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Quim Torra visitó ayer las exposiciones sobre el bombardeo de Granollers en la Guerra Civil. EFE
El incierto destino del procés

El incierto destino del procés

Los nuevos actores del secesionismo no se acaban de definir y discrepan sobre la hoja de ruta de la actual legislatura catalana

CRISTIAN REINO

BARCELONA.

Lunes, 18 de junio 2018, 07:28

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No está siendo nada fácil para el independentismo armar un nuevo discurso épico y convincente después de que en la pasada legislatura quemase todas las naves -leyes de la desconexión, referéndum unilateral, proclamación de la república- y la apuesta terminase como el rosario de la aurora.

La incertidumbre se ha instalado en el secesionismo, que no acaba de definir cuál es la hoja de ruta a seguir para esta legislatura. «Atravesamos una etapa de compás de espera, de intentar resituarse, de coger aire», señala Joan Lluís Pérez Francesch, director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la UAB. «Estamos muy cabreados con el Govern y con la situación de laxitud que ha creado», afirma por su parte Josep Manuel Ximenis, antiguo alcalde de la CUP de Arenys de Munt, impulsor de la oleada de referendos en los municipios y del sector radical del independentismo.

En sus primeros pasos, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, se ha envuelto de retórica republicana y de discurso legitimista, aunque la realidad autonómica del día a día se va abriendo paso, lo que inquieta en la parte del secesionismo abonada el desafío permanente. El primer objetivo del mandato de Torra es recuperar el autogobierno perdido tras el 27-O y los meses de aplicación del 155. Pero en cuanto el presidente de la Generalitat tenga todas las herramientas autonómicas que tenían su antecesores, ¿en qué casilla situará la ficha del proceso soberanista? «El debate en este sentido está siendo muy intenso en el independentismo», afirma un alto cargo de la administración catalana. «Entre unos actores y otros del Ejecutivo, las discrepancias son muy fuertes», añade.

La llegada de Sánchez al Gobierno y su disposición a hablar han cogido con el pie cambiado al soberanismo

Puigdemont y los más radicales consideran que con Rajoy era más fácil mantener la tensión

La CUP y la ANC creen que la partida debe reiniciarse a partir de la misma noche del 27-O, cuando la bandera española no fue arriada del Palau de la Generalitat, después de la proclamación fallida de la república. Torra y Junts per Catalunya (JxCat) se comprometen a cumplir el «mandato democrático del 1-O», que según el relato soberanista es construir una república. Sin embargo, al mismo tiempo vuelven a reclamar un referéndum pactado con el Estado, por lo que de forma implícita reconocen que el del 1 de octubre no fue definitivo.

En uno de las pocos puntos en los que sí parece estar de acuerdo una mayoría del independentismo es en rechazar la oferta de los socialistas para retomar el Estatut de 2010 y renegociar los artículos que el Constitucional suspendió del texto. Pero Pérez Francesch no ve factible una nueva reforma estatutaria. «Es una pantalla muy superada para muchos», asegura.

El factor Sánchez

Pedro Sánchez es el factor que ha cogido al independentismo con el pie cambiado. De repente, se ha encontrado con que su discurso contra España y el relato de un Estado irreformable ya no cala tanto, pues se ha configurado un Gobierno feminista, que se ofrece a hablar y está dispuesto a dialogar.

El nuevo Ejecutivo socialista ha disparado las tensiones entre el PDeCAT y Puigdemont, líder del sector radical de JxCat. De entrada, los moderados han ganado la batalla, pues el expresidente de la Generalitat era partidario de no facilitar la investidura de Sánchez. Consideraba que con el PP era más fácil mantener el clima de alta tensión. Los más posibilistas del PDeCAT, con Marta Pascal y el grupo parlamentario del Congreso a la cabeza, son partidarios de abrir vías de diálogo con Madrid. También Esquerra está en esta dinámica y de hecho el vicepresidente de Economía ya ha abierto la puerta a que Cataluña se siente de nuevo en el Consejo de Política Fiscal y Financiera con el resto de comunidades autónomas.

La dirección de ERC, no obstante, está recibiendo fuertes presiones de las bases para que no renuncie a la vía unilateral. Los halcones del nacionalismo, en cambio, con Puigdemont y sus fieles de JxCat como punta de lanza, abogan por mantener la pugna con el Estado con la implantación de la república a través de la desobediencia. Se trata de seguir con el «farol», según la expresión de la exconsejera Clara Ponsatí, doblando la apuesta. «Sánchez nos beneficia», sostiene Ximenis, del sector duro, «porque mucha gente volverá a darse cuenta de que no hay nada que hacer con este Estado. Y que aunque la mona se vista de seda, mona se queda». Y añade que, aunque «se sabía que la declaración unilateral de independencia no era real», hay que seguir dando pasos porque «el proceso de independencia no será de un día para otro y hay que estar preparados para cuando la mayoría de la sociedad esté dispuesta a dar el paso definitivo». Torra coincide con este diagnóstico. El presidente de la Generalitat ha hablado estas semanas de buscar un nuevo «momento» que permita continuar con la obra de su antecesor. Torra no excluye la vía unilateral hasta que llegue una nueva oportunidad. Lo que no ha aclarado es qué quiere decir ese momento u oportunidad y si es un nuevo 1-O o un 27-O.

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