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El primer ministro italiano Mario Monti, en Roma. / Efe
Espectáculo all'italiana
análisis

Espectáculo all'italiana

Italia reordena su escenario político tras anunciar Monti que dimite... y que concurrirá a las elecciones legislativas de febrero

ENRIQUE VÁZQUEZ

Jueves, 20 de diciembre 2012, 14:28

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Contra reloj y con un punto de suspense que da un interés adicional a la crisis, se está reordenando el escenario político italiano tras el anuncio de que el primer ministro técnico, Mario Monti, presentará su dimisión en cuanto se apruebe el presupuesto y concurrirá a las elecciones legislativas de febrero.

Realmente, esto no es hoy por hoy del todo seguro, pero desde ciertos medios (La Reppublica en cabeza y, con algo menos de rotundidad Corriere della Sera) se da por hecho desde que ayer Il professore Monti se reunió con sus potenciales aliados y parece haber encontrado suficientes apoyos.

Presentará lo que ya se llama 'Lista Monti', y podrá dirigir eventualmente el gobierno, pero no puede ser candidato a diputado por su condición de senador vitalicio. De hecho, presentará solo una lista para el Senado y tres para la cámara baja, todas de tonalidad centrista.

No se exigirá, pues, entre otras cosas porque no habría tiempo para hacerlo, la creación de un movimiento propio agrupado tras una sigla, de modo que cada uno irá como siempre a la lid electoral pero sus diputados darán apoyo a una eventual investidura de Monti, quien seguiría siendo formalmente un independiente.

Riesgos diversos

La reacción de Monti, ofendido con la decisión de Berlusconi, quien aún dispone del mayor grupo de la Cámara -276 de 630- de volver al ruedo político y amenazar con bloquear la aprobación del presupuesto, fue acompañada por una aparición en escena del presidente de la República, Giorgio Napolitano, visiblemente irritado con la maniobra del Cavaliere.

Napolitano, aunque sus poderes son limitados, se ha empleado a fondo para persuadir a los actores del drama de que su deber es mantener el calendario de aprobación de la Ley de Estabilidad (el presupuesto) y celebrar las elecciones legislativas el 24 de febrero. Berlusconi, sorprendido a su vez con la reacción del Quirinal, pasó de su primera intención, alargar la crisis y retrasar la elección porque su partido, Pueblo de la Libertad necesita tiempo para recuperarse, a la de proponerse como una voz también favorable a que Monti presida un gobierno político con tal de que deje fuera a los comunistas, como llama a menudo al Partido Democrático, el centro- izquierda.

Así las cosas, y adhiriéndose de hecho al esfuerzo, muy diversificado, de librarse de una vez de Berlusconi (lo que favorece incluso el Partido Popular Europeo, al que técnicamente pertenece) Monti comenzó a sopesar lo que parece mecanismo más coherente para su entrada en el ruedo político: atender la petición de los centristas católicos, empezando por Pier Ferdinando Casini quien, como jefe de la Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro, es el genuino representante de lo que queda de la vieja y otrora imbatible Democracia Cristiana.

La imposible aritmética

Se da por hecho que a Casini le acompañarán Gianfranco Fini (presidente de la Cámara y líder de Futuro y Libertad para Italia) y el poco definible Italia Futura, algo así como un grupo de presión, un think tank, liberal de centro, cuyo relieve, por ahora, es que se trata de una creación del acreditado Luca Cordero de Montezemolo, internacionalmente conocido como presidente de Ferrari.

Es evidente que todo esto junto no da ni remotamente una mayoría para Monti, lo que implica un riesgo: la imposibilidad de medir con relativa exactitud qué cantidad de votos de los partidos y las sensibilidades mencionadas irá a la Lista Monti que deberá contar con que algún voto berlusconiano caiga de su lado y algunos del centro-izquierda, también. Quedan, además, dos factores electorales indescifrables: la Liga Norte, separatista y con una agenda propia y tradicionalmente aliada con Berlusconi, y el extravagante partido del cómico Beppe Grilloo (Movimiento Cinco Estrellas).

La aritmética previsible es que la irrupción de Monti alterará sensiblemente los porcentajes y renovará el escenario, pero de ninguna manera le garantiza la presidencia de un gobierno de amplia base política porque, sencillamente, no la tiene. Es de subrayar que su buena imagen como competente administrador es más apreciada y subrayada en los ámbitos europeos y en la dimensión puramente financiera que en la calle

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