por un grupo de voluntarios tolosarras, recogiendo el espíritu y el ejemplo de la tamborrada del Kabila. El paso a la tarde ha sido positivo porque ha logrado dar una continuidad entre la tamborrada de los niños y la de los mayores. Ayer, esta vez sin el aguacero que tanto la condicionó el año pasado, volvió a salir desde el Triángulo, bajo la dirección de Karlos Muñoa, con dos grupos de tambores, más la Banda de Música y la compañía del barrio Berazubi.

La tamborrada del sábado Regular es un acto sencillo que, desde luego, no tiene su razón de ser en la vistosidad ni en la solemnidad, y al que hay que considerar desde una perspectiva plenamente local.

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