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Bosques frondosos en la Selva de Irati.
Irati, perdidos en la selva

Irati, perdidos en la selva

La sonoridad de su nombre, su idea de frontera, de territorio casi intacto al alcance de la mano, los senderos casi perdidos... hay algo mágico en estos bosques navarros

GAIZKA OLEA

Lunes, 17 de agosto 2015, 11:00

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Irati, la selva, es mucho más que un lugar. Es la sonoridad de su nombre, su idea de frontera, de territorio casi intacto al alcance de la mano, los senderos casi perdidos... Hay algo mágico cuando te internas en el hayedo, esa sensación de regresar a un lugar que conocimos en algún momento de una vida pasada. Da igual, lo importante es buscar el camino adecuado a nuestra condición física y a nuestras ganas de explorar los límites del cuerpo. Te ofrecemos cuatro recorridos, en orden creciente de dificultad, aptos para cualquiera que pueda cargar con las bolsas del hiper hasta un cuarto piso. Y si has calculado mal, basta con dar media vuelta. Las rutas tienen como base Roncesvalles, más variadas que las que parten desde Otsagabia, al este. Te aconsejamos que lleves buen calzado y agua y adquieras en las oficinas de información el mapa con los diferentes recorridos de Irati, para que te pierdas y luego sepas encontrarte.

Por Los Paraísos

Este sendero parte del aparcamiento alto (hay dos, tienes que elegir el segundo) situado junto al embalse de Irabia, al que se llega tras pasar por el puesto de los guardas de Arrazola. Llaneas por la pista que rodea el pantano y, siguiendo las señales, te adentras en el hayedo para descubrir algunas de las zonas de bosque mejor conservadas. Apenas encontrarás dificultades mientras avanzas a media ladera, y según ganas altura te toparás con excepcionales vistas de la lámina de agua y de la selva. El camino te llevará finalmente a la pista, desde la que sólo tendrás que regresar al lugar donde quedó el coche.

Longitud: 4.600 metros. Desnivel: 110 metros.

El haya de tres brazos

El sendero parte del área de acogida de Arrazola y, siendo muy sencillo, es completamente diferente al anterior. El recorrido remonta un arroyo hasta cruzar la pista y adentarse en el bosque, que más tarde deja paso a las praderas. Entre hayas y bojes, descubrirás ejemplares monumentales como el haya de tres brazos, calificado como monumento natural, y la sima bien protegida de Ambuloatz. En la parte elevada del recorrido obtendrás el premio de unas vistas extraordinarias, como el alto de Azalegi, nuestro próximo objetivo... si tienes ánimos. Si te sientes cansado, regresa por la pista al punto de información de Arrazola.

Longitud: 6.000 metros. Desnivel: 190 metros.

Subida a Azalegi

Esta ruta comparte con la anterior parte del recorrido (el que avanza junto al arroyo). Si te sientes con fuerzas, asciende por la ladera porque tienes premio asegurado. Es una subida que hace sudar al comienzo, pero en cuanto alcances los prados descubrirás que merece la pena. Las vistas sobre la selva son espectaculares y más aún cuando descubres los primeros Pirineos. Hacia el este se halla el mítico Ori, el primer dosmil. Camina sin posibilidad de pérdida hacia la cima, entre ovejas, caballos y vacas y tómate tu tiempo al hollar el Azalegi. Luego desciende por la ladera opuesta (está muy bien indicada), de regreso al bosque, a la ermita de San Esteban y, nuevamente, al área de información de Arrazola.

Longitud: 6.000 metros. Desnivel: 350 metros.

La torre romana

Este recorrido bordea la selva de Irati y es más exigente, pero una persona sana y sensata puede cubrirlo. Decimos lo de la sensatez porque sabemos que si te sientes cansado o se cierne la niebla, darás media vuelta. La ruta parte del refugio de Azpegi, al que llegas tras atravesar Orbaizeta y las ruinas de la fábrica de armas. Podrías dejar el coche más arriba, en las praderas, pero es desaconsejable: piensa en percherones de media tonelada de puro músculo rascándose con el retrovisor. Estás avisado. El camino ascendente te conduce hacia una borda situada a la izquierda y de ahí, bordeando el bosque, hacia arriba. Está bien señalizado. Al llegar al collado de Arnoztegi te toparás con un dolmen pequeño y semioculto y a partir de ahí, mirando hacia el norte, seguirás hacia el Urkulu, coronado por una cima rocosa. Las vistas son tan extraordinarias que los romanos alzaron allí una torre de vigilancia; sin duda, un buen lugar para hacer la mili. Regresamos al coche por el mismo camino.

Y una sorpresa final

La cueva de Arpea está justo en la muga entre España y Francia, aunque resulta dudoso que sus ocupantes de la Edad de Piedra se enteraran de ello o que les importara. Se halla al fondo de una vaguada de laderas empinadísimas en las que la hierba se mece al compás de la brisa. Tras recoger el coche en el refugio de Azpegi, seguimos hacia el norte hasta llegar al punto en el que se muestra ante nosotros el País Vascofrancés. En el cruce, al lado del túmulo neolítico circular de Organbide, seguimos hacia la derecha. La calzada es estrecha y un tanto bacheada, así que conviene ir con cuidado porque puede haber otros coches. Al final del camino, junto a una borda, divisaremos los pliegues retorcidos en los que vivieron los pastores de la Edad de Piedra. Un sitio fantástico, difícilmente comparable.

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