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Entre la incoherencia y la esperanza

miquel escudero

Sábado, 9 de junio 2018, 09:08

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Si pudiera imaginar afuera de nuestra galaxia espectadores de los recientes avatares políticos acaecidos en la Piel de Toro, creo que se quedarían pasmados con ojos de plato por las incoherencias acumuladas por todo el arco parlamentario. Recapitulemos tras la sentencia del caso Gürtel, que ha remarcado una corrupción organizada del PP. En primer lugar, nos hemos de felicitar porque haya funcionado el Estado de Derecho y la separación de poderes. El Poder Judicial ha evidenciado independencia con respecto al Ejecutivo. Pero, lejos de razones de decencia y de dignidad, Rajoy no presentó la dimisión como presidente del Gobierno sino que ocultó su cabeza como un avestruz. Pasa de todo, pero no pasa nada. Ante la gravedad de lo demostrado, el PP se quedó sin apoyos y el PSOE promovió una moción de censura. Pedro Sánchez se postuló como presidente y para serlo necesitaba de los votos de quienes hace dos años se lo impidieron ser; ¿quién quiere acordarse de lo que no gusta? Si Podemos, como el conjunto de nacionalistas, se hubiera simplemente abstenido, Sánchez habría desplazado entonces a Rajoy.

Pero Sánchez les interesaba mucho menos que la continuidad del PP. «Contra Rajoy se vivía mejor». Sin embargo ahora sí tocaba hacerlo, pues si esta audaz propuesta de Sánchez no prosperaba, la posibilidad de nuevas elecciones era aterradora para todos. Según todas las encuestas, Ciudadanos subiría lo indecible y su ascenso al poder afectaría a demasiados intereses.

En efecto: el PP quedaría hondamente relegado y el PSOE también superado. Por lo demás, Podemos los tiene por enemigos mortales -los tachan a la vez de neoliberales y de falangistas o joseantonianos, pero si son una cosa no pueden ser la otra ya que son incompatibles-; ERC y la antigua CiU temen a C's -que les ganó en votos y en escaños- y lo odian desde su nacimiento, acusándolo de anticatalán y de atentar contra la convivencia en Cataluña -impresentables y falsas acusaciones que me hacen recordar una viñeta de El Roto: «Se ruega no dar de comer mentiras a las masas»-. Por último, en el PNV saben que no les conviene nada la radicalidad de Ciudadanos y prefieren, con mucho, tener como interlocutores al PP o el PSOE.

Para este encaje de bolillos, los socialistas contaban desde hacía tiempo con los jeltzales, que han jugado sus cartas con la mayor de las astucias. Podemos, en horas bajas, no se podía permitir otra cosa que apoyar a Sánchez y alardear como es habitual. Los independentistas catalanes, que temen por encima de todo a C's, no podían faltar a la conjura y prefirieron ir a Guatemala y no a Guatepeor; Sánchez calificó a Quim Torra de «El Le Pen de la política española», pero a veces todo se olvida, resulta etéreo y desaparece en función de la utilidad del momento. Incluso el PP de Rajoy prefirió este desenlace a nuevas elecciones. Ha esperado a dimitir luego. El PP sigue controlando el Senado, se toma tiempo para recomponerse y, en un peculiar juego de despropósitos, anuncia que obstaculizará el despliegue de los Presupuestos del Estado. Quienes facilitaron el poder decisivo de los nacionalistas vascos para su aprobación y descalificaron rotundamente esas cuentas, bregarán con ellas desde la Moncloa.

¿Y Rivera? Hoy por hoy, es el gran perdedor. Fue el blanco de los más agrios ataques que se oyeron la semana pasada. Y digan lo que digan desde Ciudadanos, éstos han quedado descolocados. Erró en no anunciar su voto en la primera intervención y dejar que Sánchez se lo hiciera notar. ¿Podía hacer otra cosa? No debería haber denunciado unos acuerdos entre el PSOE y los separatistas catalanes, que están por ver. Sí parece que este Gobierno, con ministros francamente atractivos, carece de porvenir. Aunque, de nuevo, está por ver. De todos modos, Sánchez no 'puede' decir que hablará con 'Cataluña', siempre identificada con quienes se han sublevado y golpeado al Estado Social y ningunear así a la silenciada mayoría de catalanes que también se saben españoles. Por esto, no se olvide, estamos donde estamos: jugando con fuego.

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