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«El final del terrorismo debe ser sin olvido y con memoria»

«El final del terrorismo debe ser sin olvido y con memoria»

Seis expertos consultados por DV explican que los pasos dados por ETA durante estos doce meses no han sido suficientes y que es necesario construir la paz sobre un terreno firme | Consideran que la organización terrorista ya es pasado y que la sociedad vasca ya vive desde hace varios años como si no existiera

iraitz vázquez

Domingo, 8 de abril 2018, 08:12

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Un año después de que se escenificara el desarme de ETA, poco o nada ha cambiado la situación. Es la tesis que mantienen los seis expertos consultados por DV que realizan una fotografía de estos últimos doce meses. La mayoría considera que fecha clave en la desaparición de la banda terrorista fue el anuncio del cese definitivo de la violencia en octubre de 2011. Hacen hincapié en que para la sociedad vasca la organización armada ya es pasado, y que aunque aún quiera interferir en la vida política de vasca, lo único que esperan es que cuanto antes anuncie su desaparición para dar carpetazo a más de cinco décadas de terror.

Las preguntas

  • 1. ¿Qué ha cambiado desde que el pasado año ETA materializara su desarme?

  • 2. ¿Pensaban que iba a pasar tanto tiempo entre el cese definitivo de la actividad terrorista, el desarme del pasado año y su previsible desaparición antes del verano?

  • 3. ¿En qué terminos sería asumible para la sociedad vasca el fin definitivo de la organización?

Iñaki Subijana (Presidente de la Audiencia de Gipuzkoa)

«El fin de ETA pasa por reconocer que fue injusto»

1 Desconozco qué ha cambiado en el mundo de ETA. Lo que sí constato es que la sociedad vasca camina por un carril en el que los conflictos políticos se debaten socialmente con crecientes márgenes de libertad y se resuelven en las instituciones que democráticamente nos hemos conferido. Se ha evaporado la capacidad de ETA de aterrorizar y su inquietante presencia ha desaparecido de la agenda diaria. Probablemente esta falta de visibilidad social haya provocado que ETA sea más consciente que nunca que es pasado y que si trabajamos bien las políticas de memoria, no tiene sitio en el futuro.

2 Cuando ETA anunció el cese definitivo de la actividad terrorista tuve la impresión de que como organización no había renunciado a ser un agente con una decidida vocación de interferir en los debates políticos. La renuncia a este papel hubiera exigido el anuncio, desde el inicio, de su disolución. Este primer y único anuncio hubiera trasladado el inequívoco mensaje de que desaparecía como una organización potencialmente activa en una comunidad con un número muy relevante de personas severamente victimizadas y un número no insignificante de personas anestesiadas por su existencia. Desde esta óptica de dosificación del tiempo al servicio de su visibilidad en el discurso público, no es extraño que hayan transcurrido casi seis años para el anuncio del desarme.

3 Con un escrupuloso respeto a la justicia debida a las víctimas del terrorismo de ETA en el marco de las exigencias de un Estado de Derecho. La justicia debida a las víctimas exige un relato que transmita que ETA y sus integrantes sembraron el terror por razones políticas, que reconozca que la macrovictimización generada por ETA fue radicalmente injusta y que incorpore el compromiso de sus integrantes de realizar todo lo posible para restaurar lo dañado. El Estado de Derecho precisa que se ventilen las responsabilidades jurídicas que procedan con todas las garantías del ordenamiento jurídico.

María Silvestre (Directora del Deustobarómetro)

«Para la sociedad ETA ya no significa un problema»

1 Ya hace años que la sociedad vasca no percibe el terrorismo de ETA como un problema social ni político. Los datos del primer Deustobarómetro en 2013 indicaban que tan solo el 3,3% lo mencionaba como uno de los principales problemas de Euskadi y en 2018 este porcentaje ha bajado al 0,9%, ocupando el último lugar. A nivel político sí creo que ha podido tener algo más de incidencia puesto que presupone el avance hacia su total desaparición y permite a los partidos articular discursos ideológicos en un clima de mayor convivencia y entendimiento.

2 Personalmente creía que iba a ser todo mucho más rápido. Recuerdo perfectamente el momento en el que me enteré del cese de la violencia por parte de ETA, sin embargo, no tengo tan presentes otros momentos posteriores, como la entrega de armas. Su completa desaparición, después de tantos años de actividad, es un proceso que necesita sus tiempos para que sea realmente definitivo y para poder afianzar un espacio político libre de violencia. Sin embargo, siete años es demasiado tiempo. Aunque la sociedad vasca no ha esperado tanto en dar por terminada esta etapa cruenta de la historia reciente.

