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25 de agosto. Once motocicletas quedaron destrozadas en la calle José María Soroa.
Gros, la 'zona cero' del incendiario

Gros, la 'zona cero' del incendiario

«He pedido a la propietaria del edificio que instale cámaras de vigilancia en el portal», afirma una vecina del edificio que el lunes intentaron quemar

JAVIER PEÑALBA

Sábado, 10 de diciembre 2016, 08:37

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En el barrio de Gros reina la preocupación. Si los indiscriminados ataques a contenedores y motocicletas ya habían generado meses atrás inquietud entre vecinos y comerciantes, el intento de quema el lunes pasado de un edificio con veinticuatro familias en su interior ha terminado por expandir el temor. «Es que son ya tantos los incendios que se han producido, que la gente empieza a percibir una clara inseguridad. Hay personas que ya no se atreven a estacionar sus motos en la calle y han pedido a amigos y conocidos suyos que les hagan un hueco en su plaza del garaje. ¿Y qué te voy a decir del caso del incendio en el portal? Es una barbaridad. Así no se puede seguir por mucho tiempo», afirma Luis Mari Sainz, vecino de la calle Doctor Claudio Delegado, en el corazón del barrio.

Gros se han convertido en el epicentro de los ataques incendiarios y la calle José María Soroa, poco menos que en la 'zona cero'. En sus 350 metros de longitud se llevan registrado este año nada menos que cuatro ataques vandálicos. Tres de ellos han estado dirigidos a motocicletas. Solo en esta calle han resultado calcinados más de una treintena del medio centenar de vehículos que se llevan quemados en lo que va de año en la capital. El mayor ataque se produjo el 6 de septiembre. Entonces ardieron trece motocicletas. Un mes antes, otro hecho similar destruyó once más.

Pero la más grave de todas las acciones se llevó a cabo el lunes pasado cuando un desconocido introdujo dos neumáticos y un colchón en el ascensor del número 12 y prendió fuego. La solidez del edificio, construido de hormigón, y la rápida intervención de los bomberos de la capital evitaron que se consumara la tragedia.

Una semana después de aquel ataque, los vecinos de este inmueble siguen mostrando su intranquilidad y algunos ya han solicitado a la propietaria del edificio que instale cámaras de videovigilancia en el interior del portal. «Tendría que haber muchas más cámaras por todos los lados. Pero parece que la gente tiene miedo, piensa que se trata de una invasión de la intimidad. Yo, desde luego no pienso de igual manera. Creo que sirven para esclarecer hechos como el que nosotros vivimos. Si el lunes, cuando ese individuo hizo lo que hizo en el ascensor de nuestro portal, hubiésemos tenido instalada una de esta cámaras, igual para ahora el autor habría sido detenido y todos los donostiarras nos hubiésemos quitado un problema de encima», afirma Patricia, vecina del segundo piso.

La investigación sobre este hecho sigue con su curso. Agentes de la Unidad de Investigación de Incendios de la Guardia donostiarra han mantenido entrevistas tanto con vecinos como con la propietaria del inmueble. Intentan determinar si algún antiguo inquilino o residente pudiera tener un motivo de animadversión hacia alguno de los que habitan en el edificio o contra la dueña. De momento, nada del contenido de las investigaciones ha trascendido.

Mayor intranquilidad

Patricia reconoce que en el barrio y sobre todo en la calle José María Soroa ha cundido la intranquilidad a causa de los acontecimientos recientes. «Si dejamos el asunto del incendio en el ascensor a un lado, los ataques a las motos son asimismo preocupantes. A quien le hayan quemado le han hecho una faena. Hace ya tiempo que estos vehículos dejaron de ser objetos de lujo. Son elementos indispensables para el transporte. Yo tengo un coche con miles de kilómetros, que me hace un gran servicio y si me lo queman me causan un gran contratiempo. Me obligan a utilizar un taxi u otro transporte que al final termina por trastocar todos los hábitos de vida», afirma la vecina.

Para Koro, vecina de Particular de Ategorrieta, la sucesión de tantos incendios ha venido a alterar la paz que se respiraba en esta calle. «Durante el día suele haber bastante movimiento, pero por la noche es una zona muy tranquila. Por ello, estamos sorprendidos con los episodios que se han registrado».

En su opinión, este tipo de actos solo pueden ser obra de personas que padecen algún tipo de trastorno. «Esto únicamente lo puede hacer un pirómano, alguien que presenta un desequilibrio. Pero esta ciudad hace tiempo que ha dejado de ser lo que era. Todo ha ido a peor. Los incendios provocados son hechos graves, especialmente el que ha estado dirigido contra la comunidad de vecinos del número 12, pero también me preocupan los continuos robos que sufren personas mayores que son asaltadas en los portales. Y esos hechos se producen a plena luz de día».

Un reto a la Policía

Cris, que regenta un negocio muy cerca de José María Soroa, comparte la opinión de Koro en cuanto que la autoría solo puede ser obra de un «perturbado». Pero Cris añade un elemento más. «A mi juicio, es alguien que está echando un pulso, no sé si a la sociedad, a Policía o a quién. Actúa por impulsos. Y lógicamente este tipo de comportamientos genera una gran preocupación», añade.

Cris no se atreve a adelantar cuál podría ser la solución. «No sabría decirte. Creo que para ello la Policía ya cuenta con suficientes expertos que son los que tendrán que poner fin a estos hechos», afirma.

Koro, por su parte, cree que una mayor presencia policial tampoco garantizaría el éxito. «Es tan fácil pasar de noche por una calle y darle fuego a una moto o a un contenedor... Y luego hay otra cosa: tampoco podemos poner un policía en cada esquina».

Bingen Rodríguez es socio de Bimoto, un taller de reparación de motocicletas, situado en el número 13 de José María Soroa. «Hombre, un poco más de vigilancia policial no vendría nada mal. Durante el día ya se ven patrullas por la zona, pero por la noche desaparecen» precisa.

Bingen ha recibido la visita de agentes de la Guardia Municipal que investigan los incendios, interesados en conocer si alguna persona había acudido a su establecimiento a comprar ruedas de moto usadas, por si pudiera ser la autora del fuego en el inmueble del número 12. «Ya les dije que no, que no había venido nadie».

Rodríguez reconoce que este tipo de ataques perjudican su actividad comercial. «La gente que tiene moto está preocupada. Cuando los clientes nos traen sus vehículos nos preguntan si las vamos a meter dentro del taller o las vamos a tener en la calle. Mientras estamos trabajando no podemos tenerlas todas en el interior y hemos de dejarlas en la calle. Eso sí, a la noche las guardamos».

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