Borrar
Las 10 noticias clave de la jornada
Tres momentos de la danza 'butoh', que Daisuke Yoshimata mostró en la plaza Euskal Pizkundea de los jardines de Aranburu.
Danza mágica en Aranburu

Danza mágica en Aranburu

El artista japonés Daisuke Yoshimata, de 74 años, ha estado en Tolosa mostrando la esencia de la danza «butoh», llena de misterio y profundidad

JUANMA GOÑI

Sábado, 8 de noviembre 2014, 00:09

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La escena impactaba. Un hombre desnudo y con la cara pintada, surgiendo como una fantasma, amparado en la nocturnidad de los jardines del palacio de Aranburu, moviendo su cuerpo al son de una música tranquila, contorneándose de una manera mágica, expresiva, diferente. Lo que hacía se llamaba 'butoh', y el artista era Daisuke Yoshimata, un japonés de 74 años que ha estado toda esta semana en Tolosa, y que es uno de los mayores exponentes de esta modalidad de la danza contemporánea, muy desconocida en Occidente.

Yoshimoto llevó a cabo su perfomance hace unos días, casi sin publicidad previa, y también ha dado una clase práctica en el taller de danza de la casa de cultura. El 'butoh' es una corriente artística digamos que profunda, en el sentido oriental del término. Surgió en Japón en los años 50, y se caracteriza por ser portadora de una profunda filosofía de vida, que pone sobre todas las cosas la esencia del ser humano y su necesidad de expresión. Es un baile «hacia dentro», y hace que el protagonista se funda con el entorno. De hecho, Yoshimoto estuvo, dos días antes del espectáculo, recorriendo durante horas todos los recovecos de la plaza Euskal Pizkundea en los jardines de Aranburu, interiorizando la zona para después pergeñar un montaje propio, único y exclusivo para Tolosa y para el espacio en el que bailó.

En casa de un tolosarra

¿Cómo ha recalado este artista en Tolosa? Casualidades de la vida, el tolosarra Alberto Letamendi mantiene contactos con una galería de arte de Pamplona, y a través de ella supo de la existencia de Daisuke Yoshimoto, un japonés fascinado por el País Vasco, que quería mostrar el 'butoh' en algún lugar de nuestra tierra. Aprovechando su presencia como artista invitado en una festival de danza de Barcelona, quiso acercarse hasta nosotros.

Así que Letamendi le llevó a su casa. Primero pensaron en el Topic como escenario para la danza, pero estaba ocupado. Después surgió la posibilidad de llevarla al palacio Aranburu, pero el propio artista nipón eligió sus jardines exteriores, aunque también usó parte del interior del museo.

Alberto Letamendi quiere destacar la generosidad del artista. «No ha querido pedir nada. A él le gusta el País Vasco porque le apasionan las culturas con raíces y los países pequeños. Las montañas le fascinan. La txalaparta, que ha descubierto esta semana, le ha cautivado, hasta el punto de que piensa introducirla en su espectáculo».

La «perfomance» resultó impresionante. Todos los que la vieron se quedaron anonadados. Incluso los niños, que inicialmente estaban alterados por ver a un hombre semidesnudo, se callaron respetuosos en cuanto el hombre empezó a bailar.

Si bien sus raíces se encuentran en las más antiguas tradiciones folklóricas japonesas, la danza «butoh» reconoce influencias de movimientos europeos de la posguerra, como el dadaísmo y el surrealismo, pero especialmente del expresionismo alemán. «Es una mezcla muy llamativa de danza milenaria oriental y baile moderno, muy contemporáneo», cuenta Letamendi.

Los movimientos son lentos, expresivos e imaginativos. Da miedo, pero también atrae. Repele pero fascina. Te quieres ir pero te quedas.

En clase de ballet

El artista japonés se ha empapado estos días de la cultura vasca, que tanto le atraía, y que realmente no conocía en profundidad. Además, las alumnas de los cursos avanzados del taller de danza de la casa de cultura han tenido el privilegiado de recibir una clase práctica del maestro Yoshimoto.

«Ha sido un lujo en todos los sentidos», cuenta la profesora Katixa Perea. ¿Y qué es lo que más me le sorprendido?, le preguntamos. «Para empezar, su propuesta tiene muy poco que ver con lo que hacemos aquí nosotras. Su baile es siempre hacia dentro, el nuestro es exterior, hacia fuera».

Katixa cuenta que Daisuke estuvo muy amable, que le llamaron mucho la atención los nombres en euskera de las alumnas. «Desde luego, nos mostró una forma diferente de entender la danza, el movimiento y la expresión», explica la profesora. «Hicimos algunos de los ejercicios que nos propuso y también tengo que decir que físicamente eran muy exigentes. Al día siguiente el cuerpo lo notaba».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios