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Ana Botella.
Una alcaldesa siempre en el punto de mira

Una alcaldesa siempre en el punto de mira

A la sombra de Aznar, Ana Botella, que se hizo cargo en 2011 de la ciudad más endeudada de España, fracasó en la gestión del Madrid Arena y en la candidatura para los Juegos Olímpicos

redacción

Martes, 9 de septiembre 2014, 18:30

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Antes de llegar a la Alcaldía de Madrid, Ana Botella Serrano (Madrid, 1954), estaba a la sombra de Aznar. Pero hacía mucho más que cuidar a sus tres hijos y rumiar su salto a la política. Nacida en una familia tradicional de 13 hermanos, conservadora y profundamente católica, siempre se destacó de ella su defensa de los valores católicos y de la institución del matrimonio (ella dio el 'sí quiero' a Aznar con solo 23 años y su hija Ana, con apenas 21).

En cualquier caso, su vida comenzó a cambiar, y a centrarse en la política, en 2003, cuando Alberto Ruiz-Gallardón (en lo que muchos consideraron como un intento de ganarse los favores de Aznar) la llamó para que figurara en sus listas al Ayuntamiento de la capital de Madrid. Ocho años permaneció Botella como concejal hasta que, tras una serie de carambolas, hace 987 días, dio el gran salto de su vida.

Era el 22 de diciembre de 2011. Ese día, Gallardón, entonces alcalde, fue elegido por Mariano Rajoy para la cartera de Justicia en su Gobierno y Botella, que desde junio de 2011 era segunda teniente de alcalde y concejal de Medio Ambiente y Movilidad, se convirtió la alcaldesa de la ciudad. Pero el caramelo tenía veneno: se hacía cargo, en lo peor de la crisis, de la ciudad más endeudada de España, con 7.500 millones.

Desde entonces, su andadura fue un camino de espinas. Uno de sus grandes fracasos fue la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos del 2020. En septiembre de 2013, en Buenos Aires, Madrid fue eliminada en primera ronda por Estambul y Tokio y para la historia quedó el discurso de Ana Botella, que en un inglés muy mejorable acuñó ya para siempre la frase "relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor".

Huelga de basuras

Pero sin duda, el asunto que más mermó su prestigio fue la gestión del suceso en el Madrid Arena, el 1 de noviembre de 2012, en el que murieron cinco jóvenes. "Los recintos son seguros en tanto se respetan las normas de seguridad. En caso contrario se convierten en inseguros y eso da lugar a situaciones trágicas como la que se produjo", explicó posteriormente Ana Botella, muy criticada por viajar en los días posteriores a la tragedia con su marido a un spa en Portugal.

La huelga de basuras en noviembre de 2013 supuso otro varapalo enorme para la alcaldesa. Los ciudadanos de la capital se cansaron del hedor de los contenedores y llevaron su frustración hasta las redes sociales, haciendo del hashtag #madriddaasco 'trending topic'. Precisamente, la visión que tienen los madrileños de su alcaldesa es la de una caricatura convertida en objeto de todas las bromas, casi siempre hirientes. Su valoración en las encuestas siempre ha sido mínima.

La última polémica todavía colea. La muerte en Madrid de dos personas por culpa de ramas caídas también se le achacó a Botella, que ha encargado una inspección de los dos millones de árboles de la ciudad.

Discreción, ópera y libros

Más allá de la política, la discreción ha sido la nota predominante en la vida de Ana Botella. No habla en entrevistas de su lado más personal y no es de las de andar de acá para allá. Sus obligaciones en la Alcaldía limitaron los constantes viajes que realizaba a Londres para ver a su hija Ana Aznar Botella, casada con Alejandro Agag, y a sus nietos.

La ópera es otra de sus grandes pasiones. Y ha hecho sus pinitos en la literatura. Tras dejar Aznar la presidencia escribió 'Mis ocho años en la Moncloa'. Luego coordinó dos recopilaciones de cuentos infantiles. Hasta se atrevió a narrarlos en CD. O a 'resbalar' con una cita de fábula: «La Cenicienta es un ejemplo por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar, busca consuelo en el recuerdo de su madre».

Clásica en el vestir, «pero no es una mujer Chanel». Y siempre dispuesta a sorprender. Lo hizo con su estilismo en su primer acto oficial como alcaldesa. «Llegó con minifalda y botas altas. ¡Nos dejó pasmados!».

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