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E. V.
Domingo, 24 de diciembre 2017, 13:10
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Con solo seis añitos, Maika Arbizu presenció una imagen que no ha podido olvidar. «Un Rey Mago dejándome una escoba y un recogedor. Le vi por la noche y a la mañana siguiente ahí tenía mi regalo. Me encantó», exclama esta donostiarra afincada en Málaga desde hace cuarenta años. Cuenta que, habitualmente, los regalos que recibían eran reciclados. «Mi madre servía a familias de mucho dinero de San Sebastián, así que las muñecas que ya no querían, mi madre y mi tía las cogían, les cosían un vestido y así les ayudaban a los Reyes Magos a cumplir su tarea». Cada año, la escena se repetía: madrugar cuanto más mejor e ir a ver qué les habían dejado sus Majestades de Oriente. Y si algún hermano seguía dormido, corrían a despertarle. Si tuviera que escoger un regalo, se quedaría con «aquella muñeca negra que mi tía le hizo un vestido blanco con puntillita. ¡Anda que no fardaba yo con ella!»
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