Borrar
Urgente Pradales, agredido con un espray de pimienta en Barakaldo
Una mujer camina en solitario cerca de Manjarín (León), unos kilómetros más allá del tramo hasta El Ganso, donde desapareció Denise P. Thiem.
Con pies de plomo en la ruta Jacobea

Con pies de plomo en la ruta Jacobea

Ha llegado la temporada alta al Camino de Santiago sin que se resuelva la desaparición de la peregrina Denise Pikka Thiem. El trayecto se ha llenado de miedos

ANTONIO CORBILLÓN

Lunes, 29 de junio 2015, 17:03

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Tiene 58 años y hace el Camino de Santiago en solitario. Tessa Trudeau llegó desde Vancouver (Canadá) animada por su hermano, un triatleta que se dejó seducir por los mensajes de misticismo que aún acompañan a esta ruta milenaria. «El Camino es un viaje para limpiar la mente. No llevo teléfono ni ordenador. He venido a vaciarme». Hace casi un mes partió de Francia, entró por Roncesvalles y estos días de junio ha hecho un alto en Astorga (León) para tratar de cicatrizar unas llagas infecciosas en los pies. Desayuna tranquila en la cafetería Gaudí.

En las mesas de su terraza, con la mejor perspectiva del palacio Episcopal que diseñó Antoni Gaudí, se perdió la pista dos meses y medio atrás de Denise Pikka Thiem, otra viajera solitaria que también llegó desde el otro lado del Atlántico. Metódica y disciplinada, era de esas peregrinas uniformadas con bastones de trekking y reflectantes en las botas. De la nueva generación que han sustituido las charlas en los albergues por las ventajas de la tecnología. «Hablaba con ella por Skype cada dos días para saber que estaba bien. Pero, desde el 1 de abril, nada de nada», explica su hermano Cedric, que tomó un avión desde Estados Unidos nada más conocer la noticia. Ya han pasado dos meses desde que presentó la denuncia de su desaparición. Cedric se hizo querer entre los astorganos durante las semanas que participó en las labores de búsqueda. Ahora espera noticias desde su Arizona natal.

Tessa empezó a oír los rumores sobre la inseguridad en el Camino al llegar a Burgos. Cuanto más se acercaba a Astorga, más alto era ese murmullo de creciente inquietud. «Desde que empecé el Camino en Saint Jean Pied de Port (Francia) ya he visto tres muertos, relata en tono neutro. El primero, al subir hacia Roncesvalles por hipotermia. El segundo, en el primer albergue español en el que dormí: una persona que sufrió un ataque al corazón. Y el tercero, un hombre que se ahogó cerca de Pamplona. Yo creo que iba borracho». La acumulación de desgracias que relata esta mujer suena a excepcional. Los registros sobre siniestralidad en esta ruta, que este año recorrerán más de 270.000 personas, solo recogen unas treinta muertes (casi todas por atropellos en la carretera o causas naturales) en 25 años. También suena a excepcional que, a pesar de la experiencia de esta viajera por tierras francesas y navarras, casi todos los casos se concentren últimamente en el tramo leonés.

La desaparición en las calles de Astorga de Denise, de 41 años y rasgos asiáticos por su origen (Hong Kong) pero residente en Phoenix (Arizona), ha convertido el tramo del Camino entre la capital de la Maragatería y el pueblo de El Ganso (14,5 kilómetros) en una especie de 'triángulo de las Bermudas'. «En 25 años de resurgir del Camino es el primer caso de desaparición así. Ya quisieran muchas ciudades con menos trasiego tener el índice de peligro que tenemos nosotros», tranquiliza el presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Astorga, Juan Carlos Pérez.

