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Cartel de la película. / Archivo
'Encierro': El miedo en 3D
cine

'Encierro': El miedo en 3D

El director Olivier Van der Zee, Enrique Urdánoz y Manuel Cristóbal han rodado una película sobre el encierro de Pamplona en visión estereoscópica

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 17 de marzo 2013, 08:43

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El cohete, la tensión, las primeras zancadas, la locura, la manada, las pezuñas arañando el suelo, los pitones acariciando las espaldas Todo sucede en segundos. Ni siquiera el ojo del corredor es capaz de captar más que algunos flashes sueltos de la carrera. El encierro se recuerda como las pesadillas obsesivas. Si se considera que cada día corren unas dos mil personas con dos mil razones distintas, muchas de ellas de orden casi místico, el encierro de Pamplona es un fenómeno imposible de retratar en su totalidad absoluta. Con todas esas dificultades se ha enfrentado 'Encierro. Bull Running en Pamplona', una película documental rodada en 3D que pretende acercar al mundo un acto tan loco como plástico y que mueve a millones de espectadores de todo el mundo cada mañana del 7 al 14 de julio.

El resultado es notable. En primer lugar, por el contenido sentimental o mental, que trasciende la barrera de tópicos que se han creado durante décadas alrededor del encierro intentando explicar lo inexplicable y acercarse a una tangente imposible, a los principios inconquistables del miedo y la valentía. A las raíces primarias del terror deseado, a la vida exultante que habita bajo las faldas de la tragedia. Para templar ese toro suelto de las motivaciones, el guionista y director Olivier Van der Zee se ha apoyado en algunos de los mejores corredores del encierro de Pamplona: el pamplonés Miguel Ángel Eguiluz, el guipuzcoano Julen Madina, el madrileño Francisco José Sánchez, el norteamericano Joe Distler o el galés Noel Chandlers.

Además de las razones del héroe anónimo, se explican además otras partes sustanciales de la fiesta de la mano del comentarista y corredor Javier Solano o el pastor y ganadero Miguel Reta. Entre todos, trazan un retrato más o menos aproximado, si no de la totalidad del sentimiento del encierro, que es inalcanzable, sí de la profundidad que alcanza ese abismo al que se miran cientos de personas en ocho mañanas de julio. Faltan, quizás, las referencias al encierro como una parte más de las fiestas de San Fermín, de la herencia de las tradiciones de un pueblo, pero ochenta minutos no son eternos.

Se trata de un retrato sincero y veraz, en todo caso. Más allá de poner los pelos de punta a los corredores y los amantes del encierro, el enfoque resulta didáctico y está abierto a ser de fácil comprensión para mercado de habla inglesa. Sin ser un panfleto para turistas. Si millones de gringos, australianos, ingleses y neozelandeses se chupan los dedos con la fiesta de San Fermín, ¿por qué no intentar explicarles en qué consiste?

Sangre, sí, pero no tanta

El encierro se siente, pero también se ve. En este sentido, el resultado es excelente. Los responsables de la película han grabado en 3D tres años de carreras en planos imposibles, entre ellos un travelling de 250 metros sobre la calle Estafeta que permite conocer los secretos del ballet salvaje de la cara del toro, los relevos de los corredores y las técnicas de carrera. La cornada y la muerte siguen siendo inevitables, pues sin su fría presencia no tendría sentido el encierro, pero no hay abuso. También hay sangre en la película, aunque la trama principal se apoya sobre lo que sale bien y no en lo que sale mal. Los espacios mínimos en la cara del toro y las carreras lanzadas adelante hacia el infinito de la calle resultan deliciosas. Ese es quizás, su punto fuerte sobre otros acercamientos.

Producida por Enrique Urdanoz y Manuel Cristóbal -cuatro premios Goya-, nadie se atreve a apostar en la difusión del documental, que ha costado un millón de euros. El estreno comercial se hará el 21 de junio, aunque probablemente pisará algún festival importante en España en primavera. De momento, fue candidato a varios premios Goya. Y sí, merece el gasto de la entrada.

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