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Las 10 noticias clave de la jornada
El periodista Andrés Aberasturi frente a su hjo Cris, afectado de una parálisis cerebral.
«No haber hecho una tragedia de cris ha sido nuestro pequeño triunfo»

«No haber hecho una tragedia de cris ha sido nuestro pequeño triunfo»

El periodista Andrés Aberaturi cuenta en el libro ‘Cómo explicarte el mundo, Cris’ su desgarrado testimonio sobre los 36 años de existencia de su hijo pequeño, afectado de parálisis cerebral. Esta es su historia

rubén cañizares

Sábado, 16 de julio 2016, 19:57

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Son las 11.15 de la mañana y el mercurio marca 30 grados en el sur de Madrid. El verano aprieta con fuerza en Aluche, el humilde barrio de la capital de España donde reside Cristóbal Aberasturi (10 de enero de 1980), el hijo menor de Andrés Aberasturi. El retoño del reconocido periodista y comunicador nos recibe como a él más le gusta: tirado en el suelo y con los pies hacia arriba. Cris, como cariñosamente es conocido, es uno de los 57 niños con parálisis cerebral que pasa su vida en el El Despertar, un centro de educación especial dedicado en cuerpo y alma a personas afectadas con esta discapacidad que tanto condiciona la vida de sus familiares. «Cómo explicarte el mundo, Cris», editado por La Esfera de los Libros, es el desgarrador relato de Aberasturi en el que detalla los 36 años de existencia del pequeño de sus dos varones.

En su libro no entra en detalles. Así que perdóneme la pregunta, ¿qué pasó aquel 10 de enero de 1980 en el Hospital Loreto?

Fue un parto distócico, así que el médico decidió hacer una cesárea. Tenía miedo de que no le fuera a llegar el oxígeno al feto. Fue un riesgo y Cris salió del vientre de su madre con la lengua suelta. Tenía el Síndrome de Pierre Robin y durante sus primera horas de vida nadie en el hospital sabía cómo tratarle. No había sondas, ni biberones, ni siquiera un pediatra. Además, no le llegaba al cerebro todo el oxígeno que debía llegarle. Y el resultado final es el que ves. Un recién nacido, hoy adulto de 36 años, con parálisis cerebral.

¿Cuántas veces se ha preguntado por qué?

Nunca dejaré de hacerlo. No solo es el sufrimiento de la inocencia. Es el sufrimiento de todos los de alrededor ¿Por qué Cris no ha podido elegir vivir la vida libremente? ¿Por qué le ocurre esto a niños inocentes? ¿Qué estafa es esta? Nada ni nadie te puede responder a esto. Este no es un mundo justo. Es un mundo inmoral e impresentable. Se puede vivir hermosamente pero este no es un mundo hermoso.

Es usted muy tajante...

Es que es así. Este es un libro que nunca debí escribir porque no debería existir un hijo así. Es un error de la naturaleza. Nadie le ha preguntado a Cris ni a ninguno de los niños que nacen con parálisis cerebral si querían venir a la vida en esas condiciones, y eso provoca un desasosiego infinito.

En el libro se muestra muy duro con Dios, ¿por qué?

Yo creo que es al revés. Dios ha sido muy duro conmigo, y con mi mujer y mi hijo mayor, pero sobre todo con Cris y con todos los Crises de este mundo. Ninguna religión te explica el sufrimiento de inocentes, como Cris. Por mucho que me digan y me teoricen, la realidad está ahí. Pero lo que más me enfada de él es su silencio. A Jesucristo en el Evangelio le dieron la oportunidad de sacrificarse a cambio de salvar el mundo. ¿A mí por qué Dios no me dio la oportunidad de elegir y ser yo Cris? ¿Por qué él y yo no? Todavía no me ha respondido.

Hay una reflexión en su libro que congela el alma. Dice que «reniega de cualquier experiencia positiva nacida del sufrimiento de Cris».

Esta sociedad no está preparada para el dolor. Por eso, cuando me toca hablar de Cris con amigos, desconocidos o periodistas, me hacen preguntas intentando encontrar un equilibrio. Es una tendencia habitual en el ser humano, pero a mí me parece grosero y demencial que me comenten todo lo que me ha aportado y enseñado nuestro hijo. ¿Cómo voy yo a enriquecerme como persona a cambio del sufrimiento de mi hijo? Que objetivamente luego haya sido así, seguramente sea cierto. Pero es que maldigo todo lo que he aprendido. Yo prefería ser un tipo normal con un hijo normal. Tener ciertos valores porque mi hijo ha sufrido tanto es una monstruosidad.

Entonces ¿por qué dice que Cris es su paz?

