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Pablo Ibar, perseverancia y determinación

Este sábado se cumple un año de la anulación de la pena de muerte a Ibar. Pensamos que este calvario iba a durar poco ya. Pero la realidad es tozuda, injusta sí. Pero tozuda

andrés krakengerber

Sábado, 4 de febrero 2017, 08:38

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Siempre hemos dicho que el caso de Pablo Ibar no se soluciona con optimismo ni con pesimismo, sino con determinación. Y esto era evidente cuando falló la primera apelación ante el Tribunal Supremo de Florida en 2006, porque solamente la perspectiva de lo que iba a tardar el caso en desenvolverse invitaba, sobre todo, al pesimismo y al desánimo.

Otro ejemplo claro de ello se produjo el pasado otoño cuando la fiscalía remitió al Tribunal de Broward County los resultados de un nuevo cotejo de ADN el quinto en 22 años en el que, por primera vez en todo ese tiempo, aparecía una traza milimétrica de ADN de Ibar en la camiseta recogida en el jardín del lugar del crimen. Esa traza aparece en la zona del pecho de la prenda, que asimismo contiene no ya trazas, sino cantidades ingentes de ADN de las víctimas y de otros dos individuos de sexo masculino no identificados, que el estado de Florida, en todos estos años, no ha intentado identificar. Pues también en esta cuestión del ADN la determinación ha sido y va a seguir siendo determinante para demostrar lo que dicen los expertos: esas trazas de ADN de Ibar lo más probable es que sean una contaminación que lo único que hacen es poner en tela de juicio la cadena de custodia de las pruebas todos estos años.

Decía Walter Elliot que la perseverancia no es una carrera larga, sino muchas carreras cortas una tras otra. En el caso de Ibar desde luego que sí es una carrera larguísima, con etapas muy espaciadas en el tiempo. Pero si hay una cuestión en que la perseverancia y la determinación van a ser definitivas, es la forma de afrontar el paso del tiempo y la legítima impaciencia que a veces parecen imponerse.

Quienes seguimos de cerca el caso de Pablo Ibar tenemos grabada a fuego en el corazón la fecha del 4 de febrero del año pasado. El Tribunal Supremo de Florida anulaba entonces su pena capital porque había tenido una defensa letrada ineficaz allá por el año 2000, cuando fue condenado a muerte por haber tenido una defensa letrada ineficaz y porque había sido condenado con pruebas "escasas" y "débiles". La alta instancia ordenaba, además, que se repitiera el juicio. Y quienes le apoyamos, acaso nos dejamos llevar entonces por una sensación de que este calvario iba a durar poco ya. Pero la realidad es tozuda. Injusta, sí, pero tozuda.

Lo que hizo el Tribunal Supremo es meternos en la máquina del tiempo y llevarnos otra vez, en lo procesal, al año 1994, cuando Pablo fue detenido y acusado por el salvaje triple asesinato de Miramar en Miami. Pues bien, en casos capitales (y no sólo en Florida sino en todos los Estados Unidos), se tarda una media de dos años entre que se formulan los cargos y se empieza el juicio. Esto nos colocaría a principios de 2018 y, tal y como van las cosas, no andamos desencaminados.

De las siete mociones previas planteadas por la defensa de Ibar, en todos estos meses sólo hemos llegado a dilucidar la primera, que ha concluido con la denegación definitiva de libertad condicional para Ibar, y apenas estamos en la fase final de batallar la segunda. En esta moción pedimos la supresión del testimonio de Gary Foy.

Foy es un vecino de Miramar que pasaba con su coche por el lugar de los hechos y afirmó haber visto a los perpetradores salir de la vivienda y meterse en el coche de una de las víctimas; dijo también haber coincidido con ellos en el siguiente semáforo. Mirando por el retrovisor, afirmó que Ibar era el copiloto. Se trata de un testimonio harto dudoso, porque, entre otras cuestiones, Foy acude a dos ruedas de identificación con fotos en comisaría, siempre en ausencia del abogado de Ibar. En la primera, de entre una multitud de fotos, elige unas diez o doce, entre ellas la de Ibar, y todas con rasgos parecidos. En la segunda, sólo le entregan dos fotos, la de Ibar y la de otro sujeto con rasgos muy diferentes. ¿A quién iba a identificar Foy? Pues bien, la defensa ha tenido que presentar el peritaje de Ronald Fischer, psicólogo especializado en testimonios oculares, que señala claramente que a eso se le llama amañar una identificación. Presentar este y otros peritajes es muy costoso económicamente.

En Estados Unidos, cuando una de las partes decide presentar un peritaje, la otra parte tiene derecho no solo a acceder previamente a dicho peritaje, sino también a interrogar, en presencia de la otra parte pero sin el juez, al experto en cuestión. Pues bien, desde octubre pasado van ya dos entrevistas de este tipo, y va a ser necesaria al menos una tercera para que la fiscalía esté satisfecha. En ese momento ya el juez fijaría fecha para una vistilla (evidentiary hearing) donde decidiría por fin si el testimonio escrito de Foy del año 2000 es admisible o no.

De todo esto se va realizando un seguimiento en las distintas status conferences (conferencias de seguimiento) que se van celebrando a un ritmo aproximado de una cada seis u ocho semanas. De momento llevamos ya nueve. Y tendrá que haber muchas más para que el juez pueda hacer el seguimiento de la organización del juicio. La batalla contra la impaciencia también la vamos a ganar, de la misma manera que hemos ganado todas las anteriores: con mucha perseverancia y mucha determinación.

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