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Un grupo de Mikeletes a primeros del siglo XX.
El retorno de los 'txapel gorris'

El retorno de los 'txapel gorris'

La Diputación de Gipuzkoa quiere recuperar la sección de Mikeletes, un cuerpo policial foral con una historia de sombras y luces desde el siglo XIX

antton iparraguirre

Lunes, 24 de agosto 2015, 17:07

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"Guipuzcoanos o al menos 'vascongados', aseados, solteros, disciplinados, educados, hombres de honor, sin derecho a quejarse por sus condiciones laborales ni a entrar en un bar o sidrería, incorruptibles, firmes sin violencia y políticos sin bajeza". Así debían ser los mikeletes de Gipuzkoa hace dos siglos. Ahora, la Diputación, con el PNV de nuevo en el poder, va a solicitar al Gobierno Vasco la recuperación de una Policía que fue suprimida en 2012 con la llegada de Bildu. «Este gobierno foral no tiene misión alguna que encomendar, en este momento, a los funcionarios», alegó la coalición. En ese momento había tres plazas adscritas a la institución, que estaban cubiertas por ertzainas. Uno de ellos era Gervasio Gabirondo, en la actualidad director de la Policía vasca.

No es la primera vez que la Diputación pierde y recupera posteriormente esta Policía foral. Ha sido una constante. Esta es la historia, con sus luces y sus sombras, y con unas singularidades que hoy pueden parecer mentira o provocar una sonrisa, de un cuerpo de milicianos creado en el siglo XIX y que constituye el antecedente de la Ertzaintza, de la que actualmente forma parte.

Vayamos al origen. La primera vez que aparece el nombre de mikelete en Gipuzkoa es durante la invasión francesa en el primer tercio del siglo XVIII, aunque al parecer no era un cuerpo armado de la provincia. Aunque no hay constancia histórica ni unanimidad entre los investigadores, al parecer, la denominación proviene de la llave de chispa de mikelete que fabricaban los armeros vascos con el nombre de los guardias forales. Con el paso de los años se les ha conocido también, a nivel popular, como "praka gorri" o "txapel gorri", por su prendas de color rojo.

Creado en 1839

Hay que remontarse hasta el 24 de septiembre de 1839 para conocer la fecha exacta en la que la Diputación de Gipuzkoa creó su primera milicia foral. La denominó Celadores de Protección y Seguridad Pública. Estaba compuesta por cuatro compañías, dos provenientes del batallón de los txapel gorris (carlistas), y otras dos de los txapel zuris (liberales), además de personas elegidas por la propia institución foral. Arranca así una azarosa existencia que ha estado vinculada con las guerras carlistas que asolaron el territorio. La primera, de 1833 a 1840; la segunda, de 1846 a1849, y la tercera, de 1872 a 1876.

La milicia de Celadores de Protección y Seguridad Pública fue disuelto en 1841, y tres años después las Juntas Generales recuperó su policía foral, pero ya con la denominación oficial de Cuerpo de Mikeletes, con el objetivo principal de la "aprehensión de los malhechores". Sin embargo, una real orden del Gobierno de Madrid lo disolvió en 1846, invitando a los mikeletes a ingresar en la Guardia Civil, que ya estaba replegada por el territorio. La institución foral rechazó que sus agentes del orden pasaran al Instituto Armado, y logró finalmente, en 1848, que otra real orden facultar a la Diputación para volver a contar con su propia Policía.

Entre los principales cometidos de los mikeletes a lo largo de su historia estaban la vigilancia de caminos, la conservación del orden público, la protección de ciudadanos y viajeros y la persecución de ladrones y malhechores. Pero también actuar como correos privativos de la Diputación, vigilar el Palacio foral, hacer cumplir las leyes de caza y pesca, garantizar que no hubiera desórdenes en los espectáculos públicos, expulsar a postulantes y gitanos de la provincia -esto último hoy día impensable- y acompañar como fuerza de respeto al Gobierno foral cuando éste iba en cuerpo de comunidad.

Además, a mediados del siglo XIX, y en base al Concierto Económico, se les atribuyó el cometido de servicios administrativos. como la recaudación de los arbitrios e impuestos provinciales (contribución industrial y comercial, patentes...), y la persecución del contrabando de alimentos, bebidas, prendas y todo tipo de productos, entre ellos curiosamente la leña, entre Gipuzkoa y las provincias limítrofes. A esto hay que añadir que desde 1896 fue encomendada a miembros del cuerpo la dirección de las sucursales de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, fundada por la Diputación, en pueblos del territorio. Asimismo, llama la atención que en 1874, como consecuencia de la tercera guerra carlista, y por orden del Ministerio de Guerra, se formó un batallón de mikeletes voluntarios de Gipuzkoa.

