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Felipe VI, trabajando en su despacho.
Las preocupaciones del Rey

Las preocupaciones del Rey

Habla del paro, de la unidad de España, de la corrupción, da las gracias a su padre... Ni una palabra de Cristina. En su primer año ha pronunciado 86 discursos, todos supervisados por el Gobierno, que puede modificarlos

YOLANDA VEIGa

Sábado, 13 de junio 2015, 12:26

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La diferencia es de forma, no de fondo. Un 'usted' por un 'tú'. Don Juan Carlos tuteaba a los presidentes iberoamericanos, Felipe VI mantiene una distancia afectuosa. «Gracias por su gentileza», arrancó el Rey su intervención en la última Cumbre Iberoamericana, celebrada en diciembre en Veracruz (México), en el ecuador de su primer año de reinado, que se cumple el 19 de junio. Desde el discurso de proclamación (26 minutos interrumpidos por aplausos en cinco ocasiones) hasta hoy, ha pronunciado 86. Una lectura detenida (están en la web de la Casa Real) sirve de termómetro para saber qué le preocupa.

¿De qué habla el Rey?

Del paro, que es un asunto obligado. De la juventud, de la crisis, de la solidaridad, de la emigración... de asuntos sobre los que no hay mucho debate. No lanza mensajes fuertes y no puede concretar demasiado o tomar partido. Incluso cuando habla de una España unida lo hace de forma blanda, sin romper con nadie ni criticar a los partidos nacionalistas, insistiendo en la idea de que aquí cabemos todos -resume José Apezarena, experto el asuntos de la monarquía-.

La unidad es un tema recurrente en sus discusos. Hizo especial hincapié en el Campoamor en la entrega de los últimos Premios Príncipe de Asturias, los primeros que entregó ya como Rey: «Los españoles ya no somos rivales, somos protagonistas del mismo camino». «Queremos una España alejada de la división y de la discordia», añadió aque día. En Cataluña hace campaña cada vez que va. Va mucho, diez veces en un año. «Ir allí y decir: 'Barcelona, Cataluña y España' lo hacen pocos», le reconoce Alfredo Rodríguez, exdirector de Protocolo del Ministerio de Defensa. Lo dijo en el brindis del centenario de Freixenet: 'Su cuna barcelonesa y su corazón profundamente catalán, han sido señas de orgullo español'. También al País Vasco en las dos ocasiones que lo ha visitado en este tiempo: 'Bilbao ha sido cuna de algunos de los mejores industriales de la historia de España'.

«Es un tema que le preocupa, lo remarca en muchas ocasiones, de forma directa, al grano. Pero como diciendo: 'Las cosas no se solucionan a la tremenda'». Lo ha dicho en catalán -«tiene un acento estupendo»-, en euskera y en gallego, «guiños» locales con los que quieren «ganarse un hueco» que su padre ya tenía.

Estos detalles los tiene dentro y fuera de España. Se dirigió en francés a la Asamblea Nacional de París, en inglés a los responsables del Instituto Internacional de Educación en Nueva York y leyó unas palabras en portugués en la Cumbre Iberoamericana. Allí todos los gestos son pocos. «Los países del ámbito bolivariano no nos quieren a los españoles». Sentimiento, añade Alfredo Rodríguez, «que se ha ido acrecentando a partir del primer Gobierno de Aznar y que tuvo continuidad con Zapatero, que dejó de ir». Aunque más que la cosa lingüística, lo que le da aval al Rey son las relaciones que consolidó su padre. «Salvo Chávez, a Juan Carlos le querían todos. Felipe ha sido inteligente al mencionarles en los discursos ('permítanme que les transmita su recuerdo, lleno de afecto'). Además, les suele recordar que ha acudido a todas las tomas de posesión de los presidentes», incluida una celebrada un 1 de enero, la de Dilma Rousseff, Brasil.

Reunirse «con republicanos»

Don Felipe no se olvidó de la conexión latinoamericana en su proclamación, cuando aludió a los «vínculos» de España con Europa, los países iberoamericanos y el Mediterráneo, Oriente Medio y los países árabes. «No mencionó Estados Unidos, ni África, ni el sudeste asiático y eso no es casual. En el plano de las relaciones internacionales transmite los mensajes que le convienen al Gobierno», advierte Alfredo Rodríguez. El Ejecutivo de Rajoy (y los anteriores) no solo da el visto bueno a la agenda del Rey, también lee sus discursos. Y puede cambiarlos. «El Gobierno tiene la consideración o no de hacer consideraciones», confirman en la Casa Real.

¿Habrá sido 'consideración' de Rajoy lo de Pablo Iglesias? Fernando Rayón, experto en cuestiones de la realeza, cree que don Felipe «se tenía que haber entrevistado ya» con el líder de Podemos. Pero hasta que tenga representación parlamentaria (ya la tiene en las cámaras regionales) deberá conformarse con el encuentro casual, como el de Bruselas, cuando Iglesias se saltó el protocolo y le entregó el pack de 'Juego de Tronos'. De lo contrario podrían acusarle de «favoritismo», dice Apezarena. «No puede hacer gestos con los que el Gobierno no esté de acuerdo. Si abre la puerta a Iglesias o a Albert Rivera, ¿por qué no al Partido Animalista, a Vox...?».

Quizá lo haría si pudiera. Porque sus gestos delatan que quiere llenar de contenido la expresión 'Rey de todos los españoles'. Asistió a una corrida de toros, a la que no es aficionado; él y la Reina han lucido en la muñeca la pulsera amarilla por la racionalización de los horarios; la primera recepción en el Palacio Real fue a las asociaciones solidarias (era la primera vez que recibían al colectivo de gays y lesbianas)... «Y estoy seguro de que le encantaría reunirse también con republicanos». El comentario lo hace Rayón dos días antes de que Felipe VI inaugure en París el 'Jardin des combattants de la Nueve', en homenaje al batallón mayoritariamente español (149 de 160 soldados) que liberó la capital francesa del yugo nazi en 1944. A propósito de esto, los expertos recuerdan que en un acto en Burgos una mujer que se declaró republicana le abordó «y él la escuchó». Su padre también lo hacía. «En una visita a México, Juan Carlos tuvo un detalle con la viuda de Manuel Azaña, último presidente de la República, y en La Zarzuela ha recibido a Esquerra y a Pilar Rahola, que fue a visitar 'al ciudadano Borbón'. Forma parte de la normalidad democrática».

El Rey Juan Carlos dijo en su discurso de Navidad de 2011 que «la justicia es igual para todos», en alusión a Urdangarin. Don Felipe dice que «la honestidad de los servidores públicos es un pilar básico», pero no menciona jamás a su hermana, la infanta Cristina. ¿Tendría que hacerlo?

No, él no tenía ninguna responsabilidad en eso. Estaba su padre -zanja Alfredo Rodríguez-.

«Se le entiende mejor»

Con él (con su padre) ha marcado distancias (menos coches oficiales, una rebaja del 20% en el sueldo...), pero sin romper. «La idea es construir una España renovada, pero no nueva. Entiende que don Juan Carlos fue el motor del cambio, de la recuperación de las libertades. Y no quiere desligarse», interpreta Álvaro Ferrary, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra. De hecho, don Felipe a menudo se acuerda de él en sus discursos: 'Quiero rendir un homenaje de gratitud y respeto hacia mi padre (...) me permitirán que agradezca a mi madre una vida de trabajo impecable'. También habla de sus «queridas hijas», una expresión que «le humaniza» porque «se expresa como un padre y baja del pedestal ».

Un equipo de asesores le ayuda a redactar los textos y también tiene voz la Reina, «que opina y asiste a las reuniones». «El Rey ensaya los discursos con ella y se aprende párrafos de memoria. Lee menos que su padre, usa un lenguaje más cercano, se le entiende mejor», asegura José Apezarena.

La Reina es «buena profesora». ¿Y él alumno?

Se le ha comparado con Obama en su calidad de manejo del lenguaje corporal. No gesticula mucho, sincroniza bien los brazos con el discurso... Quiere transmitir cercanía y conciliación -analiza José Luis Cañavate, presidente de la Asociacion de analistas de comportamiento no verbal-.

Le ve «demasiado perfecto» y no le ha pillado en un renuncio. «Controla la empatía en situaciones de tensión, como con el regalo de Pablo Iglesias o la pitada al himno en la Copa del Rey», traza el perfil Cañavate, que ve significado hasta en la barba. No es moda ni coquetería: «Transmite respeto, madurez y liderazgo».

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