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Casi todos nosotros estamos convencidos de que nuestra memoria es una especie de cámara de vídeo que registra lo que vemos u oímos. A veces el vídeo se borra y hay trozos que se desvanecen, pero tenemos la falsa creencia de que lo que recordamos debe ser verdad. Es posible que no recordemos todo, pero lo que recordamos debe ser cierto. Nuestra memoria no funciona así. Es un sistema dinámico que se transforma en cada evocación y que va rellenado lo huecos que faltan hasta componer una historia racional, aunque inicialmente no lo fuera.
Casi todos los sistemas judiciales históricos, desde el código de Hammurabi hasta nuestra legislación procesal, se basan en que pensamos que el testigo dice la verdad o miente. Pero, desde los años 70, gracias a los trabajos pioneros de Robert Buckhout y Elisabeth Loftus, debemos introducir una tercera alternativa que resulta ser la más frecuente: el testigo cree decir la verdad pero lo que recuerda es totalmente falso. No miente, pero tampoco dice lo que realmente ocurrió. Nuestra memoria es tan maleable y sugestionable que normalmente lo que recordamos es falso. Para la vida cotidiana no tiene ninguna importancia, pero en los procesos judiciales se han cometido errores garrafales, por ejemplo, haber condenado a 50 años de cárcel a un inocente y, probablemente, alguno haya sido condenado a muerte.
En un experimento hoy clásico, Loftus eligió a tres grupos de voluntarios que tenían que rellenar datos de su visita a Disneyland. Al primer grupo se le metió en una habitación sin ninguna decoración especial. En el segundo la habitación estaba decorada con imágenes de los personajes de Disney y al tercer grupo en una habitación decorada con imágenes de Bugs Bunny. Entre las preguntas que tenían que contestar estaba si durante su estancia en Disneyland se habían hecho una foto con Bugs Bunny. Un porcentaje significativo de los que habían estado en la habitación con imágenes de Bugs Bunny «recordaron» haberse fotografiado con el conejo, lo que es imposible pues en Disneyland, por derechos de autor, no hay Bugs Bunnies. En otro experimento, pidieron a los participantes que describieran cómo se sintieron el día que de muy pequeños se habían perdido en el supermercado. Los investigadores habían hablado con las familias y ninguno de los participantes se había perdido nunca en un lugar así; sin embargo, un porcentaje significativo de ellos recordaron el incidente, cómo se sintieron, cómo lloraron, etc.
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