Con estos antecedentes, y volviendo la mirada al presente. ¿Cuáles serían en pleno siglo XXI las funciones de los mikeletes, teniendo en cuenta que están integrados dentro de la Ertzaintza? El actual diputado foral de Gobernanza y Comunicación, Imanol Lasa, respondió a esta pregunta el pasado día 12. Indicó que mantendrá una reunión con el viceconsejero de Seguridad del Gobierrno Vasco, Josu Zubillaga, para formalizar que esta "histórica" sección vuelva a realizar "las funciones legalmente previstas". Subrayó que los agentes pueden realizar una labor de apoyo importante en asuntos sociales y de protección a personas en situación de vulnerabilidad.

Se trata de un cuerpo que tiene connotaciones especiales, tanto históricas como simbólicas. Durante años han realizado un trabajo muy válido, especialmente en colaboración con el departamento de Política Social, agilizando varios procesos, y es por ese valor histórico y por una cuestión de eficacia por lo que hemos decidido recuperarlos. Destacó, además, otras funciones como la vigilancia y protección de bienes del patrimonio foral, la seguridad de los usuarios de las instalaciones de la Diputación y la prestación de auxilio al resto de unidades o servicios de la Ertzaintza. El cargo jeltzale aseguró, además, que la medida no supondrá un coste adicional para la Diputación.

El reglamento

Poco tiene que ver la vigente Ley de Policía Vasca, de la que dependen los mikeletes, con el reglamento al que se debían los policías forales desde el siglo XIX. El primero data de 1879, y la mayoría de sus disposiciones estuvieron en vigor hasta 1937, cuando quedó anulado en plena guerra civil. Siendo un cuerpo civil, la Diputación era su jefe superior y los mandos principales provenían del Ejército. También cuando se creó la Ertzaintza en 1982, siendo Carlos Garaikoetxea lehendakari, hubo militares.

En el siglo XIX para ser aceptado en el cuerpo de mikeletes había que cumplir algunas reglas estrictas. En primer lugar, se requería que el aspirante fuera "guipuzcoano, o cuando menos vascongado. Además, debía tener 20 años y no pasar de los 30, aunque se permitían algunas excepciones. La estatura exigida era de 1,66 metros. Era imprescindible que supieran leer y escribir, algo que no estaba generalizado como ocurre en la actualidad. Hoy en día, para entrar en la Ertzaintza basta con tener la nacionalidad española, una edad de entre 18 y 35 años, poseer el graduado en Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y tener carné de conducir. La altura mínima exigida a los hombres es de 1,65 metros; a las mujeres, 1,60 metros. Hace dos siglos era algo impensable que hubiera una mujer mikelete.

Los aspirantes admitidos se comprometían a estar en el cuerpo foral al menos un año. Además, los que servían con buenas notas en dos años, se les permitirá seguir en el servicio, aunque contrajeran matrimonio. Y es que una de las condiciones para ingresar en el cuerpo era la soltería. Esta condición se eliminó años después.

Ahora que los sindicatos de la Ertzaintza llevan meses protestando por las condiciones laborales que les impone el Departamento de Seguridad, llama la atención este artículo del reglamento de sus antepasados. El mikelete se manifestará siempre conforme al sueldo que goza y empleo que ejerce; cuando se crea agraviado podrá recurrir a sus jefes, y cuando no lograre de estos la satisfacción a que se considere acreedor, podrá llegar hasta la Diputación (...); pero se prohíbe a todos y a cada individuo del cuerpo de mikeletes, usar, permitir ni tolerar conversaciones de que es corto el sueldo, malo el vestuario, mucha la fatiga.

Un ertzaina gana alrededor de 2.500 euros brutos al mes, una cantidad que sin duda jamás imaginarían cobrar los mikeletes. A finales del siglo XIX los sueldos eran estos: 2 pesetas. diarias al mikelete, 2,13 cornetas y cabos segundos, 2,25 cabos primeros, 2,50 sargentos segundos, 2,75 sargentos primeros. Comandante y oficiales del Ejército cobraban el sueldo de reemplazo por el ramo de guerra y el resto por las Caja de Ahorros Provincial del Guipúzcoa. Salvo a jefes y oficiales, se descontaban 0,25 pesetas. diarias a los demás, en concepto de entretenimiento y reposición de vestuario, calzado y equipo, formando con ello un fondo de 75 pesetas, ajustándose esta cifra cada seis meses, repartiéndose la demasía entre sargentos, cabos, cornetas y mikeletes. Se establecían premios de antigüedad en el cuerpo: 3,75 pesetas. mensuales por 15 años de servicio, 5 pesetas. a los 20 años, 6,25 a los 25 años, 7,50 a los 30, 8,75 a los 35 y 10 pesetas. a los 40;