3 Retomando el Deustobarómetro, observamos que las principales condiciones mencionadas por la sociedad vasca para que el proceso de paz avance son la autodisolución de ETA (52%), el acercamiento de los presos a cárceles vascas (45%) y el reconocimiento del daño causado por parte de los presos de ETA (44%). La sociedad vasca espera que el fin de ETA sea sin condiciones, sin contrapartidas, como punto y final de un proceso que ha sido demasiado largo. Para muchos sectores de la población ese final, de facto, ya ha ocurrido. A nivel político, están pendientes el acercamiento de los presos, el establecimiento de un clima de normalidad política que favorezca la convivencia y la reparación a las víctimas. Hay que construir la paz sobre un terreno firme, sin fisuras, que le otorgue garantías de continuidad.

Fabián Laespada (Exportavoz de Gesto por la Paz)

«Resulta absurdo celebrar o conmemorar nada»

1 Realmente, nada ha cambiado desde el año pasado porque ya todo cambió desde el 20 de octubre de 2011. Ha pasado un año y resulta absurdo celebrar o conmemorar nada de entonces. ¿Por qué? Porque fue la pantomima que montó el mundo que ha defendido la vía de la violencia para chantajear a la sociedad vasca. Como la inmensa mayoría de vascos llevábamos muchos años reclamando el final definitivo e incondicional de la violencia de ETA, lo del año pasado a muchos nos pareció un acto de cara a su galería, algo que lejos de incomodarles les reconfortara para seguir en su idea de que la violencia tuvo sus sentido.

2 No. Cualquiera podía pensar que si en 2011 decidieron declarar el final de su actividad terrorista, el proceso de disolución y punto final iba a ser más rápido, más «ordenado», tal y como dijera algún portavoz gubernamental. Da la impresión de que ETA y sus alrededores pretenden estar en boca de todos, alargan sus procesos 'ad infinitum' y la izquierda abertzale le aplaude, como si la cosa tuviera mérito alguno. A la mayoría de la sociedad vasca se la trae al pairo cómo quiera echar la persiana.

3 En términos de autocrítica. Si no son capaces de expresar que matar fue un error, que asesinar solo ha traído dolor, angustia y ruptura social; si no van a pedir perdón; si no van a tener el coraje de decir dónde enterraron a Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge Juan García después de haberlos matado; si no se prestan a resolver los más de 300 crímenes sin aclarar... si no recorren ese camino, la herida sigue abierta y la brutalidad ejercida contra las familias de las víctimas seguirá pesando. Por último, es radicalmente distinto salir de la cárcel arrepentido o enardecido por haberla practicado. La primera actitud crea convivencia; la segunda, la dificulta.

Xabier Etxebarria (Abogado de la 'vía Nanclares')

«Es lógico que este proceso lleve su tiempo»

1 Diría que no ha habido evolución alguna, que el fin de ETA está socialmente amortizado desde hace tiempo y que no ha producido efectos en la vida política. Del mismo modo creo que se espera ahora la disolución, como algo ya amortizado. En realidad la cuestión desde hace tiempo está en la memoria, el relato, y la verdad, justicia y reparación para las víctimas.

2 Es lógico que estos procesos lleven su tiempo. Si se compara con otros procesos, no se puede calificar de lento. Si finalmente se produjera, sobre todo debería ser significativo en relación con decisiones judiciales pendientes en materia de política penitenciaria, para los que evidentemente la inexistencia de ETA debe ser un dato fáctico con consecuencias jurídicas. Aunque también es cierto que en las recientes declaraciones del Ministro de Justicia se advierte que nuevamente pretenden mover la línea de meta que habían dibujado antes.

3 Creo que para la sociedad vasca ETA ya es pasado. Lo cual tiene sus aspectos positivos y negativos. La superación de esta fase de nuestra historia no debería basarse en el olvido, sino en la memoria. La formalización del final definitivo es quizás políticamente poco trascendente. Lo importante es si quienes iban en el mismo barco hacen o no una autocrítica ética y políticamente relevante para soltar ese lastre; que reconozcan que se equivocaron, que fue injusto y fue inútil; que se desvinculen de la historia de ETA. Si no, siempre seguirán siendo la fuerza política que apoyó matar para conseguir objetivos políticos.

