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Lucía Curtu, Pili Zabala, Elena Sánchez, Iñaki García Arrizabalaga y Jon Sánchez posan en un banco a la entrada de la biblioteca de la UPV en el campus de Donostia.
La memoria de la violencia se difumina entre los jóvenes

La memoria de la violencia se difumina entre los jóvenes

DV reúne a una víctima de ETA y otra de los GAL con tres jóvenes vascos para debatir un estudio de tres universidades que detecta lagunas sobre el pasado

Miguel Villameriel

Domingo, 22 de mayo 2016, 08:46

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Aunque pueda sorprender a las personas mayores de 30 años, una buena parte de los jóvenes vascos no tiene una noción muy clara de que lo que han supuesto décadas de violencia en Euskadi. La juventud que hoy llena las aulas universitarias, y más aún los adolescentes que estudian en ikastolas e institutos, no han vivido en contacto directo con las diferentes formas de violencia que se produjeron hasta que ETA decidió dejar las armas hace cuatro año y medio, por lo que carece también de las imágenes y sentimientos que se agolpan en la memoria de las generaciones anteriores, que vivieron durante años en una atmósfera marcada por la confrontación política. Esa difuminación de la memoria de quienes no vivieron el horror puede ser ley de vida, pero también es una realidad que ha quedado constatada en un estudio elaborado por las tres universidades vascas -UPV, Deusto y Mondragon-, a instancias del Gobierno Vasco. Tras trabajar con 300 universitarios, han concluido que los jóvenes perciben ya como algo lejano, casi histórico, una violencia con la que sus padres convivieron durante años como algo cotidiano.

  • los participantes

  • Iñaki García Arrizabalaga. 55 años.

  • Donostiarra. Su padre era delegado de Telefónica en Gipuzkoa y fue secuestrado y asesinado en 1980 por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, un grupo terrorista escindido de ETA. Es profesor de Empresariales en la Universidad de Deusto.

  • Pili Zabala. 48 años.

  • De Tolosa. Hermana de Joxi Zabala, secuestrado y asesinado por los GAL junto a José Antonio Lasa en 1983. Sus cuerpos no se encontraron hasta 12 años después. Estudió Odontología y en la actualidad da clases de Formación Profesional en el instituto Easo.

  • Elena Sánchez. 28 años.

  • Es de Lasarte-Oria y está licenciada en Ciencias Políticas y Sociología. Ha vivido en Berlín y Dublín. Trabaja en una academia de idiomas.

  • Lucía Curtu. 22 años.

  • De San Sebastián, estudia Educación Social en la UPV, en el campus de Leioa.

  • Jon Martín. 20 años.

  • Es de Oiartzun, estudia tercero de Comunicación en la Universidad de Deusto y trabaja como camarero. Vivió un tiempo en Londres.

Para tratar de poner cara y voz a esta evolución generacional, DV ha reunido a una víctima de ETA, Iñaki García Arrizabalaga, otra de los GAL, Pili Zabala, y tres jóvenes veinteañeros de diferentes edades para que dialoguen sobre su percepción de la violencia. La elección de las víctimas no es casual, ya que tanto García Arrizabalaga como Zabala vieron segada su juventud a causa del asesinato de un ser querido, actualmente son padres que quieren educar a sus hijos lejos de cualquier atisbo de odio y, además, conviven a diario con jóvenes por su condición de profesores. También han participado en charlas en colegios para dar a conocer a los más jóvenes las trágicas consecuencias de la violencia.

Encontrar a tres jóvenes que quisieran participar en el reportaje no fue tan sencillo, porque una consecuencia de esa desconexión con el pasado violento es que los universitarios no tienen ningún interés en hablar de algo que ya no va con ellos. La solución vino gracias a la implicación de tres jóvenes que han participado en actividades relacionadas con la paz organizadas por el Consejo de la Juventud de Euskadi. Ellos son Jon, oiartzuarra de 20 años; Lucía, donostiarra de 22; y Elena, lasartearra de 28.

El encuentro tiene lugar en una de las salas de la biblioteca Carlos Santamaría del campus de la UPV en Donostia. Pili Zabala e Iñaki García se conocen personalmente porque han compartido iniciativas destinadas a las víctimas del terrorismo, pero es su primer contacto con Jon, Lucía y Elena.

