Katia, Rocío, Cristina, Belén... y Chumi

Su muerte tuvo un precio: 25,50 euros. Fue lo que le costó la entrada para la fiesta de Halloween. Terrorífica, sí. Pero su muerte tuvo también días interminables de agonía, de sufrimiento para su cuerpo y para sus padres y su hermana pequeña. Con su muerte, su nombre se suma a los de las listas que nunca deberían existir. Hace el de Chumi, el de María Teresa Alonso Vinateo, el quinto de un lista que encabezaron Katia, Rocío y Cristina y al que un par de días después se sumó Belén. Pero ella, como ellas, es víctima del cúmulo de despropósitos que sucedió aquella noche en el Madrid Arena. Ahora descansa en paz. Se ha ido solo un día después de que el juez acabara de contar entradas y más entradas: 16.791 para ser exactos. La suya estaba allí. La que fotografió y tuiteó apenas unas horas antes de acudir a un callejón sin salida. Porque para ella no lo tuvo.

Chumi, como la llamaban, como le gustaba que lo hicieran, era una chica normal. De las que no destacan por nada, pero que destacan por todo cuando no está. Tenía 20 años. Tenía, sí, porque su vida ya se narra en pasado. Era estudiante de segundo curso de Químicas en la Autónoma de Madrid. Repetía curso. No le gustaban los exámenes, como a casi todos. Y ella misma lo narraba en twitter, como casi todos. Le gustaba lo que a casi todos, estar con sus amigos, los realitis de la televisión y bailar hasta altas horas de la madrugada. Su vida era normal, anónima o no tanto, porque le gustaba compartir en las redes sociales sus inquietudes, sus fotos, su vida. Pero normal hasta que en la noche de Halloween se encontró frente a frente con la muerte. Un camino al otro lado que antes recorrieron Katia, Rocío, Cristina y Belén. A ella le costó irse. Permaneció en coma un mes en la UCI de la Fundación Jiménez Díaz. Este jueves a las 13.30 horas se corazón dejó de latir. Con Chumi se va su vida normal que dejó de serla cuando su cuerpo quedó atrapado y aplastado en ese túnel del Madrid Arena.