Pero el 'caso Denise' ha desatado los miedos y los avisos. Maureen, de Nueva York, denunció que un ciclista intentó varias veces acariciarle los pechos. Ocurrió entre Acebo y Molinaseca, a 30 kilómetros de donde la desaparecida fue vista por última vez. Barbara Veronese, de 60 años, vio cómo un coche paraba a 15 metros de ella. Se bajó un hombre. «Fue extraño. Creo que se estaba masturbando». En plena búsqueda de Denise, saltó el caso de Covadonga Ayora, una vecina de Santa Catalina de Somoza, a mitad de camino entre Astorga y El Ganso, que denunció un intento de secuestro por parte de dos hombres que viajaban en un vehículo. Aunque nadie en la comarca, tampoco la Guardia Civil, dio credibilidad alguna a su relato.

Reales o ficticios, estos hechos han perturbado la paz de este tramo. Cinco mil inscritos están pendientes de las novedades en la página de Facebook Help Denise Now (Ayuda Denise Ahora) que ha creado Richard, amigo universitario de la desaparecida y el último en abandonar las labores de rastreo en las que han participado docenas de vecinos de Astorga. Además, las peregrinas foráneas invitan a las caminantes solitarias a inscribirse por internet en Buddy System, una técnica militar copiada del Ejército americano habitual en los campamentos escolares. Cada persona designa a un acompañante de seguridad para hacer una 'cadena' y saber siempre dónde está.

El 70% de los 270.000 peregrinos que este año viajarán a Compostela son extranjeros. Para orientarles, Ivark Rekve gestiona desde hace una década la web que más consultan. «Ha llegado un momento en el que se han juntado muchas cosas y nos pareció que había que avisar a la gente», explica para justificar el último consejo a sus lectores: «Os pedimos que caminéis juntos o en grupos en esta particular parte del viaje». Rekve insiste en que, durante estos años, nunca pensó que hiciera falta un aviso así. «No está hecho para asustar a nadie, sino para informar a los que caminan por la zona». Todos estos avisos y su reflejo en la prensa internacional han acabado por enrarecer el ambiente de concordia y camaradería que siempre se ha respirado en la ruta. Mari Mar, taxista en la zona, reconoce que «hay peregrinas que piden un servicio y se saltan todo este tramo».

Perros de rastreo

Conchi Alonso regenta el albergue San Javier y también la cafetería Gaudí, los lugares donde durmió y tomó su último desayuno la desaparecida el Domingo de Resurrección (5 de abril). «Yo estaba aquí a las siete de la mañana y ya se había ido. Andará por ahí pasándoselo bien. Aquí nunca ha pasado nada. ¡Vea cómo está el albergue!». Efectivamente, las 75 literas de su local están a tope. Hasta la Interpol se ha pasado por allí a interrogarla. Lo que no cuenta esta mujer es por qué Denise no figuraba en su libro de registro, lo que retrasó la investigación y obligó a abrir el radio de acción durante la primera semana.

En el Encuentro Mundial Xacobeo, celebrado la semana pasada en Santiago, también se habló de este caso. Allí se reconoció que hay que sacar una lección de todo esto: la necesidad de 'diferenciar entre turismo y peregrinación, velando y cuidando la especial naturaleza del peregrino'. Su presidente en Astorga admite que «las normas tienen que mejorarse, ya que la actual regulación de la Junta de Castilla y León no incluye la obligación del registro del viajero».

Astorga supone el fin de las monótonas etapas castellanas. Da paso a un tramo de antiguos campos de cultivo que han sido reemplazados por matorral mediterráneo con predominio de encinas, quejigos y rebollos. En lontananza ya avisan las montañas bercianas y las duras cuestas de la Cruz de Hierro en Foncebadón, que abren las puertas hacia Galicia.

A la vera del camino, la barra del restaurante Silva despacha los últimos cafés y despide a los que reinician la ruta. Sus mesas han sido durante semanas el cuartel general de las brigadas de búsqueda, decenas de vecinos, motoristas, ciclistas o caballistas. Juan Silva nació allí, conoce la zona como nadie y se teme lo peor. «Como si se la hubiera tragado la tierra. Han ido a las comunas de hippies de todo León y han buscado hasta en las ventas de cal por si la hubieran enterrado. Nada de nada de nada». La falta de noticias es desesperante. «Si ha pasado lo peor y está por aquí, cuando llegue la temporada de caza tal vez la encuentren los perros de rastreo». De momento, los de la Guardia Civil fracasaron.