Para romper el hielo del debate, los jóvenes empiezan a relatar sus escasos recuerdos sobre la violencia. Si hay un acontecimiento que los tres tienen grabado en la memoria es el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997. Jon explica que apenas tenía tres años cuando ocurrió, pero que su madre y otros vecinos de Oiartzun convocaron una concentración de protesta en la plaza «y apenas acudieron diez personas». A Lucía también le impactó la noticia del asesinato de Blanco, aunque sólo tenía cuatro años. «Es mi primer recuerdo: íbamos en el coche de vacaciones y, cuando la radio dio la noticia, mis padres pararon el coche y se pusieron a llorar, diciendo 'no puede ser'».

Elena estaba viendo una película de dibujos animados en casa cuando se interrumpió la emisión para anunciar que habían encontrado a Blanco, con dos disparos en la cabeza, en una arboleda de Lasarte-Oria. «Me impactó que fuera en mi pueblo», apunta. A sus 28 años, ella conserva algunos recuerdos más: «He visto quemas de contenedores y autobuses, también he visto a ertzainas abrirle la cabeza a unos manifestantes. Recuerdo que en la ikastola, cuando había un atentado, nos daban la opción de debatir de lo que había ocurrido durante una hora de clase. A veces se respiraba tensión».

Contraste generacional

Las experiencias de Pili Zabala e Iñaki García son mucho más dramáticas. Ellos vivieron en carne propia el horror del terrorismo. Pili aún se emociona al contar la desaparición y asesinato de su hermano, Joxi Zabala, a manos de los GAL: «Mi primer recuerdo es de 1981, cuando la Policía vino a mi casa a buscar a mi hermano. Los siguientes son cruzando la muga hacia Iparralde con mi madre para visitar a mi hermano, que había pasado al otro lado. Me acuerdo de que pasábamos la frontera con mucho miedo. La próxima imagen me lleva a 1982, cuando la Guardia Civil irrumpió en nuestra casa de madrugada apuntándonos con sus metralletas. Tenía 13 años». Continúa relatando que «lo más dramático llegó cuando Joxi y José Antonio (Lasa) desaparecieron. Entonces tenía 15 años, pero esa angustia me duró hasta los 27, porque sus cuerpos no se encontraron hasta 12 años después. Eso fue lo más duro. En ese tiempo, recuerdo el dolor que me producía cada asesinato».

Pili añade también algunas imágenes sobre «otras formas de violencia». «Recuerdo también los autobuses, contenedores y cajeros quemados. De hecho, una vez unos encapuchados me obligaron a salir de un cajero antes de calcinarlo. Tampoco podré olvidar nunca el apaleo que sufrimos por parte de la Er-tzaintza cuando fuimos a enterrar a mi hermano al cementerio...».

Los tres jóvenes escuchan sin pestañear, cuando llega el turno de Iñaki García Arrizabalaga. «Con 19 años recién cumplidos, mi padre fue secuestrado y asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, una especie de escisión de ETA. Dos jóvenes algo mayores que yo, de 23 años, lo secuestraron, lo ataron a un árbol y le pegaron dos tiros en la nuca. A mí aquello me cogió en una época malísima y mi reacción fue muy visceral. Me metí en una espiral de odio de la que sólo pude salir cuando me fui de Erasmus a Londres. Gracias a la distancia, pude reflexionar y me di cuenta de que esa gente no sólo había asesinado a mi padre, sino que también estaba arruinándome la vida a mí».

Relata que su vuelta a Donostia no fue sencilla -«en el camino de casa a la universidad podía encontrarme con diez pintadas de 'Gora ETA' y muchas mañanas mi bici aparecía con un cartel que justificaba el asesinato de mi padre»-, pero hizo un esfuerzo para salir de ese bucle y empezó a implicarse en grupos por la paz y la reconciliación, una senda que no ha abandonado desde entonces.

Comienza el diálogo

Una vez hechas las presentaciones, los participantes en el debate empiezan a intercambiar impresiones.

-Pili: A mí me dolía muchísimo la soledad con la que vivíamos todo aquello. Nadie se te acercaba.

