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Antonio Jiménez, con cartones del bingo, junto a otros voluntarios en Eibar.
144.734 horas de compañía al año
VOLUNTARIADO

144.734 horas de compañía al año

En Gipuzkoa hay 900 voluntarios de Nagusilan, una cifra «buena pero no suficiente»

ANE URDANGARIN

Lunes, 28 de julio 2014, 07:17

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Que cada vez vivimos más años no es ninguna novedad, como tampoco lo es la proliferación de familias con cada vez menos miembros. El contexto social va variando y el que se avecina, o ya está aquí, es terreno abonado para la labor de asociaciones como Nagusilan. Esta entidad que se acerca a su vigésimo aniversario cuenta con 900 voluntarios en Gipuzkoa que se dedican a acompañar a personas mayores solas en domicilios, residencias o centros de día. Son muchos pero no suficientes, insisten, para responder a los retos sociales que se avecinan. Mientras tanto, en Nagusilan se siguen empleando a fondo para favorecer el envejecimiento activo y fomentar el compromiso solidario. Tras el reciente homenaje a su fundador, Juan María Garitano, en la última asamblea, hablamos con tres voluntarios para que nos cuenten su experiencia.

Aurora Pérez: «Prefiero esto a pasar el tiempo delante del ordenador. Te dan mucho cariño»

Aurora es un torbellino. No para quieta. Tiene 67 años, vive en el barrio donostiarra de Egia y cuando su madre murió decidió dedicar algunas de sus horas libres al acompañamiento de personas mayores. Al principio unas pocas. Ahora, algunas más. «Es que son muy agradecidos, te dan mucho cariño. Te están esperando. Veo a gente de mi edad que pasa tantas horas delante del ordenador, y yo les diría lo gratificante que esto».

Quedamos con ella en la coqueta residencia Aita Etxe, a donde llega empujando la sillita de su nieta Olaia, que se convierte en el juguete de los residentes. «Aquí suelo venir cada quince días y les sacamos a pasear. Les bajamos a la ciudad en ambulancia y un día vamos a pasear al paseo de La Concha, otro al parque de Aiete, a Loiola...». Eso generalmente suele ser los martes por la mañana. Por la tarde canta el bingo en la residencia Aldakonea. También cobra y reparte cartones. «Jugamos a tres céntimos el cartón». El bingo dura un par de horas, de 16.3 a 18.30 horas, «y siempre las parece poco».

Los jueves por la mañana acude a la fundación Goyeneche. Allí saca a pasear a Javier, de 68 años, y Julieta, de 59, «que es un encanto. Te pasa la cara por el brazo. Es una gozada». Y el jueves por la tarde, de nuevo Aldakonea, donde se estrenó en el voluntariado. Allí está con varios residentes. Básicamente conversan. «Hay una mujer que me dice que soy su mejor amiga, 'eres más que mi familia' ». También juegan a las cartas. «Hay un hombre de 103 años con el que jugamos a los seises».

En caso de algún contratiempo, «siempre, siempre» se avisa, «porque lo que no puede ser es dejar a la gente colgada», cuenta Aurora, quien habla de la «soledad» como la peor de las enfermedades. «Ves a personas mayores en las residencias con familias que están muy pendientes, que reciben casi a diario la visita de los hijos, de los nietos... Pero luego está la soledad. Es muy triste no tener familia, pero más tenerla y que no te acompañen».

Para cubrir esos huecos están los voluntarios de Nagusilan, que de no existir habría que inventarlos, viene a decir Belén Gutiérrez, la directora de Aita Etxe, donde se percibe un ambiente más que familiar. «Ese es Fermín, una institución en Intxaurrondo. Es muy de la Real, hasta suele salir con una txapela que le regalaron los de la directiva cuando cumplió 75 años. Arantxa es encantadora. Ha vivido toda la vida en el colegio de niñas ciegas de San Rafael. Teresa estuvo en Casa Nicolasa y luego se fue de cocinera a Nueva York...». Todos ellos, y algunos más, posan para la foto.

«Nagusilan es un grupo muy serio, no hacen caridad, dan compañía. He visto qué vínculos se crean. El centro no tiene capacidad de ofrecer eso», reconoce Gutiérrez.

