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Restos de la ciudad romana en las ruinas de Ampurias, situadas en la comarca gerundense del Alto Ampurdán
El mercado de las letras

El mercado de las letras

Ampurias, Gerona. Fue la colonia griega más importante de la Península Ibérica y su yacimiento comenzó a estudiarse a principios del siglo XX

JAVIER PRIETO

Sábado, 7 de marzo 2015, 09:51

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Aunque lo de los centros comerciales que florecen como setas en la periferia de las grandes ciudades parezca una modernidad de lo más moderno, resulta que es tan antiguo que se pierde en la noche de los tiempos. A otra escala, claro, pero con el mismo espíritu, tener al alcance de la mano todo aquello que uno se pueda permitir, se viene viendo por estos lares desde que a nuestra especie se le encendió la bombilla y descubrió que mejor que liarse a golpes para tener lo que los demás tenían era proponer un intercambio: tú me entregas eso y yo te doy esto, si te parece.

Entre los primeros pueblos del entorno mediterráneo que comenzaron a practicar esa nueva filosofía de vida se cuentan los fenicios. Pero al poco le siguieron los griegos, que aprendieron de los primeros, entre otras cosas y además del arte del mercadeo, el de la escritura, adoptando y adaptando su alfabeto hasta dar como resultado el alfabeto griego.

Es así, entre la cacharrería que llevaban en su naves estos últimos, como también empezó a viajar con ellos algo mucho más valioso y en lo que apenas repararon: una nueva forma de transmitirse mensajes, de apuntar el debe y el haber, de dejar las cosas por escrito y que el resto de los pueblos primitivos con los que tenían contactos desconocían.

Y es así, en esas naves, con esos mercaderes griegos, viajantes y viajeros de la antigüedad, como las primeras letras ?antepasadas directas de estas mismas que estás leyendo? llegaron a la Península Ibérica. Y lo hicieron, a juicio de los estudiosos, por un lugar muy concreto: la ciudad de Emporion, conocida posteriormente como Ampurias y cuyas ruinas, ubicadas junto al mar en el cabo gerundense de Rosas, hablan de esta y otras apasionantes historias.

Más en concreto, de entre todos los pueblos griegos de la antigüedad, fueron los focenses ?procedentes de la ciudad de Focea, en la actual Turquía? los primeros que comenzaron a trazar las grandes rutas comerciales por el Mediterráneo, al tiempo que fueron estableciendo también una red de colonias desde las que llevaban a cabo sus intercambios con las poblaciones indígenas. Una de sus más importantes fundaciones fue Massalia (Marsella), en el año 600 a.C. Poco después llegaría Emporion (Empúries o Ampurias). Su fantástico yacimiento, que comenzó a estudiarse a comienzos del siglo XX, dejó al descubierto la colonia griega mediterránea más occidental que se conoce, una de las urbes griegas más pujantes de toda la Península. Junto a ella, y a partir del siglo I a.C., fue creciendo también una no menos importante ciudad romana.

Intercambio

Esta colonización, que no era otra cosa que la pretensión de entablar relaciones comerciales con los pueblos indígenas establecidos en este punto para después alcanzar a los del interior, comenzó por un primer asentamiento en el pequeño istmo donde se sitúa en la actualidad la población de Sant Martí d"Empúries, a comienzos del siglo VI a.C. El nombre que dieron a la población, Emporion, que significa simple y llanamente "mercado", explica lo que era: un centro comercial de la época al que llegaban los barcos, por un lado, y los indígenas, por el otro, para establecer el cambalache. Un cambalache que consistía, básicamente, en el intercambio de perfumes, joyas, cerámicas o tejidos por parte griega a cambio de metales o cereales por parte indígena.

El caso es que, como sucedió a lo largo de la Historia en numerosas ocasiones, ese intercambio comercial alentó también el intercambio de ideas, de nuevas tecnologías, de nuevas formas de vida. Al tiempo que se realizaban las transacciones comerciales, por Ampurias se introdujo en la Península el uso de la moneda, del alfabeto, de la escritura o del torno cerámico, entre otras asuntos.

