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El asesinato de Silvia y las llamas de Gernika

El asesinato de Silvia y las llamas de Gernika

La petición de perdón de una banda asesina como ETA es una buena noticia, pero lo sería mucho más si se hiciera desde el convencimiento ético y sin atajos dialécticos o retóricos

JESÚS PRIETO MENDAZA

ANTROPÓLO Y EDUCADOR

Sábado, 21 de abril 2018, 10:12

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Nos despertamos ayer con un nuevo comunicado del grupo terrorista ETA. De manera casi inconsciente, he recuperado la imagen de Silvia Martínez Santiago, una de las últimas niñas asesinadas, en el verano de 2002, en Santa Pola. ¡Qué tarde llega este comunicado para la familia de Silvia, para su inocencia robada y para casi novecientos asesinados más!

En una primera lectura, mi foco se ha situado en una frase que expresa de forma explícita tanto un reconocimiento del daño causado como una petición de perdón a las víctimas. Indudablemente es una muy buena noticia y así la he valorado. Ha bastado una segunda lectura, en la que el esfuerzo de comprensión se ha priorizado frente a la mera lectura mecánica, para darme cuenta de mi candidez.

Comienza ETA afirmando que «en estas décadas ha padecido mucho nuestro pueblo: muertos, heridos, torturados, secuestrados o personas que se han visto obligadas a huir al extranjero». ¿Se refiere tan sólo a sus militantes; es decir a sus pistoleros y personal de apoyo? ¿Mezcla, quizás, en un concepto pervertido de víctima, a un extorsionador asentado en territorio francés y a un empresario extorsionado que ha tenido que dejar su tierra vasca para no ser asesinado? Añade ETA: «Reconozcamos todos la responsabilidad contraída y el daño causado...todos deberíamos reconocer el sufrimiento padecido por los demás». Se observa el tradicional interés por mezclar a todos y a todo dentro de un genérico sufrimiento del que la sociedad es culpable y víctima a la vez. Tanto es así que en su novedosa 'nota explicativa' resulta prostituida 'ad infinitum' la reivindicación tradicional de las víctimas de justicia, verdad y reparación; cargando a su vez contra la necesidad de realizar un relato histórico serio de lo ocurrido. «...algunos han dado prioridad a la batalla del relato. Es una lástima que se obcequen de esa forma».

El comunicado continúa utilizando otra de las excusas tradicionales de la banda, la disolución de responsabilidades personales y colectivas, que se transfieren a una supuesta situación de conflicto. De nuevo, la reificación del conflicto como justificador del terror y de la implantación durante décadas de un asfixiante ambiente totalitario. «Somos conscientes de que en este largo periodo de lucha armada hemos provocado mucho dolor, incluidos muchos daños que no tienen solución. Lo sentimos de veras. Sabemos que, obligados por las necesidades de todo tipo de la lucha armada, nuestra actuación ha perjudicado a ciudadanos y ciudadanas. También hemos provocado graves daños que no tienen vuelta atrás. A estas personas y a sus familiares les pedimos perdón». Pareciera que la muerte de Silvia fuera consecuencia de errores, de fallos a consecuencia de los cuales ella resultó «damnificada». No, y mil veces no. El asesinato de una niña de seis años, y de tantos como ella, no fue culpa de una lucha legítima ni fruto de una equivocación. Como muy bien apunta el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, en su libro 'La voluntad del gudari', la decisión de matar fue una decisión personal, pensada, asumida y, eso sí, alentada por todo un colectivo. En Euskadi y Navarra la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas nacionalistas no se han dejado infectar por el virus del fanatismo hasta el extremo de asesinar a sus vecinos, no. Han mantenido sus ideas sin empuñar un arma y construyendo país día a día, desde una posición democrática y conviviendo con sus oponentes ideológicos, aprovechando las virtudes de un Estatuto de autonomía que en el comunicado ETA pretende ridiculizar: «...también han sido totalmente injustas, pese a utilizar el disfraz de la ley, las acciones del Estado y de las fuerzas autonomistas que han actuado conjuntamente».

Persiste la misiva, desde una postura casi pacifista, en la teoría de la igualdad de la violencia ejercida. «... ojalá nada de eso hubiese ocurrido, ojalá la libertad y la paz hubiesen echado raíces en Euskal Herria hace mucho tiempo...una de las cosas más perjudiciales que se podría hacer ahora sería intentar desfigurarlo u ocultar determinados episodios. Reconozcamos todos la responsabilidad contraída y el daño causado». Pero ¿acaso los militantes de Gesto por la Paz y de otras organizaciones pacifistas no fueron perseguidos, acosados y agredidos precisamente por reivindicar la paz para Euskal Herria? ¿Es igual de legítima la violencia ejercida por la Ertzaintza que la de ETA?

La banda finaliza con un nuevo intento de justificar el terrorismo como una violencia de respuesta que tiene su origen en la Guerra Civil rspañola. Se asume esta como una contienda entre España y Euskal Herria, continuada posteriormente por la dictadura franquista, y que nos ha llevado a vivir sin democracia hasta el día de hoy. De ahí la alusión a la agresión originaria, en el más puro estilo nativista, simbolizada en el bombardeo de Gernika. «...la reconciliación es una de las tareas a llevar a cabo, algo que en su medida se está produciendo con honestidad entre la ciudadanía... Conocer la verdad de modo constructivo, cerrar heridas y construir garantías para que ese sufrimiento no vuelva a suceder, dando una solución democrática al conflicto político se podrá construir la paz y lograr la libertad en Euskal Herria. Para apagar definitivamente las llamas de Gernika». ¿Creen que Silvia Martínez fue asesinada para apagar las llamas de Gernika?

Repito que la petición de perdón de una banda asesina es una buena noticia, pero lo sería mucho más si se hiciera desde el convencimiento ético y sin atajos dialécticos o retóricos. El asesino de John Lennon se disculpó ante la junta de Libertad Condicional de Nueva York con estas palabras: «Pido perdón por haber sido un auténtico idiota y haber elegido un mal camino para llegar a la gloria». Simplemente, fue mucho más claro que ETA.

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