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Despertándonos cada cinco minutos estamos fragmentando el sueño.
¡Apaga ese maldito despertador!

¡Apaga ese maldito despertador!

Las melodías de los móviles que nos despiertan de forma brusca por la mañana y el 'botón de repetición' arruinan el sueño. ¿Para qué dormirse cuando ya te has despertado?

nerea vieytez

Domingo, 14 de febrero 2016, 08:44

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La banda sonora de 'La guerra de las galaxias', el himno de nuestro equipo de fútbol, el tradicional 'ring ring' en versión disco o chill out... Estas y otras melodías nos despiertan cada mañana. Las nuevas tecnologías han irrumpido en nuestros sueños con una infinidad de sonidos que sustituyen al 'piiiiiiiiii-piiiiii' de siempre. Los móviles son los modernos despertadores e incluyen no solo la función del botón de repetición de alarma. También infinitas posibilidades: que suene cada cinco minutos, cada diez, cada media hora... Pero, ¿para qué dormirse cuando ya te has despertado? ¿Cómo afecta esa costumbre a nuestro descanso?

Pues afecta mucho y para mal, coinciden los expertos. «Despertándonos cada cinco minutos estamos fragmentando el sueño. Los tiempos de sueño son como vagones de tren, cada media hora se produce un ciclo. Si nos despertamos a intervalos ese ciclo se pierde, lo cual no beneficia el descanso. Es como si fuese tiempo perdido», explica gráficamente Carlos Egea, jefe de la Unidad del Sueño del Hospital Txagorritxu de Vitoria. Apagar la alarma y volverse a dormir es una sensación placentera pero con esa acción estamos mandando al cuerpo en diferentes direcciones, lo que provocará que después nos resulte más complicado ponernos en marcha. «A lo largo de los años hemos ido cambiando los hábitos de dormir, hemos dejado de descansar las seis u ocho horas necesarias y también se han modificado los modos de despertarnos. Ahora creemos que amanecer con un ruido atronador o a intervalos es algo natural. Si nos despertamos con música heavy se producirá en nuestro cuerpo una subida de adrenalina increíble que no beneficia nuestro descanso», advierte Egea.

El especialista dice que el inicio y el final de nuestras horas de sueño son los momentos más importantes porque en ambos «no tenemos completa lucidez». Un despertar brusco puede provocar que no sepamos dónde estamos y, en consecuencia, tener un comienzo de día ya despistado y desconcentrado. Además, cuando rompemos el ritmo del sueño se produce una bajada de temperatura y una subida de la melatonina. «Antes la gente se despertaba con el sol y de manera natural. Así es como se explica que cuando nos levantamos sin usar alarma lo hacemos generalmente despejados, ya que lo solemos hacer justo al concluir un ciclo. Ahora existen en el mercado algunos despertadores que usan la luz progresiva».

Estos nuevos hábitos de despertar con la música a tope, unidos a la tendencia de retrasar cada vez más la hora de ir a la cama provocan numerosos trastornos del sueño. «Muchos pacientes acuden a nuestra consulta porque no pueden dormir y ello afecta a su calidad de vida, reduce el rendimiento profesional e incrementa la posibilidad de un accidente. Los adolescentes son un caso preocupante porque no duermen las horas suficientes y además, lo hacen pegados al móvil, interrumpiendo sus ciclos con la recepción de mensajes. Todo ello afecta a su rendimiento y, normalmente, sus dos primeras horas de clase nunca son productivas.»

Para Egea todos estos malos hábitos son consecuencia de que no consideramos el sueño como parte de nuestra salud, sino que «nos parece algo superficial y una pérdida de tiempo». «Pero es tan importante como respirar o comer. Por ejemplo, cuando éramos pequeños, nadie nos habló del sueño». Por este motivo, responsables de la Unidad del Sueño visitan colegios de Vitoria para explicar a los niños la importancia de dormir ocho horas. «Porque dormir no es solo una restauración física, sino más una restauración cerebral. Si durmiésemos más mejoraría nuestra raza porque dormir es salud», sentencia Egea.

¿Y cuánto hay que dormir?

De seis a ocho horas cada día. Y hay que tratar de despertarse siempre a la misma hora porque, de esa manera, nuestro reloj biológico se va equilibrando.

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