Jesús María Zaldua: «Damos el plus que los servicios sociales no pueden ofrecer»

«Siempre pensamos que la labor de voluntariado se ciñe exclusivamente a la ayuda de mayores, pero también se hace en la retaguardia, en las tareas de dirección, de preparación, de pensar en el futuro o de representación». En las labores más directivas y organizativas. «Es de lo que estamos más pobres», dice Jesús Mari Zaldua, secretario de una asociación que nació en 1995 «para hacer el bien y ayudar a quien necesite. Somos aconfesionales, pero con interés humanista». Gipuzkoa fue el epicentro, pero la idea importada desde Estado Unidos se ha expandido hasta Granada. En total, hay unos 1.400 voluntarios en el Estado.

«Y la realidad es que siempre hacen falta más. Hay más personas mayores que cada vez viven más». Hay que adaptarse a esa realidad cambiante, «con la tendencia muy clara de mantener a las personas mayores en el hogar, en el núcleo familiar, y llevarles a la residencia en última instancia. Se intenta mantener el núcleo familiar». En este contexto, los voluntarios de Nagusilan vienen a complementar los servicios sociales: «No suplimos a los profesionales, sino que damos ese plus que ellos no pueden dar». Ofrecen ternura, cariño, compañía.

El secretario de la asociación destaca esa faceta altruista que busca la rentabilidad social de quienes, una vez jubilados, disponen de tiempo libre, «a la vez que enriquece al voluntario. Es una forma de dotar de un porqué a la vida. Yo creo que un voluntario ahorra en fármacos, en depresiones, frente a una persona de su misma edad que no tiene ninguna actividad. El voluntariado te mantiene vivo, feliz. Te hace sentirte lleno, satisfecho, porque con ese dar te estás vaciando». Hasta el punto de que considera que esas actividades de voluntariado debería estar fomentadas por las instituciones.

Por su función, Zaldua conoce todos los número de Nagusilan. Los de unos voluntarios que el año pasado ofrecieron 144.734 horas de compañía en Gipuzkoa, la mayoría en residencias (94.836). La asociación cuenta con un presupuesto de 170.000 euros, de los cuales el 65% proviene de las instituciones públicas. El objetivo es ampliar ese presupuesto a los 241 y aumentar desde el 30 a 45% la aportación de las empresas. También han calculado en euros el valor que han aportado a la sociedad: «Hemos valorado la hora a cinco euros, así que hemos aportado 723.670 euros. Si se compara eso con los 170.000 de presupuesto... La media por voluntario es de 839 euros».

Antonio Jiménez: «El voluntariado es muy saludable»

Antonio Jiménez tiene 81 años y es voluntario de Nagusilan desde hace 18 cuando, junto a su mujer y un matrimonio amigo, puso en marcha la delegación eibarresa. «Llevaba dos años jubilado y tenía tiempo». Empezaron cuatro y ahora son veinticinco los voluntarios en la villa armera, que acuden al centro gerontológico Ego Gain, la residencia San Andrés, el centro de día y el garagune de la fundación Goyeneche.

«Llegamos a todo», pero más manos no vendrían mal, «porque siempre hay alguna baja, alguien que se ha ido de vacaciones...». Jiménez se encarga de toda la logística desde el despacho de Nagusilan en Ego-Gain, a donde acude todas las mañanas. «También atiendo y saco a pasear a tres residentes a diario. A veces me acompañan cuando tengo que hacer llamar y esas cuestiones».

Las tardes de los lunes y viernes canta, junto a otro compañeros, el bingo en la residencia San Andrés. Y también echa una mano en las excursiones por la ciudad o en las visitas a Deba y Zumaia, ahora que empieza el buen tiempo. ¿Demasiada actividad? «La verdad es que recibes más que lo que das. El voluntariado es muy saludable». Y no se puede fallar, «porque te están esperando. Si un voluntario no puede ir un día avisa y lo sustituimos, lo que no se puede es dejar a esas personas sin la visita o sin ese bingo». Sin esa alegría.

O que se lo digan a su mujer, María Teresa. Ella ejerce su voluntariado por las tardes. Sí, también los fines de semana. «A veces digo que no voy a ir, pero luego cuando llega el momento, no puedo. Saber que te esperan...». ¡Y qué recibimientos le hacen! «Solemos jugar a la brisca y a los seises. Dice la psicóloga que es muy bueno jugar a cartas».

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