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El pozo de la Plazuela fue demolido en el año 1997 para construir un bloque de viviendas.
Adiós al último vestigio  del pozo de la Plazuela

Adiós al último vestigio del pozo de la Plazuela

DV

Viernes, 28 de agosto 2015, 00:27

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Ahora que está tan en boga aludir a la memoria y a la inteligencia emocional, el pasado mes de julio asistía a la conversión de lo que era el sucedáneo del pozo de la Plazuela, 'Prazuela' como les gusta llamar a este céntrico espacio a los lugareños, en una jardinera. Una decisión que para buena parte de aquellos que eran niños, de este barrio, en la década de los años 50 y 60 de la pasada centuria, removía y sobresaltaba el recuerdo y todas las emociones ligadas a aquella fuente, que representó en aquellos días un espacio multiusos de juego, que unido a las barras para atar el ganado y los árboles con los que ofrecer sombra a las reses, convertían al lugar, en la más absoluta sobriedad, en el antecedente natural de lo que hoy sería un parque temático.

Para todos aquellos; los Ormaetxea, Usabiaga -por partida doble-, Iturrioz, Beristain, Agirrezabala, Arbizu y demás. El sitio representa ese espacio asociado a las vivencias y andanzas, que en años tan especiales no sólo quedan acuñadas sino guardadas con cariño en la memoria.

Pero para llegar al pozo de la Plazuela resulta obligado referirse a las ferias de ganado que celebraba la localidad. Reseñan los estudiosos, ya en documentos municipales fechados en 1750, que en la villa no bastaba la labranza para satisfacer las necesidades económicas del vecindario, por lo que las autoridades locales consideraron que, a la hora de conseguir ingresos, «sería un medio excelente la celebración de ferias y mercados con carácter regular y periódico», lo que le lleva a pelear por la de ganado, que la Diputación decidió establecer en Segura.

El historiador Gorosabel, recoge que en 1862, «además de la feria general, había en Ordizia cuatro o cinco ferias de ganado al año, que se celebraban los primeros lunes de cada mes, desde Pascua de Resurrección hasta las fiestas de Santiago Apostol», ferias que desaparecieron. En cualquier caso, el ganado acabo por tener ubicación y espacio propio en las ferias de los miércoles, lonja, itinerante en cuanto a su ubicación, que finalmente, a comienzos del pasado siglo encontraba acomodo en la que sería la plaza Garagarza. En días en los que el ganado llegaba, incluso de víspera, el Ayuntamiento instaló allí una fuente; un caño, algunos recuerdan que contaba con 4 bocas. Además, se plantaron varios plátanos y se dispusieron las pilonas y barras en las que poder mantenerlo sujeto. Con el tiempo surgió 'el pozo', una fuente circular, de aproximadamente tres metros de diámetro, construida en piedra caliza, a la que tiempo después se le añadió, al punto central de la salida de agua, una figura que representaba un niño. Posterior a este espacio surgiría, junto a él, el señorial edificio de amplísimos espacios, inmensas escaleras y techos altos, que entre otras pertenencias, dio cabida, en su planta baja, esquina con la calle Ordizia a la primitiva sociedad Chapel Gorri, fundada en 1934, y en una de las viviendas a la consulta del doctor Elicegui.

El cuadro de aquel recinto urbano lo completaba el que fuera colegio de las Carmelitas y el edificio de los 'garajes', en el que la nave más popular era la correspondiente a la tonelería que regentaba Jacinto Urretavizcaya, con sus troncos en el exterior. Al otro lado de la calle, el centenario bar Aguirre, bar La Jero, en su última etapa.

Y así, las cosas para todas aquellas promociones de chavales de la barriada, para los que la televisión llegó cuando ya eran mayores, y para quienes la calle fue el lugar de encuentro y juego, la 'Plazuela' forma parte de aquellos recuerdos que en esa etapa de la vida adquiere la categoría de afectos. Del pozo tienen claro que era la piscina en verano y la pista de patinaje en los días de crudo invierno. A alguno, por supuesto, se le resquebrajó la fina capa.

No olvidan que dado su carácter de abrevadero, el servicio de limpieza lo vaciaba y limpiaba un día a la semana, normalmente los martes.

El paso de los días hizo que aquel diseño de edificación no fuera acorde con los nuevos tiempos por lo que finalmente, en septiembre de 1997 era demolido para dar paso a un bloque de viviendas con prestaciones acordes a las exigencias del siglo XXI. Evidentemente la fisonomía de este entorno cambió radicalmente. No obstante, el 'pozo' había logrado convertirse en una imagen, en un icono identificativo del lugar y de su historia a lo largo de la casi totalidad de la pasada centuria. En el barrio no falta quien asegura haber regalado una amplia foto, enmarcada, de este rincón ordiziarra a gente del lugar pero en la diáspora y hacerles más felices que si les hubiera caído en obsequio un piso en Nueva York.

Así las cosas, en lugar de recuperar el original, la idea fue construir uno nuevo, a modo de alusión. Y así se hizo, aunque poco o nada tenía que ver con el primitivo, y además ni siquiera ocupaba el espacio central de la nueva plazoleta. Por si fuera poco, el sistema de bombeo del agua dio más penas que alegrías.

A finales del pasado año el pozo se vio envuelto en una irresponsable diatriba a causa del resultado de un rutinario análisis de agua.

El pasado mes de julio, justo antes del comienzo de las fiestas santaneras, el pozo dejaba de serlo para convertirse en una jardinera. Cambio drástico de esencia y función que enterraba, definitivamente, un recuerdo y trastocaba la memoria emocional.

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