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Con su Gobierno, Pedro Sánchez ha conseguido sorprender, incluso a sus adversarios. Los fichajes para el Ejecutivo de personas solventes en el ámbito profesional han sido una muy buena carta de presentación que ha logrado algo inédito en un país de filias y fobias: el respeto de la misma 'vieja guardia' del socialismo español. Un grupo de dirigentes que ha bombardeado en los últimos meses -desde el mismo momento en el que Sánchez desafió al establishment del PSOE y ganó la apuesta entre las bases- con el mensaje de la supuesta inconsistencia del candidato, hoy flamante presidente.

El nuevo inquilino de la Moncloa ha entendido el mensaje del 8-M al designar a una mayoría de mujeres en los puestos claves del nuevo Ejecutivo y se ha prodigado en gestos para vencer algunas desconfianzas. Los nombramientos de Josep Borrell en Asuntos Exteriores y del magistrado Fernando Grande-Marlaska en Interior son inteligentes movimientos que acotan sensiblemente el territorio de una oposición grandilocuente desde el centro-derecha. Su llamamiento al diálogo institucional con la Generalitat de Cataluña encierra una estrategia de distensión que puede contribuir a abrir vías de negociación discreta, pero que deberá hacerla compatible con la defensa del marco constitucional frente a las pretensiones del independentismo de desbordar la legalidad. Para Quim Torra y Carles Puigdemont era mucho más fácil tener a Rajoy de enemigo. Sánchez pretende aportar una inyección de aire nuevo que debería propiciar un cambio y una catarsis en la dinámica política de este país, aunque lo previsible es que en los próximos días este momento dulce inicial dé paso a la confrontación sin concesiones. De entrada, el nuevo presidente querrá encarnar una nueva imagen de una España más moderna, aconfesional, europeísta y comprometida contra la desigualdad y la precariedad. No es poco después de los últimos años de conservadurismo acartonado.

Sánchez ha puesto en marcha un cambio que tendrá consecuencias en el tablero político y que va a permitir visualizar una batalla en el territorio del 'centro' social-liberal. La moción de censura ha sido una jugada maestra que ha dejado fuera de juego a Ciudadanos. El último Eurobarómetro había encendido las luces rojas dentro del PSOE, que seguía estancado en las encuestas en los últimos meses, mientras el partido de Albert Rivera crecía como la espuma, y se nutría de la caída libre del voto al PP. Y también abría un boquete en el electorado socialista. El sondeo del Eurobarómetro señala que un 69% de los españoles desconfían de los partidos tradicionales y miran con simpatía a los nuevos, y que esa cifra se reduce en el conjunto de Europa al 56%.

La otra derivada del 'efecto Sánchez' es que pueda dar oxígeno durante un tiempo a un bipartidismo que parecía terminal. Los socialistas salen reforzados de la moción de censura, pero puede que los populares también rentabilicen la operación, aunque ahora se abran en canal traumáticamente para elegir a un sucesor a Rajoy. A Podemos, el marcaje hacia el Gobierno del PSOE le va a plantear una situación complicada. Pablo Iglesias redime su 'pecado original' al no apoyar a Sánchez como presidente en 2016. En apenas unas horas está pasando con una inusitada agresividad a un discurso de crítica a Sánchez que puede denotar también algunos síntomas de inquietud por el impacto que puede tener el tono social del nuevo Ejecutivo en el electorado morado. Pero tampoco el PSOE debe olvidar algo obvio. Si Sánchez es presidente es gracias a Podemos y eso implica cambiar la relación entre ambos partidos y situarla en un nuevo paradigma de mutuo respeto, humildad y cooperación.

El centro-izquierda europeo, en horas bajas por los populismos, mira con interés este vuelco. El ejemplo más cercano es Portugal, donde los socialistas gobiernan en minoría con el apoyo externo en el Parlamento del Bloco de Esquerda (una nueva izquierda similar a Podemos) y el ortodoxo Partido Comunista. No es comparable pero el debate pone el foco en el sur de Europa, donde la herida de la desigualdad por la crisis ha sido muy dolorosa.

La 'sorpresa Sánchez' ofrece a la izquierda moderada europea una tabla salvavidas para recuperar su identidad, regenerar su viejo proyecto y volver a implicar a quienes se desencantaron del mismo. Y acometer un necesario rearme moral. Que lo haga es otra cosa. Pero ahora dispone de una oportunidad. Los clásicos lo dicen siempre: renovarse o morir.

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