Izaskun Sáez de la Fuente (Socióloga)

«ETA no parece dispuesta a irse sin meter ruido»

1 Si bien el desarme que ETA escenificó hace un año no fue completo y ello provocó durante un tiempo una fuerte polémica política y mediática, en estos momentos el quid de la cuestión está en la más que previsible desaparición de la organización terrorista para mayo o junio. En Francia se han producido ciertas modificaciones en la política penitenciaria con el acercamiento de presos de ETA a cárceles próximas a la frontera y este debate, que ha estado siempre presente y en especial desde la declaración de alto el fuego definitivo, se ha intensificado en España bajo la vigilante mirada de las asociaciones de víctimas, sin que, haya tenido repercusiones significativas.

2 En principio, parecía de sentido común vincular estrechamente ambos temas, pero ETA ha utilizado ese tiempo para intentar mantener su autoridad/ascendencia sobre los presos y reivindicar la legitimidad de su mortífera memoria. No parece dispuesta a irse sin meter ruido. Necesita (otra cosa es que lo consiga, incluso aunque sea un discurso y una liturgia para consumo interno) defender propagandísticamente la idoneidad de su estrategia terrorista. No se puede entender de otra manera el comunicado que con motivo del Aberri Eguna hizo público hace una semana para «honrar» a sus militantes por su supuesto «sacrificio» y «compromiso» y realizar una relectura épica de su trágica existencia desde el franquismo que no deje margen para interpretaciones en clave de derrota. Lo que evidencia, de nuevo, por si no éramos conscientes, que su abandono de la violencia responde a una lógica utilitarista o instrumental y no a un desmarque ético.

3 El fin definitivo de la organización no se va a dar porque ETA diga que desaparece. Su final para que sea asumible debe implicar garantizar los derechos de las víctimas de la violencia a la verdad, a la justicia y a la reparación. Aún queda mucho por hacer. Lo demuestra el hecho de que la autodenominada izquierda abertzale no haya reconocido públicamente el daño causado. Ha habido gestos de acercamiento a algunas víctimas y de participación en determinados homenajes, pero haciendo juego de equilibrios y sin traspasar lo que ella considera líneas rojas porque supondría tener que renegar de su propio pasado. Mientras no lo haga, tendrá una deuda pendiente, la cual, pese a su presencia institucional, les seguirá restando credibilidad democrática. Por otro lado, la sociedad vasca y sus instituciones deben responder activamente al deber de una reconstrucción crítica de la memoria, cada uno desde la función que desempeña: si hubo responsabilidad moral por acción o por omisión cuando ETA mataba, también la habrá si cedemos a la tentación de pasar página porque contribuiremos a una amnesia colectiva, sustrato para quienes quieren blanquear su historia criminal.

Respecto a los presos, acogerse a la legalidad penitenciaria (tal y como de facto muchos ya lo están haciendo) en un escenario sin ETA debería favorecer su acercamiento a cárceles próximas a sus lugares de origen en el marco de un horizonte de reinserción que debería estar ligado al arrepentimiento por el mal injustamente causado. Mal casan con dicho planteamiento los actos de homenaje a presos de la organización terrorista que acaban de salir de la cárcel.

Raúl López Romo (Historiador)

«Toca exigir memoria, dignidad, justicia y verdad»

1 No ha cambiado nada. El gran cambio se produjo en 2011, cuando ETA comunicó que dejaba de matar. Ahí se cerró un periodo y se inició otro, el del post-terrorismo. Desde entonces estamos enfrascados en un debate, que tendría que ser más elegante y sobre todo más riguroso, sobre qué y cómo recordar el pasado. En ese debate se debieran escuchar y respetar más las voces de los historiadores y de las víctimas.

2 Nadie podía prever los plazos. Ni siquiera estaba claro qué pasos darían; no lo sabían ni los propios. Esa dilación se explica porque ETA es una organización sin apenas capacidad operativa, acosada por la Policía, y que por tanto no ha hecho lo que quería, sino lo que ha podido para intentar garantizarse un final que pudiera resultar honroso para su gente. En realidad el desarme de ETA no se produjo hace un año, cuando escenificaron la entrega de unas pocas armas (ni siquiera todas las que les quedaban, según la juez Laurence Le Vert), sino a lo largo de varias décadas de lucha antiterrorista.

3 La sociedad vasca ya vive desde hace varios años como si ETA no existiera porque el leitmotiv de la banda era asesinar y dejaron de hacerlo en 2010. Frente a la tentación del olvido, ahora toca elaborar la historia del terrorismo, así como exigir memoria, dignidad, justicia y verdad para sus víctimas.

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