Solo hay que recorrer la larga cuesta de los Mártires para llegar a la aledaña Valdeviejas. Allí, a las puertas de la ermita del Ecce Homo nunca falta el saludo de Antonio Martínez Domenech y Agustina del Campo. Forman parte de esa enorme familia de 'faros', varados a pie de Camino, siempre prestos a ayudar, orientar o aconsejar. Antonio vende tréboles de cuatro hojas («y hasta de cinco, seis... incluso de ocho tengo»), estampitas y compostelas. Es hospitalero temporal desde Astorga hasta Rabanal, el nuevo tramo maldito, y lo sabe todo de todos. «No les va a salir bien a los que quieren meter miedo. La gente sigue pasando en masa, incluidas muchas chicas solas». No ha terminado de hablar y llega Eva, una joven navarra que camina sin compañía y quiere que le sellen su acreditación. «Hija, es mejor que no vayas sola. Si sigues la ruta sin salirte, siempre verás a alguien delante o detrás», le aconseja a sus 87 años Agustina, que mata la viudez enseñando su ermita y recogiendo limosnas para arreglar la iglesia de Valdeviejas. A mediados de junio la temporada aún es alta. Al menos 250 personas cruzan cada día por allí. Cuando Eva retoma la recta, tras ella se van consolidando a lo lejos nuevas figuras andantes.

'Pasan de largo'

Este es un camino de tierra bien trazado y seguro: discurre paralelo a la carretera y evita los cruces, el principal motivo de accidentes hasta ahora. Pero también una zona de pozos y lagunas, un paisaje de recovecos similar a las famosas Médulas bercianas.

«He peinado esta zona cada mañana. No encuentro explicación alguna». Bienvenido Merino es otro de esos personajes singulares apostados en cualquier recodo. Desde 1990 espera a los caminantes a la entrada de Santa Catalina de Somoza, a medio camino de El Ganso. Canta a todos las bondades del albergue San Blas, uno de los dos del pueblo y que regenta su nieto Rubén. A golpe de vista 'ficha' a todos de tantos miles que se han parado a hablar con él, aunque le cuesta más con los asiáticos. «Aunque la hubiera visto pasar (a Denise) no la reconocería. Son todas iguales». Pero nunca olvidará a uno muy especial. El actor Charlie Sheen grabó 'The Way' ('El Camino') a las órdenes de su hijo, Emilio Estévez, y se dejó conquistar por las historias de este pastor desde los 12 años. «Me dio un papel en la película y me pagó 50 euros. Le tuve que regalar una de mis cachavas», bromea con orgullo.

Son pueblos que hace tiempo que habrían muerto sin el goteo constante de peregrinos. Por eso, a Rubén Merino y al resto de hosteleros les preocupa «un bajón que se está notando. Mucha gente pasa ya de largo por aquí». No es la opción de Robin y Claudette Campbell, una pareja de cincuentones de origen escocés. Hacen alto en El Ganso, límite de esta particular 'zona cero'. Les gusta cuidarse y pagar, cuando hay opción, una habitación en lugar de los albergues cuarteleros con literas. Han oído hablar de Denise, pero les preocupan otras cosas, como los cambios en la forma de hacer el Camino de los jóvenes. «¿Por qué corren? se pregunta Claudette. Se levantan a las cuatro de la mañana para llegar los primeros. Todo eso ya lo tenemos en casa». A su lado, el muniqués Friedrich se muestra más susceptible. «No es fácil viajar solo. El Gobierno debería hacerlo más seguro». José Gabino, su alberguero, les recuerda que «esto no es Katmandú; aquí nadie está solo nunca». Y, sin embargo, «es como si la chica se hubiera volatilizado».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios