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Ermita de San Bartolomé.
Misa por San Bartolomé en la ermita

Misa por San Bartolomé en la ermita

Mañana, a las 9.00 horas, sagrada eucaristía en la ermita, único día del año en el que abre sus puertas el recinto religioso

DV

Domingo, 23 de agosto 2015, 00:15

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. La ermita de San Bartolomé cuenta con más de 500 años de antigüedad documentados, lo que le convierte en una de las referencias más antiguas y renombradas de la localidad.

Constatan los historiadores, Serapio Mujika y Carmelo Etxegaray, que la primitiva parroquia de San Bartolomé, cabria pensar que a la vista de las diferentes alusiones, poco tiene que ver con el actual recinto religioso, pasó a quedar convertida en ermita tras la construcción de la parroquia de Santa María de la Asunción. En cualquier caso sirva reseñar que la referencia documental más antigua se refiere a la constitución de la Cofradía de Santa Ana, entidad que el 26 de julio de 1509, reunida «en la iglesia de San Bartolomé de herdizia, en la cámara de arriba», renueva sus ordenanzas. Como tal, insisten Etxegaray y Mujika, figuraba en 1524.

Por su parte el historiador, Patxi Garmendia 'Mendigar', estima que es muy posible que la ermita tuviera su origen en la devoción de los romeros que afluyeron a las peregrinaciones de Santiago de Compostela. «ViIIafranca era punto de paso de una de las rutas del Camino de Santiago: la de Bayona a Burgos. Ruta que atraviesa Gipuzkoa por el interior y se adentra en Álava por el túnel de San Adrián. Posiblemente en el s. XII ya existía la ermita de San Bartolomé, que sería lugar de parada para los peregrinos», considera.

El último en terciar en torno al origen de la ermita de San Bartolomé ha sido el arqueólogo, Iosu Etxezarraga, quien tras su labor investigadora a pie del actual edificio religioso, concluye que «en su primera aproximación al origen de la ermita, el testimonio más antiguo que ha encontrado en el edificio actualmente existente, corresponde al abside, muro que cierra el edificio tras el altar, primeros vestigios que corresponden a la segunda mitad del siglo XV (1428-1500)».

Hay constancia de que en 1516 se declaró una peste en el asilo que había en la localidad, de donde fueron conducidos muchos enfermos a la ermita de San Bartolomé y allí «estuvieron hasta que fue atajada dicha dolencia».

Guerra de la Independencia

A partir de ahí diferentes referencias señalan que en 1625, según dice Isasti, tenía beatas para su servicio. «En 1748, la casilla de la seroru en la ermita de San Bartolomé se hallaba derruida, y se acordó rogar al señor Marqués de Valmediano que la reedificara con los fondos de la misma ermita, advirtiéndole que la diferencia del coste total de la obra la satisfaría la Villa de sus fondos propios». En 1771, por orden del señor obispo, se dispuso proceder a la reducción de la ermita tantas veces recordada, y vender la casita que ocupaba antiguamente el ermitaño.

En ese paso natural y eje europeo de comunicación que representa, históricamente, el valle del río Oria como eslabón de engarce entre la meseta y la Europa continental, relatan las crónicas que en esos días del verano de 1813, al final de la Guerra de la Independencia, el cuerpo de ejército de las tropas napoleónicas, al mando del general Foy, tras haber salido zarandeado en Vitoria (21 de junio, otro tanto de lo mismo le ocurriría el 31 de agosto en San Marcial),arrasaron con todo lo que encontraron en su camino a su paso por Ordizia, entre otras tropelías, tuvo tiempo de darle fuego a la ermita, cabe suponer que después de saquearla, como mínimo. La ermita fue reconstruida en 1859, edificio que ha llegado hasta nuestros días.

Fiestas de San Bartolomé

Por lo que al apartado festivo respecta, Mujika y Etxegaray, recogen que existe constancia documental de que en el municipio se celebraban fiestas por San Bartolomé en 1747. Fiestas, añaden que cayeron en desuso hasta que a comienzos de 1900, «las resucitó bajo nueva forma una Sociedad de recreo con el nombre de Ordizia».

Si durante todo el siglo XX tuvieron continuidad o no, tocará revisarlo en la hemeroteca, en cualquier caso, la memoria histórica recuerda que en esa época en la que había fiestas en todas y cada una de las barriadas, San Bartolomé llegaba puntual a su día grande cada 24 de agosto, con un programa de esos que no tenía nada que desmerecer. Fiestas que tenían su punto de encuentro en el entorno de la estación de Renfe, y lugar de referencia en el bar Barandiaran. Festejos que se dejaron de celebrar a finales de la década de los 60. En cualquier caso, de todas aquellas actividades, la única que se mantiene es el oficio religioso.

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