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Jorge F. Mendiola
Lunes, 21 de julio 2014, 09:48
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Animales en la ciudad hay muchos y de toda clase, pero son cuatro las principales especies consideradas semidomésticas precisan de la acción del hombre para alimentarse que conviven desde hace décadas en los parques de Cristina Enea, plaza de Gipuzkoa y palacio de Aiete. Pavos reales, patos mudos, ánades azulones y cisnes se mezclan con el resto de donostiarras y en el tiempo que llevan entre nosotros se han convertido en iconos de los recuerdos infantiles de varias generaciones.
El Ayuntamiento no sigue un control exacto de los ejemplares, pero los ataques de perros registrados en los últimos años que han obligado a limitar el acceso a los llamados parques históricos han animado al gobierno municipal a iniciar un seguimiento más exhaustivo. Con ello se pretende «controlarlos y protegerlos», según explica el concejal de Medio Ambiente, Axier Jaka, quien anuncia la próxima edición de una guía con la fauna que habita o descansa en la capital guipuzcoana durante sus viajes migratorios.
Los reyes de Cristina Enea
El pavo cristatus o pavo real común es un ave exótica que viene de India y en el parque hay diez: cuatro hembras, con dos crías, y cuatro machos. Este año han nacido algunos ejemplares que aún no están cuantificados, una misión «cargada de dificultades porque los animales suelen huir a Quirón, Ibaialde y el campus de Deusto cuando se asustan con los perros. Además, están adquiriendo costumbres asilvestradas como subirse a los árboles, un mecanismo defensivo».
Cuello azul o cuello marrón. Los ánades azulones (anas platyrhinchos) suman entre quince y treinta individuos y generalmente son sedentarios: están en Cristina Enea y no se mueven, aunque parte de la especie sí es migratoria. En invierno es habitual ver otros ejemplares detenerse en el río Urumea antes de continuar su camino hacia el sur. Los machos presumen de tonalidades azules y verdes en la cabeza.
Los cisnes de la memoria. En la plaza de Gipuzkoa hay dos ejemplares comunes (cygnus olor), macho y hembra, y un pato mudo o criollo (cairina moschata). «Tradicionalmente la población solía ser mayor», admite Jaka, pero «en la última revisión sólo se han contabilizado estos». En el palacio de Aiete únicamente se ha computado un cisne hembra.
¿Cómo llegaron hasta Donostia?
«Ésa es una pregunta que muchas personas se hacen», apostilla el concejal. Los pavos reales los trajo el propio departamento municipal de Parques y Jardines. La primera pareja aterrizó en 1977 procedente de Barcelona. «Los cisnes comunes también los introdujo el Ayuntamiento, pero los patos mudos y los ánades azulones los han traído particulares. También hay casos de ánades que llegaron de forma natural: en el parque están cómodos, la gente les da de comer y se han quedado», cuenta.
Comida, sí; animales, no. A estas especies semidomésticas se les puede echar comida porque el Ayuntamiento no se encarga de esa tarea. «La gente les da pan, lechuga, palomitas y gusanitos los críos, maíz, trigo... Gracias a ello y a sus propios hábitos alimenticios naturales lombrices, insectos, invertebrados... sobreviven en los parques», dice Jaka, quien advierte del riesgo de abandonar otros animales en estos hábitats.
«En la plaza de Gipuzkoa tenemos un problema con las tortugas de Florida y los peces naranjas (carpines dorados). Se los regalan a los niños y al final acaban en el estanque, algo muy perjudicial para el resto de la fauna. Son especies invasoras, producen un daño y cambian el equilibrio del ecosistema. En este caso afectan negativamente a los anfibios. Entiendo que la gente piense que está haciendo una buena labor, pero no es así porque perjudican a otros animales».
Belleza y conciencia
Los animales semidomésticos se introdujeron en origen por motivos estéticos. El pavo real es una especie muy vistosa y se ha convertido en el símbolo de Cristina Enea, pero para el gobierno municipal tienen su importancia por otros motivos. «Los parques urbanos son los primeros entornos donde la ciudadanía se relaciona con la naturaleza, la cantera donde uno se une, aprende y se puede sensibilizar con el entorno natural para en el futuro crear una conciencia crítica en torno a la biodiversidad y la conservación ambiental. No son meros animales estéticos: nos hablan de respeto y conocimiento».
Una pareja para el cisne. En principio el departamento de Medio Ambiente no se plantea aumentar la población de semidomésticos ya que «los parques urbanos no son su hábitat natural», pero tampoco descarta traer compañía masculina para el solitario cisne hembra del palacio de Aiete. «Mantener la población y protegerla mejor es el criterio que seguimos», asegura Jaka, quien señala un problema recurrente con los pavos reales.
«Es un núcleo pequeño de individuos que vive prácticamente aislado y no hay renovación genética, algo absolutamente necesario para que crezcan ejemplares sanos y competentes. Habrá que plantearse en algún momento la traslocación gracias a nuevas unidades con otro material genético». Lo que no se hace es reponer los animales que mueren. «De hecho puntualiza el edil, estas especies no deberían estar ahí, pero ya que están y la ciudad las quiere y estima es nuestra obligación cuidarlas».
Cuando había ciervos
Permanecen en la memoria colectiva, pero hay dudas sobre los motivos de su desaparición. Desde el propio parque cuentan así la historia: «En el año 1991 se procedió a la retirada de un grupo de ciervos que dañaban la vegetación de la zona en la que estaban recluidos, al aclareo de arbustos asilvestrados (fundamentalmente laurel) y a la plantación de arbustos de diferentes especies, persiguiendo con ello la obtención de una cubierta vegetal diversificada, la conservación del suelo y la creación de macizos estéticamente atractivos».
Jaka considera que «hoy no tiene sentido recuperarlos porque en otros lugares de Gipuzkoa existen entornos mucho más adecuados para estos animales».
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