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Una lluvia de serpentinas y confettis rosas cayó sobre la plaza Santiago mientras Juan Mari Etxabe ondeaba la última bandera conquistada.
El pueblo también merece una bandera

El pueblo también merece una bandera

Los vecinos de San Juan viven con emoción el triunfo de las Batelerak y la gran actuación de la Erreka

ELENA VIÑAS

Martes, 13 de septiembre 2016, 00:12

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Veinticuatro horas después de que las Batelerak se hicieran con la Bandera de La Concha, San Juan seguía sin despertar de un sueño que la víspera había pintado de rosa el casco antiguo y sus cercanías. Las celebraciones se habían prolongado hasta rozar el amanecer y la resaca de la fiesta hacía más difícil aún a los vecinos su regreso a la rutina. Tal vez por ello, al pueblo le costó despertarse ayer más que cualquier otro lunes.

La calle empedrada devolvía una imagen desierta que nada tenía que ver con la que presenciaron los sanjuandarras en el recibimiento a las Batelerak y a la tripulación de la Erreka. Los centenares de personas que atestaban la tarde-noche del domingo Donibane habían dado paso a una extraña sensación de soledad. De los festejos sólo quedaban los miles de banderines rosas que se dejaban mecer por la brisa.

«El camión que tiene que llevarse las botellas de cristal esta mañana no ha parado en mi bar. Dice que iba desbordado, que no entiende qué ha pasado ayer aquí. En el pueblo sí que lo sabemos», bromeaba Patxiku al otro lado de un mostrador en el que la clientela se hacía más que nunca de rogar.

También se pospusieron las compras, aunque cuando las amas de casa coincidían en alguna de las tiendas de la calle única, ya no existía otro tema de conversación que no fuera el triunfo vivido en la bahía donostiarra. La victoria de las Batelerak y la gran actuación de los de Joseba Fernández traía a la memoria capítulos de la historia arraunlari que los sanjuandarras atesoran con auténtico cariño.

«Estamos viviendo este día con muchos sentimientos y recordando el pasado, cuando también sufríamos mucho por el remo. Mi abuela iba en barco a ver la regata y la esperábamos para saber qué resultado habíamos tenido. Entonces no había televisión ni todos los adelantos de ahora, que te permiten disponer de información de forma inmediata», comentaba una vecina.

Para ella y sus amigas la Bandera de La Concha representa un «día especial», como aseguraban. «Es algo que nadie podría entender. Tal vez, los aficionados de la Real Sociedad se puedan hacer una idea. Esta bandera y la de Zarautz eran, en otra época, las más preciadas. Según lo que se hiciera en la regata zarauztarra, ya podías hacerte una idea de lo que pasaría después en La concha. Servía para medir cómo estaban de forma los remeros», manifestaban.

«La Concha siempre ha sido diferente. Era el único día en el que en mi casa podías ir a comer a la hora que quisieras o directamente, no ir y no pasaba nada», rememoraba Arantza Sagarzazu, otra seguidora del remo que presume de tener a uno de sus hijos, Beñat Eizagirre, bogando en la Erreka. «Es un día único», aseveraba.

La «más preciada»

Con no menos pasión disfrutaba de la victoria rosa la alcaldesa de Pasaia, Izaskun Gómez, quien el domingo se subía a bordo del barco de autoridades para, horas después, abrazar a las campeonas. Ellas también le reservaban una sorpresa. Inder Paredes, una de las dos patronas de la tripulación de la Batelerak, le anudaba al cuello un pañuelo rosa con la leyenda 'Aúpa San Juan' grabada en él. El gesto emocionó a la regidora.

«Una vez más, las chicas han traído la alegría a nuestro pueblo. Es todo un orgullo que nuestras Batelerak hayan traído una bandera más a Pasaia y, sin menospreciar a ninguna, han traído la más preciada», declaraba Izaskun Gómez.

La alcaldesa no ahorraba en cumplidos hacia las de Juan Mari Etxabe. A su juicio, «ellas, con sus logros, colocan a nuestro pueblo en el mapa de los triunfos, que es mucho. Aunque ya lo hice el domingo personalmente, quiero darles nuevamente la enhorabuena a ellas en particular y al club Pasai Donibane Koxtape Arraun Elkartea en general».

La bandera conquistada en La Concha permanecía ayer ondeando al viento en el balcón de la antigua casa consistorial. Era una forma de celebrar la victoria, pero también de compartirla con todo San Juan. El pueblo se ha volcado en apoyar a sus remeros, a los chicos y a las chicas, animándoles en cada regata, decorando las calles, fabricando banderines contrarreloj, colgando banderolas y pancartas, poniendo música al recibimiento, tiñendo de rosa la rampa del puerto donostiarra y más tarde Donibane... El pueblo merece también una bandera.

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