A la vista de lo bien que iban las cosas, y dado el gran crecimiento que tuvo Emporion en unos pocos años, a mediados de ese siglo es cuando se comienza a construir una ciudad más organizada, más amplia, mejor estructurada y sin la limitación de espacio que tenía la anterior. A esta ciudad que los focenses fundaron en tierra firme, aunque a un paso de la playa, los estudiosos la conocen como Neápolis y es la que ocupa la parte central del yacimiento de Ampurias que se visita hoy en día. Un tercer enclave, que también forma parte del itinerario visitable del yacimiento, lo constituye la propia ciudad romana ?Emporiae? fundada en un cerro contiguo al alcanzar el siglo I a.C.

El inicio de esta nueva colonización, sucesora de la griega, tuvo, en este caso, un origen militar, al convertirse en el punto de entrada en la Península, en el año 218 a.C., de las tropas romanas que, en el marco de la Segunda Guerra Púnica, desembarcaron aquí para dar comienzo a la conquista de Hispania. Algunos años más tarde, lo que llegó fue el establecimiento de un campamento militar romano junto a la ciudad griega con el fin de sofocar la importante rebelión indígena que tuvo lugar en el Ampurdán en el 195 a.C.

Una vez controlada la rebelión, el campamento militar iría transformándose en la base sobre la que acabó creciendo una próspera ciudad que llegó a ocupar cerca de 23 hectáreas al oeste de la ciudad griega. Fue en la época de Augusto cuando ambas poblaciones, la griega y la romana, formaron ya un único núcleo de población, cuyo máximo periodo de esplendor se extendió entre el siglo I a.C. y el I d.C. Posteriores corrientes colonizadoras, como la visigoda, transformaron todo esto en un poblado altomedieval que ha dejado como vestigio una basílica paleocristiana.

Visita

La visita a toda esta sucesión de ruinas, que se muestran evocadoras y espléndidas en esos atardeceres tranquilos en los que el azul intenso del Mediterráneo y el naranja de las montañas parecen pintados para que aparezca de repente un barco griego cargado de ánforas y letras, da, a poco, para un par de horas bien disfrutadas. Y eso teniendo en cuenta que el itinerario señalizado por entre las ruinas comprende también el recorrido por el interior de una de las sedes del Museu d"Arqueología de Catalunya, con muchas cosas que ver en su interior. Entre otras, dos mosaicos, uno que representa el sacrificio de Ifigenia y otro conocido como el de la Perdiz, o la estatua de Esculapio, todo ello procedente del yacimiento.

El inicio del recorrido se realiza por la puerta que da acceso, a través de las ciclópeas murallas levantadas en el siglo II a.C., al recinto de la ciudad griega. Enseguida se alcanza lo que debió de ser un templo dedicado al dios griego de la medicina, Asclepios, como evidencia el espectacular hallazgo, en 1909, de una estatua de esta divinidad en el interior de una cisterna y cuya reproducción destaca en la actualidad sobre las ruinas. Frente a este espacio queda el de otro santuario, dedicado a Isis y a Zeus Serapis, divinidades de origen egipcio.

Es solo el comienzo de un paseo que, desde ahí, y antes de introducirse en el museo, se dirige por la calle principal hacia el ágora, la plaza porticada constituida como el centro político y comercial de la ciudad. En el camino hay paradas para descubrir cómo se utilizaban ánforas con orificios en la base para filtrar el agua; en la casa del atrio, una de las viviendas de tipo unifamiliar que conformaban la ciudad; o en la fábrica de salazones, una de las pequeñas industrias ubicadas en el interior del recinto.

En el recorrido por la ciudad romana, que fue mucho más extensa que la griega, destaca la reconstrucción de algunas de las viviendas, especialmente la conocida como Domus I, en la que se muestra cómo estaba distribuida y el tipo de mosaicos que adornaban sus suelos. El espacio más espectacular del recinto romano está configurado por el foro, centro político, religioso y económico en el que se alzaban los principales edificios públicos de la ciudad.

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