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Una imagen actual de la guardería Roteta con los colores vivos que caracterizan su decoración.
Una guardería muy familiar

Una guardería muy familiar

La haurreskola Roteta, la primera de Altza, acaba de celebrar su 40 aniversario. En 1974 dio respuesta a muchas familias por la incorporación de la mujer al mercado laboral

YOLANDA SÁNCHEZ

Miércoles, 26 de noviembre 2014, 10:52

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La trasera del número 4 de la calle Roteta Goikoa alberga un lugar muy especial para muchos altzatarras. Se trata de la guardería Roteta que acaba de cumplir recientemente su 40 aniversario. Por este emblemático recinto, han pasado varias generaciones de niños y niñas, algunos de ellos convertidos hoy en padres que llevan a sus hijos al mismo espacio educativo al que fueron ellos cuando eran pequeños. La cercanía y la continuidad de la mayoría de las educadoras la han convertido en un espacio muy familiar.

El 4 de noviembre de 1974 arranca la historia de esta guardería, la primera que empezó a funcionar en Altza y una de las más veteranas de nuestra ciudad. Maite Ochoa de Zabalegui fundó junto a una compañera la Guardería Roteta con la ayuda del Ayuntamiento, que cedió el local, y los donativos de Cáritas y la antigua Caja de Ahorros Provincial. De ese modo, se daba respuesta a la demanda de un gran número de familias ante la creciente incorporación de la mujer al mundo laboral. En 2004, se integró en la red pública de haurreskolas y, en la actualidad, atiende, de 7:30 a 17, 208 días al año a una veintena de niños de entre 0 y 2 años.

Contar la historia de este centro es repasar parte del devenir de la sociedad altzatarra. «Durante años se convirtió también en el local de reparto de alimentos de Cruz Roja, acogió la ludoteca e, incluso, un comedor social para niños cuando los colegios no disponían aún del servicio de comedor», explica una de la educadoras. Posteriormente, parte del equipo dejó su labor en la guardería con el fin de montar el haur txoko Roteta Berri. Marisa Ayaso, cocinera y limpiadora del centro, puede dar buena cuenta de la actividad de estos años. Todavía recuerda con asombro el centenar de comidas diarias que ella sola elaboraba a principios de la década de los 90 para los pequeños, educadoras y usuarios del comedor social. Asimismo, no puede olvidar los «numerosos bocadillos de mantequilla con chorizo y colacao» que repartía en la merienda. La haurreskola de Roteta se muestra orgullosa de ser uno de los pocos centros donde se prepara in situ la comida, circunstancia que «agradecen enormemente» los progenitores.

Junto a ella, trabajan Kiskitza, Lulú, Isa, Inma, Carol y Oihana. Algunas de estas seis monitoras llevan más de 20 años ejerciendo su profesión en este centro, al que consideran «su segunda casa». Coinciden en señalar que la disminución del ratio de alumnos por monitora les permite desarrollar su labor con más tranquilidad y ofrecer una atención de calidad. En esa circunstancia influyó la escolarización de los niños a partir de los 2 años. En los tiempos de gran demanda, han llegado a tener 75 niños frente a los 20 que acuden actualmente. Por esta razón, el método que se seguía anteriormente era más asistencial, mientras que ahora se basa principalmente en la «observación y ritmo del bebé». En la entrada del local hay un tablón con las fotos de todos los niños acompañado por un cartel que indica «cada niño tiene su ritmo». Informan que todavía quedan plazas libres por si algunos padres quieren apuntar a sus hijos.

La haurreskola Roteta cuenta con dos locales muy próximos. El primero, «de gateo o primeros pasos» y el segundo, «el de los andantes». Aunque las instalaciones son de hace 40 años, se han ido realizando mejoras y actualizaciones. La decoración en colores y adornos infantiles hacen la delicia de los pequeños. Las trabajadoras están orgullosas del ambiente familiar. Por sus instalaciones están pasando varias generaciones de una misma familia gracias a la experiencia tan satisfactoria que han tenido.

Las educadoras apuestan desde hace años por juguetes artesanales que ellas mismas confeccionan. Tratan de comprar del menor número de juegos posible, porque consideran que «los fabricantes se lo dan todo hecho». Tenen gran éxito las botellas rellenas de bolitas, los objetos de chapa metálica con los que experimentan la sensación de frío, así como otros muchos objetos elaborados con maderas y papeles.

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