-Jon: Me sorprende oír que os sentíais tan solos. ¿El resto de la gente tenía miedo a acercarse a vosotros?

-Pili: Si yo me hubiera acercado a un determinado sector que me podía proteger, supongo que me habría sentido más arropada, pero no me gusta acercarme a alguien si no creo en lo que defiende. Nunca he creído que la violencia sea una forma de solucionar nada, y me dolía oír que se defendieran algunas cosas delante de mí. Tampoco me gustaba que en las manifestaciones para pedir la liberación de Lasa y Zabala se acabase gritando 'gora ETA'.

-Elena: Cuando era adolescente, recuerdo que sólo hablaba de este tema cuando sabía lo que pensaba la otra persona y estaba más o menos de acuerdo. Nosotros hemos sido una generación más cómoda, porque muchos jóvenes han hecho una identidad con esto muy a la ligera, sin haber vivido los años duros. A pesar de ello, he conocido a gente de mi edad que se mostraba muy contundente.

-Lucía: En mi cuadrilla no se ha hablado nunca de este tema, alguna vez mis padres me han contado alguna vivencia, pero poco más. En el colegio tampoco tocamos nunca el tema de la violencia. ¿Cómo no va a haber desconocimiento si no se habla de ello? Al final te queda un recuerdo muy difuminado.

-Jon: Supongo que la razón por la que nuestros padres tampoco nos hablan demasiado de esto se debe al miedo que han pasado, que ha conllevado un silencio que se ha proyectado hasta nosotros.

-Iñaki: Yo tengo dos hijas de 14 y 12 años. Nunca les he ocultado lo que pasó, pero tampoco se lo he contado con pelos y señales. Si preguntan, les cuento. De todas formas, creo que los jóvenes de ahora no son conscientes de lo que es una sociedad paralizada, adormecida o atenazada por el miedo. Aquí ha habido mucho miedo y gente que no ha reaccionado por el temor del qué dirán. Yo viví en mis carnes esa soledad: en los 80, ninguna institución, literalmente ni dios, se acercó a mi familia para interesarse por nosotros. La norma, si asesinaban a un familiar, era marcharse de Euskadi . Afortunadamente eso es algo que no habéis vivido, ese fervor casi religioso con el que se vivía la política... Todo esto no es ciencia ficción, sino historia relativamente cercana.

-Pili: Para que vosotros lo podáis entender, lo resumiría en que había mucho fanatismo. ¿Cómo se podía defender que se pudiera matar a una persona? Yo eso nunca lo he podido entender. Tampoco las miles de personas torturadas que hubo por la Guardia Civil y la Policía. Y eso todavía está un poco diluido. A mi hermano, antes de asesinarlo, le tuvieron cerca de tres meses torturado. ¿Qué persona pueda aguantar cerca de tres meses de torturas? Y aquí eso existió, de la misma forma que se dieron otras barbaridades. Para mí era como una puñalada cuando un conocido me decía: 'Si a tu hermano le han matado, será que algo habrá hecho'. Independientemente de lo que hiciera mi hermano, que por cierto nunca fue juzgado, ¿cómo va a estar bien hecho algo que está mal? Es una cuestión de derechos humanos, y yo sentía los derechos humanos de mi hermano y los de cualquier persona asesinada.

-Lucía: Aunque tengas una idea general de las cosas que han pasado, impacta escucharlo tan directamente. Yo tengo 22 años y algo de esto llegué a ver cuando era pequeña, pero supongo que mis hermanos de 19 y 16 años alucinarían un poco si escucharan estas historias. Si yo apenas tengo recuerdos, imaginaos ellos, que ni siquiera lo vivieron.

-Pili: Mi hija mayor tiene 12 años y el pequeño, 9. Saben un poquito de lo que pasó, pero nunca les he contado todo. La realidad es demasiado cruda como para dilapidar su inocencia de esa manera. Sobre todo, intento que sean personas amplias de espíritu, de buen corazón y que sepan diferenciar entre el bien y el mal. Pero sí creo importante que en el futuro conozcan lo que pasó.

