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Miércoles, 27 de agosto 2014, 17:10
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Un consorcio europeo de empresas e instituciones académicas trabaja en el desarrollo de Valeri, un robot diseñado para enfrentarse a las tareas más incómodas. El proyecto, que todavía está en marcha, pretende ofrecer a las compañías del sector aeroespacial una tecnología que se integre en sus procesos de producción y reemplace a los humanos en las fases más desagradables de la cadena de montaje.
Mientras que la industria automovilística hace tiempo que incorporó los robots a sus cadenas de montaje, el sector aeronáutico aún tiene dificultades para hacerlo. Sus procesos de manufactura exige que operarios humanos revisen y encajen cada pieza a mano. A veces, en rendijas angostas y en espacios de difícil acceso. El desarrollo de Valeri pretende ofrecer una alternativa mecánica para estas tareas.
«Si logramos superar los obstáculos técnicos más complicados, que impiden la utilización generalizada de robots en la cadena de producción, podremos liberar mano de obra para dedicarla a trabajos con mayor valor añadido», aseguró José Sáenz, coordinador del proyecto. En ocasiones, explica un comunicado de la Comisión Europea que cofinancia el proyecto como parte de su Séptimo Programa Marco, los trabajadores expuestos en ellas tienen que «jubilarse con problemas de espalda aun cuando sus conocimientos todavía son muy necesarios».
Colaboración con humanos
Además de poder operar en espacios angostos, el proyecto Valeri debe crear una tecnología tan precisa como un operario entrenado. La industria aeroespacial así lo exige. «Sus productos han de poseer una calidad idéntica o superior a la de los realizados mediante mano de obra», recalcó el coordinador. Como parte del proceso de calidad, explica el comunicado, los robots contarán con una cámara que permitirá hacer una verificación visual del cumplimiento de requerimientos.
Otra de las características que busca implementar el proyecto Valeri es la integración de robots y operarios humanos en un mismo espacio de trabajo. «Tenemos que asegurarnos de que poseemos la tecnología necesaria que posibilite este tipo de colaboración», apuntó Sáenz. Esto implica que, además de las piezas y el software necesario para llevar a cabo las tareas estrictamente manufactureras, las máquinas deberán ser capaces de entender e interpretar su entorno, y evitar poner en riesgo a los trabajadores a su alrededor. «No deseamos crear máquinas caras que terminen arrinconadas acumulando polvo. Queremos construir robots que colaboren con los humanos, hagan las tareas que estos prefieran evitar y liberen mano de obra para que se encargue de las labores intelectuales», concluyó Sáenz.
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