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José Luis Munoa, médico y humanista

José Luis Munoa, médico y humanista

JOSÉ MARÍA URKIA ETXABE

Sábado, 10 de marzo 2018, 13:40

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Hacía ya un tiempo que la enfermedad le había recluido en su casa de la calle Iztueta, por lo que ya no coincidíamos en el puente de María Cristina, o al inicio de la Avenida de la Libertad, camino de su consulta en la calle Hernani, de donde había desaparecido la dorada placa, siempre reluciente, que decía 'José Luis Munoa, oculista'.

Con una cartera en una mano y algunos libros bajo el brazo, José Luis saludaba siempre con gran cortesía, vestía un traje cuidado y se animaba en una conversación sugerente, entre algunas bromas y fina ironía. Le decía que daba gusto escucharle, a un hombre ilustrado y liberal, siempre con libros y periódicos y me contestaba, entre risas, que no, que ilustrada era su axila y que si le veía así de bien, necesitaba urgentemente un oculista.

Nos unía, entre otras cosas, el cultivo de la Historia de la Medicina y el haber tenido el mismo maestro, don Luis Granjel. El doctor Munoa defendió su tesis doctoral en la Universidad de Salamanca, el 18 de enero de 1964, sobre la 'Historia de la Oftalmología Española Contemporánea' y con un tribunal en el que actuaban Pedro Laín, Juan A. Usandizaga, Rafael Bartolozzi, Fernando Cuadrado y su director de tesis, Granjel.

Coincidí, y conocí, al profesor Munoa en los años 1985, en la Unidad Docente de Medicina de San Sebastián. Impartía las asignaturas de Oftalmología e Historia de la Medicina, ambas con gran competencia, hasta que yo asumí la docencia en Historia de la Medicina. Sus alumn@s le recordaban como un buen profesor, atento y magnánimo, cualidades que siempre adornan a un buen docente.

A partir de ese momento mantuvimos una estrecha relación que se amplió a otros campos de la cultura y de las humanidades. José Luis siempre generoso en sus juicios, solía asistir y participar en sesiones académicas y literarias, en donde exponía sus amplios conocimientos y vivencias. Algunas reuniones memorables en su casa, llena y rodeada de libros, disponía de una magnífica biblioteca y raros y valiosos ejemplares de bibliófilo.

Gustaba recordar entre los que habían llegado a su comedor privado al filósofo donostiarra Xavier Zubiri, que decía estar feliz en aquel comedor rodeado de libros.

Sus inicios profesionales, además de formativos, fueron en EE. UU, hacia 1955, etapa decisiva en su vida y que le marcó para siempre. Allí aprendió, según decía, además de oftalmología como interno de hospital, la abnegación por el enfermo y el respeto por las ideas de los demás, en suma la tolerancia y la consideración por el otro.

Ambas cualidades modelaron su manera de ser. De ahí el calificativo de liberal que, en su caso, era el más adecuado. Un liberal ilustrado y culto para una sociedad donostiarra que contaba con algunos de ellos entre sus filas.

Su regreso a la ciudad natal, los inicios profesionales, siempre difíciles, le dejaban tiempo libre en su consulta de la plaza del Buen Pastor para, entre enfermo y enfermo, poder seguir cultivando sus aptitudes de humanista. Aquí desarrolló y cultivó tantas sesiones y reuniones científicas, algunas censuradas por el Gobierno Civil de entonces y vigilado por aquellas autoridades franquistas.

José Luis Munoa fue un referente de la oftalmología en San Sebastián, en Euskadi y en Madrid. Su buen hacer llenó la consulta de clientes y enfermos que venían de muchos lugares. Consolidó el servicio de oftalmología de la entonces Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, luego se dedicó de lleno a su a actividad privada en Policlínica Gipuzkoa y su consulta en el centro de la ciudad, ésta era un verdadero museo con piezas de microscopio y libros de valor. Su trato con el enfermo era exquisito, no escatimaba el tiempo, explicaba, escuchaba, alentaba, animaba.

En los últimos años, alejado de la primera línea, José Luis Munoa dedicaba horas a aquellos enfermos que, según me decía, estaban ya desahuciados y procuraba darles consejo. Quitaba ya importancia a su cometido, simplemente, me decía, «voy a quitar algunas 'makarras', legañas».

La Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País le rindió un homenaje, junto a su hermano Rafael, en junio de 2012, y un año después, el Rotary Club de San Sebastián, del que fue presidente, le dedicó una sesión de recuerdo junto a otro gran médico, el tisiólogo Emiliano Eizaguirre, fundador del Club Rotario en San Sebastián, en 1926.

Este adiós a José Luis Munoa quedaría incompleto sin mencionar a su esposa Maripi y sus hijas, Nelly y Laura, apoyos decisivos en una trayectoria vital cumplida.

Goian bego!, amigo José Luis.

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