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 Por cada niño y niña

Por cada niño y niña

ISIDRO ELEZGARAY

PRESIDENTE DEL COMITÉ UNICEF PAÍS VASCO

Lunes, 20 de noviembre 2017, 08:51

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Algunos lemas son, en muchas ocasiones, declaraciones de intenciones que nunca se llevan a la práctica. Otros, en cambio, encierran en pocas palabras miles de horas de trabajo y desvelos, cientos de programas, informes, estudios, reuniones, conferencias y notas de prensa que nos ayudan a fijar ideas y conceptos. Y la simplicidad de un lema no debe confundirnos: Por cada niño y niña.

Porque cada 20 de noviembre el mundo se tiñe de una sonrisa. El Día Mundial de los Niños que hoy se celebra tiene varias lecturas y todas son válidas. A pesar de la tozuda visión de un mundo cerrado por defunción, la realidad nos dice que nuestro planeta se ha convertido en un lugar más amable y estable. Las tasas de mortalidad neonatal se han reducido en casi la mitad (49%) desde 1990; cada vez son más niños y niñas los que acuden a clase y, lo que es más importante, sus familias entienden, apoyan y fomentan el valor de la educación; cada vez más familias salen de la pobreza (el PNUD estima que cada día 250.000 personas dejan de ser pobres) y tienen acceso a agua, saneamiento, vacunas y alimentos.

Gracias a la Convención Sobre los Derechos del Niños (CDN), desde 1989 la figura del niño y la niña se ha convertido en un sujeto de derecho. Quien atente contra la infancia, sea cual fuere la forma, está atentando contra el progreso, los derechos humanos y el desarrollo. La Convención es la herramienta que los protege y, a la vez, enseña el camino al resto de la sociedad.

Sin embargo, nadie pinta un mundo de colores. Los conflictos generados por la mano del hombre o los desastres naturales, -por los que tampoco deberíamos salir impunes si revisamos los porqués del cambio climático- nos muestran que la infancia sigue siendo el colectivo más vulnerable. Asistimos con horror a ataques en las escuelas, hospitales y parques infantiles, donde los niños y niñas están siendo asesinados, mutilados o heridos. No hay un lugar donde puedan estar a salvo ni sentirse protegidos. Ni siquiera viajando a Europa en busca de un futuro mejor. Lo estamos viendo en Siria, Irak, Yemen, Sudán del Sur, Nigeria o Afganistán. Se les utiliza como soldados, como bombas humanas, son objetivo de los ataques más cruentos, mueren en nuestras costas, son, en definitiva, los más vulnerables.

Para muchas personas la vida consiste en una superación constante de adversidades. Para un niño o niña, la vulnerabilidad es una mochila de piedras imposible de arrastrar por sí mismo. Debemos ponérselo más fácil. No existe nada más desigual que comenzar el partido con 5 goles de desventaja. Nada más injusto que un niño o niña vea condicionado su futuro por haber nacido en uno u otro lugar, en uno u otro contexto, con la dificultad de superar la desigualdad y romper la cadena de transmisión intergeneracional de la pobreza.

El aumento de la desigualdad es perjudicial también para el crecimiento económico y, por supuesto, socava la cohesión social, lo que incrementa tensiones políticas y sociales, y, en algunos casos, impulsa la inestabilidad y los conflictos.

Pero avanzar hacia un mundo mejor no es una utopía. No son castillos en el aire, ni ilusiones infundadas. Al igual que técnicamente se ha medido que es posible acabar con la pobreza - con un uso más coherente de 150.000 millones al año (el 0,15% del PIB del planeta)- acabar con la desigualdad y la vulnerabilidad de la infancia es algo factible. Ese día cerraremos UNICEF.

Mientras tanto queda mucho trabajo técnico, de sensibilización y de concienciación por delante. De partida, casi 230 millones de niños y niñas menores de cinco años -una tercera parte de todos los que hay en el mundo- no tienen certificado de nacimiento ni otro documento que registre su existencia. La inscripción del nacimiento proporciona los cimientos para salvaguardar muchos de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. El artículo 7 de la Convención sobre los Derechos del Niño especifica que cada niño/a tiene el derecho a ser registrado al nacer sin ningún tipo de discriminación, es una estrategia crucial en la creación de un entorno protector para la niñez y la defensa de sus derechos. No estar registrado puede limitar el acceso a los servicios sociales y obstaculiza que se garantice con éxito el cumplimiento de los marcos legales específicos por edades. No estar registrado significa no ser tenido en cuenta.

Y hoy, el mundo ha entendido que no puede dejar a nadie atrás. 193 estados soberanos han acordado establecer la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 para hacer de este planeta un lugar mejor y, sobre todo, para fomentar valores como la equidad, la sostenibilidad y la solidaridad. Para eso hay que empezar por los más vulnerables. Empecemos por no dejar atrás a ningún niño o niña.

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