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«Tras seis prótesis, ahora por fin veo luz en el túnel»

A.U.

Viernes, 22 de mayo 2015, 07:01

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En los últimos diez años, Cristina ha pasado por el quirófano unas cuantas veces. Seis de ellas para retirarle y colocarle prótesis en la mama que perdió por un cáncer que le detectaron con 43 años. «En una revisión ginecológica rutinaria me recomendaron que me hiciese una mamografía. Al parecer se veía algo, pero no le dieron importancia. Al año siguiente, me la repitieron, y ahí ya detectaron la enfermedad». Tenía cáncer y había que eliminar el tumor. Le operaron para extirparle «uno bultos», pero tras analizar el tejido, se vio que había que eliminar más. Entró al quirófano del Hospital Universitario Donostia tres veces y al final le quitaron la mama entera. En su caso, no hizo falta ningún otro tratamiento, como radioterapia o quimioterapia.

Como le tuvieron que quitar piel junto a la mama le introdujeron un expansor, una especie de globo hinchable, cuyo volumen va aumentando progresivamente para que la piel se estire y lograr, de esta forma, el volumen necesario para colocar la prótesis mamaria. Se la pusieron, aunque «con el tiempo se fue endureciendo. Era como llevar una piedra». Le cambiaron la prótesis. Volvió a fallar. Luego, otra, y lo mismo. Y así «hasta seis veces, la última con una infección muy grande».

Todo este «calvario» le afectó psicológicamente, «porque siempre he sido de espíritu joven, pero la verdad, me sentía mayor. Tenía muchas limitaciones», y no sólo estéticas, subraya. Afirma que sufría dolores de espalda «tremendos» y que, por ejemplo, «no sentía la escápula derecha». Llegó un momento en que decidió buscar una segunda opinión, y acudió a la consulta del doctor Santos. «Me dijo que tras retirar la última prótesis habría que esperar a que se regenerara la zona». Y le planteó varias opciones, como la técnica del DIEP, que se ajustaba perfectamente a las características de Cristina.

El hecho de que se tratara de una operación más larga y compleja que otras era la principal pega, «pero es que no me compensaba seguir la vida que estaba llevando». Así que, con el apoyo de su marido y allegados, tiró para adelante.

Confiesa que antes de la intervención «se puso morada» a comer, por aquello de que hay que tener algo de tripa. «Siempre la he tenido, pero nunca he estado tan gorda como entonces». Tras la intervención, costeada por la sanidad pública, estuvo cinco días ingresada. Al principio le resultó «un poco duro, sobre todo para incorporarte, porque te quitan tejido del abdomen».

Pero con el tiempo, se ve cada vez mejor, sensación que corroboran las revisiones semanales. «La verdad es que estoy muy contenta, porque hasta ahora no veía el final del túnel y he empezado a ver la luz. Además, esta es una solución definitiva, te olvidas del problema», se congratula la guipuzcoana, de 53 años, que concluye dando las gracias al equipo que la asistió «y la atención que me dieron y me están dando. El trato ha sido muy bueno y siempre han estado pendientes de mí».

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