Esa es la gran contradicción de todo esto. Todo lo que me desasosiega la situación de Cris, luego me lo da en paz interior. No soy un amargado que voy enfadado por la vida, pero en el libro sí que me rebelo porque quería contar esa falta de libertad de Cris, esa falta de comunicación, ese silencio permanente. Me mata decidir por él siempre, no saber nunca lo que le pasa: por qué te empuja cuando te empuja, como usted lo acaba de ver cuando hacíamos las fotos; por qué ríe; por qué está enfadado... Todas estas bobadas pequeñitas te desasosiegan. Lo de Cris es moralmente inaceptable, pero es lo que hay. Es la frase que resume todo esto. Es lo que hay. Así que dentro de este sufrimiento intento que tenga la vida más digna posible.

Hace varios años, en una mudanza, encontró unas notas de su mujer en las que descubrió cómo ella se pintaba y se arreglaba cada vez que le dejaban ver a Cris en el Hospital Loreto. ¿Cómo es la relación de Lupe con su hijo?

Ella tardó quince días en conocerle, y Lupe quería que Cris le viera guapa cada vez que que la permitían estar con él y darle el biberón. Se arreglaba como si fuera a un estreno de teatro antiguo. Mi mujer siempre me dice con tristeza que ella nunca ha podido darle la mano a Cris. Es muy simbólico ese pensamiento. Hay pocas cosas tan mágicas como llevar de la mano a tu hijo, pero la realidad es que ella ha llevado esta situación de un modo más natural que yo. Siempre ha sido positiva. Lo ha hecho maravillosamente, y no tenía un papel sencillo.

Andrés, su hijo mayor, también ha sido clave en la vida de Cris.

En el libro hablo de la vejez, etapa en la que ya he entrado, pero no me preocupa porque se que cuando Lupe y yo no estemos aquí, Andrés cuidará perfectamente de Cris. Le adora. Le quiere con locura. Y sus sobrinos Andrés y Pablo, también. A Cris le encanta tirarse al suelo, para estar fresquito, y quedarse allí dormido. Y a Andrés, que es muy dormilón, le encanta tirarse junto a Cris y descansar juntos. Cris no es un problema. Es un tema de solidaridad para toda la familia. Hasta en las bodas, los novios buscan un lugar que cuente con rampa para la silla de ruedas de nuestro hijo. El crear un entorno familiar adecuado y no haber hecho una tragedia alrededor de Cris es el pequeño triunfo de mi mujer y mío.

Dice que está tranquilo con el futuro de Cris, aunque usted y Lupe se vayan de este mundo, pero quizás él pueda irse antes. Una vez estuvo a punto de suceder y el dilema moral fue terrible.

Es un asunto que genera mucho angustia. Hace unos años tuvo una septicemia y la doctora nos planteó la disyuntiva: dejarle tranquilo (eufemismo que utilizó la galena) o luchar. Si hacíamos lo segundo, sabíamos que su parálisis cerebral ahí seguiría para siempre. No era curarle, era salvarle para que volviera a su vida ya de por sí estafa. Así que dejé que la última palabra la tuvieran su madre y su hermano, y ellos decidieron pelear por Cris. ¿Qué hubiera hecho yo? Pues siempre me lo he preguntado. ¿Qué haríamos si vuelve a suceder una situación similar? Tenemos claro que no queremos que Cris sufra más, porque cada dos por tres tiene un achaque nuevo, pero eso no quiere decir nada. Llegado el momento, ya veremos qué decisión tomamos.

Ahora en verano, Cris disfuta de una de sus grandes pasiones: la piscina, aunque en el libro detalla que no le gusta mucho que le mojen la cabeza...

A Cris lo que más le gusta en este mundo es estar tumbado con las piernas para arriba y darse vueltas sobre su propio eje. Y la piscina también le encanta. Ahí se siente libre, sin ataduras. Ahora bien, la cabeza y la boca son sagradas, no le gustan que se la toquen. Las primeras 24 horas de su vida le destrozaron esas dos partes del cuerpo, y eso le dejó marcado. Por eso se agarra unos enfados buenos cada vez que se tiene que meter en la ducha, porque hay que lavarle la cabeza, claro. Pero es divertido. Enseguida se le seca y se la pasa el cabreo rápido.

Y en invierno, ¿cómo es la Navidad en la casa de los Aberasturi?

Como en cualquier otra familia sencilla y de clase media de este país, supongo. Es cierto que durante bastantes años estuvimos preparando un zumo para Cris. Pelábamos las doce uvas, le quitábamos los huesos y con la batidora le hacíamos un zumo. Unos años se lo tomaba y otros, directamente, lo tiraba. Pero para nosotros era algo simbólico. Queríamos que participara del cambio de año como un español más. Ahora ya es imposible. Antes de que sean las doce ya está dormido.

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