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Virginia Esteban trabaja bajo la supervisión de Eva Martínez. Ambas llevan 30 años formando parte de KL. Lusa
«No somos discapacitados, somos válidos para hacer muchas cosas»

«No somos discapacitados, somos válidos para hacer muchas cosas»

La organización KL Katealegaia inaugura una nueva planta en Zarautz que emplea a 50 personas en riesgo de exclusión social

Aiende S. Jiménez

San Sebastián

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Martes, 27 de marzo 2018, 06:37

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Eva Martínez lleva trabajando desde los 15 años. Ha sido vendedora, ha realizado tareas como empleada del hogar y desde hace treinta y un años forma parte de la plantilla de la planta que KL Katealegaia tiene en Zarautz, de la que ahora es además encargada. Por eso cuando le describen como una persona discapacitada por la falta de movilidad que sufre en el lado izquierdo del cuerpo desde que nació no puede evitar enfadarse. «Es una palabra que no debería existir. No somos discapacitados, sino que tenemos capacidades diferentes porque podemos hacer muchas cosas», reivindica.

Eva es una de las 50 personas que trabajan en la planta que KL Katealegaia tiene en Zarautz, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es la creación de empleo para personas con discapacidad en riesgo de exclusión sociolaboral en Gipuzkoa y que cuenta con más de cuarenta años de experiencia. En sus doce plantas repartidas por el territorio trabajan 940 personas, de las cuales el 95% tiene algún tipo de discapacidad -intelectual, física, sensorial o mental- y un 35% son personas con especiales dificultades (discapacidad severa).

Ayer era un día de celebración, ya que se inauguraba oficialmente la nueva planta de KL en la localidad costera, 2.800 metros cuadrados de instalaciones donde sus empleados pueden desarrollar su trabajo «en mejores condiciones». «Ya nos hacía falta, porque la otra fábrica se nos caía a cachos», confiesa Virginia Esteban, otra de las veteranas de la planta, donde entró a trabajar con 27 años. «Tengo polio infantil, una enfermedad muy desconocida que afecta especialmente al sistema nervioso», explica. Virginia comparte la opinión de su encargada y asegura que ella no se siente «menos válida que el resto, sino que valgo para hacer otras cosas».

Como la electrónica, en cuyo taller lleva trabajando desde que entró en la empresa. «Hemos visto nacer la electrónica a lo grande y cuál ha sido su evolución», cuenta Eva con orgullo mientras supervisa cómo Virginia suelda partes de un arranque de bomba. «No podemos decir más, solo que es para una empresa en Alemania», admiten.

En la misma mesa de montaje Xabier Gabilondo, un elgoibartarra de 61 años, interrumpe su tarea unos minutos para explicar cómo cuando tenía 19 años le diagnosticaron ‘la polio’ y tuvo que dejar la empresa en la que trabajaba. «Allí el trabajo que hacía me obligaba a estar siempre de pie, y con la enfermedad era imposible, y tampoco tenían un puesto que encajara para mí. Me dieron la invalidez pero busqué la manera de seguir trabajando». Y la encontró en Zarautz, realizando tareas de soldadura manual para las que su enfermedad no resulta un impedimento. «Imagínate si me llego a quedar con esa edad, con apenas veinte años, sin hacer nada. Necesitaba encontrar la forma de sacar mi vida adelante y este trabajo fue la oportunidad para mí», asegura Xabier. «Tenemos que ganarnos la vida de alguna manera, como el resto de las personas, y somos perfectamente aptos para trabajar. Solo necesitamos que adapten los puestos a nuestras capacidades. Después te aseguro que lo damos todo», afirma Virginia.

Un espejo donde mirarse

Los trabajadores de KL Katealegaia le quitan el sentido a la frase ‘no puedo’. «Si le buscamos el lado positivo, nuestras limitaciones han hecho que el día a día sea una constante superación. Los retos los encaramos sin miedo, porque estamos acostumbrados a enfrentarnos a ellos desde pequeños», explica Eva, quien agradece a su madre que le haya inculcado ese carácter valiente. «Nunca me ha permitido rendirme», asegura. Virginia también recuerda una frase que la suya le decía cada vez que tenía momentos de flaqueza: «Si no coges un tren porque no llegas corriendo, tranquila, que después siempre viene otro».

A pesar de todos esos valores que muchos aplauden y admiran, ellos no se ven como un ejemplo, «aunque sí creo que somos un buen espejo donde mirarnos, porque tiramos para adelante con lo que nos echen», dice Virginia.

Todo ello sin descuidar por un solo momento la profesionalidad y la calidad en el trabajo. Así lo acreditan, como ellos mismos se apresuran a remarcar, todas las empresas que llevan décadas confiando en sus servicios. En la planta de Zarautz se fabrican desde piezas para los coches a contadores eléctricos o porta pilas. Un total de 100 clientes y una facturación anual de 17 millones de euros son la carta de presentación de la organización KL Katealegaia cuyo valor más importante son trabajadores como Eva, Xabi y Virginia que consideran la posibilidad de trabajar como un privilegio.

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