-Elena: No me parece grave que los jóvenes recuerden o no lo que pasó, pero sí me parece necesario sostener una memoria que sea capaz de que cada persona pueda expresar su dolor por lo que ha vivido, para que podamos sanar las heridas. No podemos meter las cosas debajo de la alfombra y decir 'aquí no ha pasado nada'. Como personas, como familias o como pueblo, es legítimo que reconozcamos socialmente que la gente pueda expresar su dolor. Y que lo entendamos como parte de todos nosotros, aunque no nos haya tocado directamente. Es algo clave para la salud de una sociedad.

-Pili: Eso es, por la salud mental de una sociedad.

-Elena: Es que es muy triste decir que preferimos no hablar de todo esto con los amigos porque podría dolernos lo que defienden. ¿Qué dice eso de la calidad de las relaciones que tenemos y de la libertad con la que nos expresamos?

-Jon: Tenemos que conocer estas historias para que no vuelvan a suceder. Mis abuelos fueron niños de la guerra y tuvieron que exiliarse a Francia durante el franquismo. Cuando me cuentan su historia, siempre piden que no vuelva a pasar algo así.

Educación y prevención

-Pili: Para mí lo más importante es la educación y la prevención, para que ningún joven pueda plantearse cometer un crimen o justificarlo en el futuro. ¿Hay alguna causa que justifique la muerte de una persona? Yo creo que no. Es importante conocer la historia y saber qué comportamientos han sido erróneos y han favorecido esa rueda de dolor. Llegamos a asumir que era cotidiano algo que nunca debería haberlo sido.

-Iñaki: El tiempo corre en contra de todos para el mantenimiento de la memoria. Veo que queremos pasar página demasiado rápido. Un grupo de víctimas hemos participado con nuestro testimonio en centros educativos, pero llegamos a donde llegamos, es una iniciativa a pequeña escala. Una inmensa mayoría de los jóvenes no ha escuchado nunca un testimonio de este tipo. Por eso no me extraña que en el estudio que se ha hecho en las universidades vascas haya jóvenes que pregunten qué eran los GAL o la kale borroka. Estamos amortizando demasiado rápido lo que ha ocurrido, aunque puede que sea un mecanismo de defensa. Ha sido tal el dolor que ahora preferimos correr un tupido velo y, a lo mejor, necesitamos que pase un tiempo, quizá una o dos generaciones, para hacer una reflexión crítica.

-Pili: Las heridas aún están recientes, pero hay que incidir en la educación. Hay que tener una conciencia moral clara y para eso es importante la transmisión de la memoria.

-Elena: Yo estudié en Berlín y, en Alemania, toda la historia del nazismo está muy presente en los colegios y las universidades...

-Jon: En la juventud actual hay una idea bastante extendida del respeto a los derechos humanos, por lo que, desde ese punto de vista, el riesgo de que algo así pudiera repetirse me parece menor. Hace unos años, si se planteaba un debate de este tipo en el colegio, la gente se dividía en un bando o en otro. Ahora percibo mucha más capacidad de dialogar. Además, ya no se habla de violencia, sino de construir, de cambiar las cosas a mejor. Nadie se plantea ya coger una pistola para defender sus ideas.

-Pili: No creo que algo así se pueda repetir, pienso que hoy ningún joven estaría dispuesto a coger un arma, al igual que los últimos cinco años no ha habido ninguna denuncia de torturas en comisarías, que también es un dato importante. Todas esas cosas favorecen y suponen una ganancia en derechos humanos.

-Iñaki: No sólo es importante conocer el pasado para que no se repita, siempre será positivo que los jóvenes sepan de dónde venimos.

-Pili: Para los jóvenes suele ser fácil empatizar con las víctimas cuando les cuentas tu historia, muchos se emocionan al escucharme en un aula, por ejemplo. Puede que no vayan a ir a buscar lo que sucedió a los libros o a internet pero, si conectan contigo desde un punto de vista más humano, sí consigues llegar a ellos.

Elena, Lucía y Jon asienten después de vivir una experiencia en la que han sentido esa capacidad de empatizar con las víctimas del terrorismo. Miran hacia adelante con la esperanza de un futuro mejor, pero no se puede decir que, al menos estos tres jóvenes, 'pasen' de lo que vivieron sus mayores.

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