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Espejo borroso

La mirada ·

Urkullu y Ortuzar están en mejores condiciones hoy de zafarse de la presión por Cataluña, que hizo aflorar el debate en la asamblea nacional de hace dos semanas

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Jueves, 16 de noviembre 2017, 10:38

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Desde la escenificación de esa boda con cadáver que fue la DUI, la maniobra de Mariano Rajoy de aplicar el 155 con fecha de caducidad inesperada -la convocatoria de las autonómicas para el 21-D-, la huida de Carles Puigdemont a Bélgica y el arranque de la maquinaria judicial contra el resto de los dirigentes del procés, el escenario ha dado tal vuelco en Cataluña que solo los vascos muy incondicionales pueden seguir mirándose en el espejo catalán como si este continuara cristalino e incólume. El riesgo de contagio no es hoy el que podía parecer hace apenas tres semanas, aunque la intervención de las instituciones de autogobierno por primera vez en la España de las autonomías siga cortocircuitando el entendimiento en Madrid entre el Gobierno y el PNV; ya se verá, en todo caso, qué ocurre con los Presupuestos Generales del Estado a la luz de lo que suceda en las urnas y del levantamiento del 155 comprometido por Rajoy. Pero volviendo al contagio, son los propios independentistas los que están renunciando a encarnar un modelo creíble cuando reniegan de la unilateralidad a la que con tanto ahínco han atado su destino y el de sus conciudadanos y cuando se han avenido, sin resistencia numantina, a concurrir a las elecciones del 155. El PNV que avaló el referéndum del 1-0, pese a que no cumplía ningún estándar de la legalidad que los jeltzales jamás se han saltado, y la EH Bildu que ha amarrado a Cataluña su estrategia política han mostrado por momentos un compromiso más elegante hacia el procés que el exhibido por sus protagonistas directos, sometidos a sus cuitas personales y partidarias. De hecho, no se ha escuchado entre los peneuvistas una palabra más alta que otra contra Carles Puigdemont, pese a que su volubilidad frustró la tentativa mediadora del lehendakari.

El freno a la ruptura unilateral al que se ha visto forzado el secesionismo tiene el efecto inmediato de reafirmar la ‘vía vasca’ de Iñigo Urkullu frente a quienes la encuentran tibia dentro de su partido y frente a la presión creciente que pretendía ejercer la izquierda abertzale para realzar las potenciales contradicciones entre los peneuvistas. El EBB de Ortuzar y Urkullu están en estos momentos, y a la espera del desenlace del 21-D, en mejores condiciones de zafarse de ese marcaje interno y externo que cuando Puigdemont y los suyos optaron por ir a por todas y Rajoy respondió con el 155. Los peneuvistas salvaron, de hecho, su asamblea nacional del pasado 3 de noviembre -justo una semana después de que el Parlament declarara la república catalana- sin que trascendieran las diferencias de criterio que afloraron a lo largo del cónclave. Diferencias que pusieron sobre la mesa varios representantes del sector guipuzcoano, que leyeron en el turno de intervenciones un escrito favorable a apuntalar el compromiso soberanista del partido con la causa independentista. Fue el propio Ortuzar quien dio la réplica «con mano izquierda», según el relato de que dispone este periódico, y defendiendo el camino del pacto para Euskadi; lo que derivó, a su vez, en un debate en que tuvieron voz la presidenta de las Juntas guipuzcoanas, Eider Mendoza, y el portavoz jeltzale en el Congreso, Aitor Esteban. Nada se desmandó, pero el discurrir de la asamblea evidenció que las sensibilidades no unívocas tras la aprobación de la DUI y la aplicación del 155 estaban muy a flor de piel.

Dos semanas después, el vendaval ha levantado la alfombra de las miserias en Cataluña y se ha llevado por delante la eventualidad de una lista única secesionista. El contagio se diluye entre las sombras borrosas y distorsionadas que proyecta hoy el espejo catalán.

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