Estalla la fiesta en Vitoria

En ese momento, Celedón ha iniciado la odisea de todos los años para llegar hasta la balconada. Poco más de cien metros desde la torre de la popular iglesia de San Miguel hasta el número 12 de la calle Postas, que ha completado en 150 segundos. Un tiempo casi de récord. Todo el mundo quería tocarlo, con la ventaja de que este año el símbolo espiritual de la fiesta no ha tenido que esquivar las botellas de cristal, vetadas en la plaza y sus inmediaciones.

Al llegar a la balconada, Ortiz de Urbina -bañado en kalimotxo- por fin ha tenido un segundo para respirar antes de empezar con su liturgia tradicional. Tras colocar el pañuelo al alcalde de la ciudad, Gorka Urtaran, y a Sáenz de Urturi, Celedón ha entonado su canción de manera repetitiva en euskera y, después, en castellano, mientras la concurrencia encendía el tradicional puro. Pareció que este año el blusa llegaba con ganas porque repitió en numerosas ocasiones su canto tradicional. Celedón también ha aprovechado el escenario para remarcar un claro mensaje contra las agresiones machistas -«ez da ez»- y una breve mención al cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña.