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Teresa Fernández, en la Escuela de Magisterio de la UPV.
Teresa Fernández: «La alta capacidad no se atiende como se debería porque se presupone que hay casos más prioritarios»

Teresa Fernández: «La alta capacidad no se atiende como se debería porque se presupone que hay casos más prioritarios»

Asegura que tener un hijo con una inteligencia por encima de la media «es una suerte» que no sale gratis. «Hay que saber gestionar ese tesoro», dice

JAVIER GUILLENEA

Lunes, 21 de noviembre 2016, 07:11

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La psicóloga y especialista en intervención psicoeducativa Teresa Fernández dirige el centro andaluz Cadis de apoyo a las altas capacidades. Esta semana ha intervenido en San Sebastián en las VII jornadas sobre la atención a los niños de altas capacidades organizada por Alcagi.

- ¿Las ballenas tienen saliva?

- Para empezar a motivar a un niño a hacer un aprendizaje uno de los factores es la sorpresa, por eso hay que empezar buscando algo anecdótico. En el momento en el que tú haces una pregunta de este tipo el niño empieza a investigar y ese cerebro comienza a funcionar. La pregunta de la ballena es de un niño y no le voy a dar a usted la respuesta para ser fiel a mis principios de que hay que investigar.

- ¿Ese niño es de altas capacidades?

- Sí, un niño de cinco años. Una de las primeras cosas que te llaman la atención de ellos, además de la forma de hablar, es la curiosidad que tienen. Y la empiezan a demostrar a través de preguntas como si las ballenas tienen saliva, si Adán y Eva eran cromañones, si las hormigas tienen corazón o qué es el infinito. Esa curiosidad va más allá de lo que les corresponde por edad. No preguntan lo que ven sino que piensan siempre en consecuencias o asocian conceptos diferentes.

- ¿Los padres tienen miedo a decepcionar a estos hijos si no saben responder a sus preguntas?

- Tienen miedo los padres y también los profesores. No hay que dejar de ofrecerles respuestas pero no tenemos que saberlo todo y no tenemos que sentirnos culpables por ello. Hay que darles pie a buscar todas las herramientas que tengan a su alcance para encontrar esa información, pero no debemos decirles cosas como 'esto no te corresponde por edad', 'cuando seas mayor ya te enterarás' o 'esto te lo van a explicar en el colegio'.

- ¿Cómo se pueden dar cuenta unos padres de que su hijo tiene altas capacidades?

- Una de las características fundamentales de estos niños es que aprenden rápido. Si partimos de esa base, entre los 0 y los 6 años, que es donde mejor se puede observar, un niño que empieza a leer pronto no lo hace por ciencia infusa sino porque empieza a observar, a asociar, a relacionar y en el momento en el que tú le das una indicación responde con rapidez. Muchas veces son también niños que empiezan a utilizar un vocabulario que no es apropiado para su edad, pero no hablan por hablar; tienen capacidad de preguntar qué significa esa palabra y de utilizarla en el contexto adecuado.

- Y esos niños se ven un día en el colegio.

- Te puedes encontrar con un niño que con cuatro años te diga que no quiere ir al colegio porque no aprende nada nuevo o porque aprende más en casa o con internet, también puede decir que los amigos no lo entienden. Muchas veces los padres les ponemos muchas expectativas, y les decimos 'ay qué bien, vas a ir al colegio y vas a aprender muchas cosas', y viene el niño del cole y dice que no está aprendiendo nada.

- ¿Les decepciona el colegio?

- A muchos sí, pero no porque sea una característica intrínseca a las altas capacidades. La innovación educativa es perfecta para todos pero estos niños son alumnos de necesidades específicas de apoyo y esto implica que tienen derecho a tener una respuesta educativa acorde con sus características. El niño de altas capacidades no se aburre siempre en el colegio, se aburre si no tiene un profesor que le motive.

- ¿Cómo son estos niños?

- Suelen tener un nivel alto de sensibilidad, poca tolerancia a la frustración y un sentido muy elevado de la justicia, de lo que está bien y lo que está mal. En el caso de los chicos, si estás jugando al fútbol y te dan una patada, la mayoría piensa que eso forma parte del juego, pero los de altas capacidades no entienden por qué le dan una patada para quitarle el balón. No les suele gustar jugar al fútbol porque ven una pérdida de tiempo correr detrás de una pelota cuando pueden estar haciendo cosas más interesantes.

- ¿Y en el caso de las chicas?

- Tenemos que hacer todo lo posible por hacer visibles a las niñas de altas capacidades. Igual que si el niño que se aburre en el aula empieza a presentar un comportamiento disruptivo y a llamar la atención, las niñas tienen lo que se denomina el síndrome de la abeja reina. Prefieren sacrificar su desarrollo cognitivo con tal de ser aceptadas por el grupo. No llaman para nada la atención.

- ¿Se esconden?

- Se esconden y cuando a lo mejor un padre plantea que se evalúe a su hija la mayoría de las respuestas que recibe es para qué si ya va muy bien, si la niña no da ruido. Si en clase están explicando algo por tercera o cuarta vez, la niña se pone a leer o dibujar, pero no da ruido. No se ve la necesidad de evaluar a la niña pero si no lo hacemos estamos negándole un derecho. Es importante tirar de ellas hacia arriba.

- ¿En los colegios hay escondidas muchas niñas de altas capacidades sin que nadie sepa que las tienen?

- Muchísimas. En nuestro centro hemos hecho investigaciones con los alumnos que tenemos allí y el número de niños evaluados es siempre mayor que el de niñas.

- ¿Los padres tienen miedo a que su hijo de altas capacidades sea infeliz?

- Sí, porque en el tema de la alta capacidad hay un cierto componente genético. Cuando se evalúa a un niño muchas veces son los padres los que empiezan a entender cosas propias suyas y te cuentan que no quieren que a sus hijos les pase lo que a ellos.

- ¿A estos padres les suelen decir 'no sé de qué os quejáis, con la suerte que tenéis'?

- Se lo dicen mucho y este es uno de los grandes mitos que hay que eliminar en las altas capacidades. La alta capacidad no te da nada gratuito; te puede dar mucha memoria, pero todo esto hay que gestionarlo. Tú tienes un gran tesoro, un gran potencial que hay que saber llevar.

- ¿Tener altas capacidades es una suerte?

- Claro, son habilidades muy positivas. El problema de la alta capacidad es que no se atiende como se tiene que hacer porque se presupone que tienen suerte y que hay casos más prioritarios. En el sistema educativo se hace todo lo posible para que el que está por debajo se acerque a la media, pero muchas veces nos encontramos con que los que están por encima han tenido tal fracaso que queremos por lo menos que vayan como los de la media. Pero a mí nunca me gusta ver la parte negativa de la alta capacidad, me gusta ver la parte positiva porque es muy buena, pero hay que llevarla bien.

- ¿Ha hecho mucho daño el cine y la televisión con la imagen de niños con altas capacidades que son torpes, débiles y con problemas de relación?

- Y no tiene por qué ser así. Ellos no tienen problemas sociales. Un problema social lo sufre el que no es capaz de iniciar una conversación o relacionarse, pero ellos sí son capaces, lo que pasa es que sus intereses son muy diferentes.

- Igual el problema social lo tienen los demás.

- Que no son capaces de aceptarlo. Hay mucha dificultad en aceptar a un niño que saca buenas notas. Se valora al guay, al chulito y el que tiene buenos valores académicos y una serie de normas, nada.

- ¿Son carne de cañón para el acoso escolar?

- Sí, pero no porque sean débiles sino porque saben perfectamente cuáles son las normas que hay que cumplir. Cuando hay acoso uno de los problemas es que si a ellos les ha dicho la seño o sus padres que pegando no se solucionan las cosas, no van a pegar. Ellos respetan las normas, responden como les han dicho que lo hagan y están indefensos si les pegan un día y otro. El problema del acoso es el que no respeta las normas.

- Tienen demasiado sentido de la justicia.

- Yo siempre cuento la anécdota de un niño que no estaba integrado y al que un día su profe le puso en el patio del colegio a jugar a fútbol. El chico paraba el partido cada vez que alguno de su propio equipo cometía una falta y el árbitro no se daba cuenta. A ese niño ahora lo tienen integrado jugando al fútbol, pero de árbitro.

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