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Para un vidente, guiar es tan complicado como dejarse llevar. En ambas actividades son expertos Joxean, Ramoni y Zuriñe y su perro guía, escoltas de lujo para las participantes en el ensayo de la visita.
Paseo a ciegas por los sonidos y los sabores

Paseo a ciegas por los sonidos y los sabores

Cuatro visitas guiadas ayudarán en San Sebastián a «ponerse en la piel de personas con diversidad»

NEREA AZURMENDI

Viernes, 29 de mayo 2015, 11:31

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Una bicicleta apoyada en una pared, un expositor que la víspera no estaba allí, una zanja recién cavada, una caja olvidada, un viandante despistado... Cinco elementos habituales en una de las calles más concurridas de la Parte Vieja donostiarra, casi irrelevantes de puro cotidianos, trastocan por completo la orografía urbana. Y, por ello, convierten la marcha de las personas invidentes o con visión reducida que caminan de manera autónoma gracias al mapa que tienen trazado en su memoria y a referencias que para ser últiles tienen que ser estables en una carrera de obstáculos que merecería rango olímpico.

Lo pueden contar, y nosotros creerles, pero como mejor se experimenta la sensación de ir doblemente a ciegas es con un antifaz que funde a negro el paisaje y con un bastón en la mano. Es lo que propondrá este sábado, 30 de mayo, dentro de la marea de actividades que traerá Olatu Talka a San Sebastián el itinerario GastroSensitivo. Es uno de los cuatro itinerarios enmarcados en la propuesta Jolasmugi!, organizada por Hegalak Zabalik Fundazioa y Gipuzkoa Solidarioa, con la colaboración de entidades como Begiris Elkartea, Dandai Emakumeen Elkartea, Atzegi, + 55, Bidez Bide y SOS Racismo.

En los cuatro casos se trata, como dicen los organizadores, «de empatía, de ponerse en la piel de otra persona, en este caso de las personas con diversidad funcional, algo necesario para conocer la realidad que viven y romper las barreras mentales y arquitectónicas que impiden que todos podamos disfrutar del ocio».

Porque de disfrutar se trata, y de convertir en compañeros de camino a personas que tienen algún tipo de diversidad funcional y a quienes, en principio, se desenvuelven con comodidad en un entorno diseñado a su imagen y semejanza. Con la Parte Vieja como escenario y la plaza Zuloaga como centro de operaciones -en ella, junto a San Telmo, se colocarán las mesas informativas y de allí partirán a mediodía las visitas guiadas-, se podrán ver otras caras del barrio más emblemático de San Sebastián.

O ver su cara más conocida, la gastronómica, con otros ojos. Con ojos que no ven, como los de Joxean Txintxurreta. Al igual que Ramoni Jauregi y Zuriñe de Anzola, es miembro de Begiris, la asociación guipuzcoana para promover la inclusión de las personas ciegas o con baja visión y, aunque no sea esa su profesión, resulta un excelente guía turístico. Él conducirá la visita GastroSensitiva del próximo sábado en la que, como en las tres restantes, podrán participar como máximo 14 personas. Los interesados ya pueden inscribirse en gipuzkoasolidarioa@kutxa.es.

No todo es lo que parece

Joxean y Ramoni tienen el callejero de lo Viejo, y de otros muchos lugares, impreso en la mente. Calculan localizaciones y distancias con la precisión de un GPS y, si no mediaran bicicletas, expositores, zanjas, cajas y despistados, guiarían a los videntes convertidos en invidentes durante algo más de media hora (los participantes sin problemas de visión harán la visita por parejas y se turnaran en el apagón visual) sin el más mínimo contratiempo.

En los puntos seleccionados, este guía por un día convencido de que también en materia turística hay que dar el salto y pasar de la accesibilidad a la inclusión, desgrana con rigor y humor algunos pasajes de la historia de la ciudad que, durante siglos, fue la historia de la Parte Vieja.

No obstante, es tan intensa la sensación de moverse sin contar con el sentido en el que confiamos para situarnos en el espacio, tan absorbente y sorprendente la importancia que cobran estímulos como los sonidos que, en la parte del recorrido que se hace a ciegas, no será raro que al vidente enmascarado no le alcance el cerebro para todo. Vencer la sensación de indefensión y de vértigo que produce no saber qué es lo que nos rodea, recordar cómo hay que mover el bastón para no estamparse contra un andamio y, al mismo tiempo, estar atento a los detalles del incendio de 1813 exige alta capacidad multitarea.

Si hay que subir y bajar escaleras, la complicación sube de nivel, tanto para el guiado como para el guía, porque uno de los aspectos más interesantes de la experiencia, tal vez el de efecto más duradero, es comprobar que ayudar a las personas con limitaciones funcionales no es solo cuestión de buenas intenciones, sino que tiene algún que otro truquillo. El principal, preguntarles, escucharles y actuar en función de sus necesidades, no de nuestras ocurrencias, por muy bienintencionadas que sean. Eso también se aprende en la visita.

La parte Gastro del itinerario resulta igualmente sorprendente. Degustar pintxos sin ver lo que nos llevamos a la boca puede ser una experiencia más habitual que recorrer lo Viejo palpando las paredes con un bastón, reconociendo los distintos tipos de suelo por el sonido y confiando en el buen criterio de bicis, furgonetas y peatones. Pero, en cualquier caso, otorga nuevos matices a sabores y olores, y demuestra que, también en este campo, no todo es lo que parece.

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