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SAN SEBASTIÁN
Domingo, 1 de octubre 2017, 12:45
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Heather y Kole Powell tuvieron un contratiempo durante la celebración de su boda el pasado mes de mayo en Laguna Beach, California. Las fotografías que había hecho un familiar con su cámara se perdieron porque al dejarla sobre la arena una ola se la llevó mar adentro.
El océano no solo se tragó la cámara. También un bolso en el que estaban los teléfonos móviles de la pareja. «La madre de Kole miró y vio que todo había desaparecido», explicaba Heather a ABC News. «Nos quedamos bastante sorprendidos», añadía. Se metieron hasta que el agua cubrió sus rodillas por si veían algo, pero nada.
A pesar de la sorpresa tan poco agradable los novios trataron de no dar demasiada importancia al percance y se dedicaron a seguir disfrutando del día más feliz de sus vidas. Además, tendrían las fotos que fue haciendo durante y después de la ceremonia una fotógrafa profesional contratada para la ocasión.
Hace unas semanas esa misma fotógrafa se puso en contacto con Heather y le dijo que debía ver algo en Facebook. Le habían adjuntado un mensaje en el que podían verse imágenes de la pareja en el día de su boda. ¡Y eran de la cámara perdida!
A Nick Reed, que fue quien publicó las imágenes, le dio la cámara su hermana María. La había encontrado en la playa el 4 de julio, casi dos meses después del día de la boda. Cuando la tuvo en sus manos, Nick pudo sacar la tarjeta de memoria y se dedicó a limpiarla lo suficiente como para recuperar el material que estuviese dentro.
Tras ponerse en contacto con él a través de Facebook, recibieron la cámara y la tarjeta de memoria. ¡Por fin tenían sus propias fotografías! Las guardaron en un disco. En total había alrededor de 500 imágenes entre las que estaban las 200 de la boda.
Heather contaba que trataron de convencer a Nick para que les dejara pagar el envío de todo el material pero no quiso. «Les dijimos –a Nick y a Maria- que si volvemos a California quedaremos con ellos y les invitaremos a cenar para darles las gracias», apuntaba. Y al final destacaba que tanto ella como su marido estaban asombrados por su amabilidad. «No hay suficientes palabras», decía.
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