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Carlos Ortiz de Zarate y José Luis Navarro, en sus instalaciones de Vitoria.
Vodka de patata alavesa

Vodka de patata alavesa

Una receta familiar aprendida de un guerrillero italiano en la Guerra Civil alumbra un delicado vodka de patata 100% alavés

SERGIO EGUÍA

Jueves, 7 de mayo 2015, 09:06

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Hay quien dice que la patata es el petróleo de la gastronomía. Una vez procesada se puede hacer con ella cualquier cosa. De un aterrador "león con gamba" a un selecto vodka de autor de la más alta calidad. Eso es precisamente lo que proponen José Luis Navarro y Eduardo Martínez de Murgia, que partiendo de patata Agria cultivada en Álava destilan un licor pensado para los más selectos paladares internacionales. Olvídese de esas marcas acabadas en "of". Esto es otra cosa.

Producto 100% alavés, que bebe de los recuerdos infantiles de un viejo alambique en Fontecha (Lantarón) heredado del abuelo de Carlos Ortiz de Zarate, maestro destilador de la empresa. En los tiempos oscuros de la contienda civil aprendió a usarlo gracias a un guerrillero italiano atrapado en zona nacional. "No había mucho que hacer en aquella época y con la buena y abundante patata de la zona vieron la forma de permitirse alguna alegría", explica Carlos, guardián, 70 años después, de las esencias de aquella receta originaria del Piamonte que da vida a este meloso vodka muy fácil de beber.

Hoy, esas vivencias románticas se han convertido en una empresa que comercializará en su primer año 15.000 botellas de un vodka diferente, de olor agradable y toques a hierba fresca en boca dirigido a las barras más finas.

Y todo sin olvidar el espíritu de los Moonshiners americanos, los rústicos inmortalizados por el cine que regentaban las destilerías clandestinas que proliferaron en los Apalaches durante la Ley seca.

De hecho, la génesis de la empresa, Basque Moonshiners, y de su producto, Basmoon, está en esa fabricación canalla para consumo propio que estos amigos de la infancia han mantenido para disfrute de los más cercanos. Con ellos han contado también en largas catas hasta alcanzar este espirituoso de 41,5 grados. "Es importante que la gente en la que confías ponga límites a tus propios gustos", asegura Navarro. "La decisión de realizar 12 filtrados, por ejemplo, viene de ese intercambio de ideas. Se trata de cimentar lo que te parece bueno sin desatender a los gustos del mercado".

Todo un espectáculo

Ver cómo se elabora este vodka es todo un espectáculo en el que no hay proceso que no esté meditado y justificado. Se arranca pasando la patata por un molino para lograr una pasta. Esa materia prima va a un contenedor en el que al baño maría y por efecto de unas enzimas se sacarifica, y posteriormente se añade levadura para que fermente. Al de una semana se puede comenzar con las destilaciones. Cinco veces pasa por el moderno alambique traído de Alemania hasta lograr una concentración del 96%. Entonces se enfría y filtra. "Así eliminamos cualquier minúscula partícula en suspensión". Repiten el filtrado una docena de veces "para lograr que el agradable paso por boca permita beberlo como chupito". Embotellar y listo. Todo se hace en Vitoria.

Arranca la aventura de estos "moonshiners" vascos con todas las bendiciones legales, lógicamente. En cada una de sus botellas, además del excelente licor de patata alavesa, viaja su pequeño granero, el viejo alambique del abuelo en el que durante generaciones, bajo la luz de la luna y con sus propias manos, han aprendido y perfeccionado el arte de destilar un vodka capaz de rivalizar con cualquiera de las afamadas ginebras tan de moda. ¿Ha probado ya el vodka tonic? Es el último grito.

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