Sentido del honor

Los responsables de los mikeletes, tanto desde la Diputación como desde el propio cuerpo, hacían mucho hincapié en el honor. Debe ser la principal divisa del mikelete, y por consiguiente conservarlo sin mancha, porque si se llega a perder, no se recobra jamás, se advertía en el reglamento. Se exigía, además, ser prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza". Asimismo, no debía ser temido "sino de los malhechores y enemigos del orden". Otro artículo añadía: "procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación, el que se crea cercado de asesinos, se vea libre de ellos, el que tenga su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado, el que vea a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último debe siempre velar por la propiedad y seguridad de todos.

Ya en el siglo XIX se luchaba contra los sobresueldos por parte de funcionarios públicos. Cuando tenga la suerte de prestar algún servicio importante, si el agradecimiento le ofrece alguna retribución, nunca debe admitirla, porque no se hace más que cumplir con su deber, se alertaba. También debía pagar con puntualidad el alojamiento y gastos de su manutención, sin gravar a los pueblos ni a persona alguna. Pero se premiaba la eficiencia. Por cada ladrón que se aprehenda, se abonará, justificado que sea el delito, haya habido o no resistencia, 80 pesetas. Esta recompensa se repartirá sin distinción de clases, entre todos los individuos de la partida o partidas que hayan concurrido activamente a la aprehensión, aunque no la hayan verificado todos materialmente.

El aspecto externo era, asimismo, algo muy a tener en cuenta, como también lo es hoy en día, aunque en este apartado hay algunas singularidades. El mikelete, lo mismo en población como en el destacamento más solitario, no deberá salir de su casa sin haberse afeitado lo menos dos veces a la semana, teniendo el pelo y las uñas cortadas, bien lavado, peinado y aseado, y limpiando diariamente todas las prendas de vestuario y armamento, lo bien colocado de sus prendas y su limpieza personal, contribuirán en gran parte a granjearle la consideración pública, advirtiendo que el desaliño en el vestir infunde desprecio.

También era menester dar prueba de buena ciudadanía. "El mikelete debía saludará con arma o sin ella, y ceder la acera del lado de la pared tanto a las autoridades como a los civiles, y especialmente a las señoras. Esto dará una muestra de subordinación para con los unos, de atención para los otros y de buena crianza y educación para con todos, se subrayaba en el reglamento.

Ahora es habitual ver a ertzainas, tanto de uniforme como de paisano, tomando un café o charlando entre ellos durante el servicio. Pero esto no estaba bien visto en el reglamento de la Policía foral. El mikelete se presentará siempre con gravedad, y no se entregará a cantos ni otras distracciones impropias de la posición que ocupa. Se le prohibe absolutamente sentarse en el suelo, estar arrimado a las paredes, ventanas y otros parajes que desdigan de la decencia con que debe estar, pues su formalidad, silencio y seriedad, deben imponer más que sus armas. Asimismo se le prohíbe permanecer en tabernas y sidrerías. Una última 'perla' es ésta: Cuando se hallen reunidos en servicio varios mikeletes sin ningún cabo o jefe que les mande, obedecerán al de más edad. En aquel entonces la edad era un grado, ahora en algunos casos puede ser una rémora o una aproximación cada vez más real hacia la jubilación.

La disciplina interna era copia de la militar y sus miembros se acogían al reglamento general que regía para todos los empleados de la Diputación en lo referido a pensiones, jubilaciones, socorros y viudedades.

Disolución y restablecimiento

Pero todo se vio trastocado por una nueva contienda en el territorio. El estallido de la guerra civil en 1936. La mayoría de los mikeletes apoyaron la República y lucharon primero en Gipuzkoa y, tras la caída de esta provincia en manos de los nacionales, en Bizkaia. El 23 de junio de 1937, el general en jefe de los Ejércitos del Norte, Gil Yuste, ordenó la disolución del cuerpo foral, previa eliminación del Concierto Económico. Tres meses más tarde haría lo mismo con la Guardia Foral de Bizkaia. Solo quedaron activos los Miñones de Araba, porque esta provincia no se sublevó contra Franco.

Pero los mikeletes volvieron a resurgir cual ave fénix. Fue con el fin de la dictadura y la llegaa de la democracia. Se restablecieron a través de la Disposición Adicional Primera de la Constitución de 1978. Un año después, el Estatuto de Autonomía de Gernika constituyó la Policía Autónoma del País Vasco, coincidiendo con el real decreto de 22 de diciembre de 1980 en lo referente al restablecimiento de los cuerpos forales dentro de la Ertzaintza.

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