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«Para los negocios, yo soy cien veces más astuta que Pedro J.»

«Para los negocios, yo soy cien veces más astuta que Pedro J.»

Con 18 kilos menos, nuevo estado civil y el Premio Nacional de la Moda en su haber, Ágatha Ruiz de la Prada vuela ligera y sin miedo a perder plumas. «Estoy deseando que me inviten a algo para llevar puesta la bandera de España»

ICÍAR OCHOA DE OLANO

Lunes, 30 de octubre 2017, 13:22

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Es raro pillarla en su tienda-estudio del número 27 de la calle Serrano, en la capital. Entre charlas, desfiles y compromisos internacionales de todo pelaje, vive en un frenesí que afronta a quemarropa y con entusiasmo renovado. Tras su sonada separación del periodista Pedro J. Ramírez, todo, empezando por ella misma, le pesa menos. El trago le supo a rayos, pero ahora parece haber redescubierto el mundo con ojos propios. Para colmo, no paran de agasajarla aquí y allá, y ella, recompuesta y sin remilgos, se deja querer. Hablamos con Ágatha Ruiz de la Prada (Madrid, 1960) de tacatacas, de Gaudí, de la abuela María y de un país colgado de tres dígitos.

- De creadora disparatada a grande de la moda. ¿El mundo ha perdido la cabeza o la ha encontrado?

- Yo hice mi primer desfile en el 1981, con veinte años, y a los tres meses Vogue organizó en Madrid el desfile 'Diez grandes de la moda en España' y ahí estaba yo. Desde el primer día he estado en esa liga.

«Hacer durante 36 años lo mismo te convierte en un clásico, y eso gusta»

«La gente te tiene más cariño cuando, como a mí, te hacen una putada»

- Bueno, yo aún recuerdo sus vestidos ensaimada y tacataca, y lo que dieron que hablar...

- Mi ropa tiene una cosa, te puede gustar mucho o no gustar nada, pero desde aquel primer desfile, la mayoría de la gente reconoce el estilo Ágatha Ruiz de la Prada. Al final, cuando llevas 36 años haciendo lo mismo y demuestras ser coherente y fiel a lo tuyo, te conviertes en un clásico. Y a la gente le gusta tener un cuadro de Picasso, no uno que 'se parece a'.

- Le iba a preguntar si añora los tiempos en que era una incomprendida, pero da la sensación de que nunca se sintió así.

- Comprendo que mi ropa es difícil para mucha gente y admito que me gustaría verla puesta más. Cuando viene Miley Cirus y se pone un traje mío digo 'qué simpática, ojalá hubiera más mujeres que en las fiestas, en las bodas y en las cosas normales se vistiera de Ágatha'. Pero también sé que en muchísimas casas españolas hay una toalla, unos calcetines, unos azulejos, un casco, un cuaderno o un bolígrafo míos. Pocos diseñadores han tenido esa suerte. Por eso, no me puedo considerar una incomprendida.

- Hoy es la diseñadora española con más licencias en el extranjero. ¿A quién se le ocurrió trasplantar sus símbolos y todo el arco iris a todos esos artículos, además de barbacoas, contenedores de basura, colchones, puertas blindadas o ataúdes?

- A mí, a mí. Se juntaron varias cosas, que vengo de un padre arquitecto, que soy muy de la Bauhaus y que gente como Javier Mariscal o Philipp Stark dicen 'podemos hacer todo'. Me metí en eso y me di cuenta de que ese era el camino.

- Desde entonces, ¿se siente más brillante industrial que creadora rupturista?

- Las dos cosas. De repente me pongo a hacer algo más comercial, luego me aburro y digo: 'me voy a poner más creativa'.

- En su éxito, ¿le han ayudado más sus títulos nobiliarios, su relación con uno de los puntales de la Prensa de este país o es cosa de una audacia de otra galaxia?

- Antes de conocer a 'Pedrojota' yo ya había salido en el 'New York Times', en el 'Newsweek', en todos. Y mil veces en su periódico. En este último año, muchísima gente que no me habría sacado en sus medios me ha dado portadas, premios, mimos... No sabe lo agradecida que estoy.

- La separación, ¿le ha puesto los pies en la tierra?

- Siempre los he tenido. He llevado mi negocio durante muchos años y en mi vida me he retrasado un día en pagar a una modista. He mostrado que me ocurrió algo que no me esperaba. Pero ese mismo día fui al estudio a trabajar y he seguido adelante con mi trabajo. Si hay algo que tengo es un extraordinario sentido común.

- En su desahogo público, ¿hay más de cura que de venganza?

- Yo soy así. A mí me preguntan algo y respondo. Yo tengo amigas a las que nunca sabes lo que les está pasando. Todo es un misterio. Tampoco he dicho mucho. Hablé con '¡Hola!' porque se lo prometí. La gente ha estado adorable. En la calle o en la seguridad de un aeropuerto me dicen '¡Ágatha, ánimo y tal'. Yo dije que me habían hecho una putada y muchas mujeres se han visto reflejadas.

- ¿Su imagen pública ha salido ganando?

- La gente te tiene más cariño cuando te hacen una putada.

- Es la primogénita de una familia pudiente, que jamás le ayudó en nada. A excepción de su abuela María Urruela.

- Sí, ella me prestó dinero. Estaba loca conmigo. El resto no pensaba que había que ayudar, ni trabajar, ni nada. No lo necesitaban. Era otra época en la que, desde luego, éramos más libres. Que yo trabajara fue porque me dio la gana. A mi familia le parecía de lo más raro. En cambio, a mis hijos los puse a trabajar con catorce años.

«Paso millas de Puigdemont»

- Su imperio y su fortuna, ¿son suficientes para colmar su ego?

- Mi egoteca es mi fundación, para preservar mi obra. La eché a andar en 2011. Este último año le cogí un poco de asco. Ahora noto que me vuelve a hacer una ilusión bestial. Que yo sepa, solo lo ha hecho hasta la fecha Saint Laurent, pero empieza a ser un obsesión. Lo llaman 'heritage'.

- Esperanza Aguirre ha sido el único cargo público del país en escoger un vestido suyo.

- Acuérdese también de la ministra de Cultura Carmen Alborch, que se puso un traje de lazos.

- Cierto. ¿Le duele más Letizia?

- No me duele nada. Yo no me considero para nada una diseñadora de la corte. A mí lo que me divierte es que la gente de a pie tenga cosas mías.

- A sus ojos, Carles Puigdemont, siempre de negro, ¿es un lienzo en blanco?

- De Carles Puigdemont paso millas. Y de la política en general cada día paso más. Solo me interesa lo verde.

- Por parte de madre, es 100% aristócrata y catalana. Incluso hay varios alcaldes de Barcelona en su árbol genealógico. No será Ada Colau una prima tercera o cuarta...

- Que yo sepa, no. Uno de los alcaldes de mi familia fue Juan Antonio Güell y López, marqués de Comillas. Fueron los que pagaron el 85% del trabajo de Gaudí. Yo siempre he tenido una relación enorme con Cataluña. Pasaba allí las Navidades, la Semana Santa, el mes de junio...

- Y estudió en su Escuela de Artes y Técnica de la Moda.

- Sí. Me da mucha pena porque ahora voy poquísimo. Yo tenía una tienda muy bonita allí.

- Cuatro pisos cerca del Paseo de Gracia. La cerró hace ya dos años y medio.

- Era mi favorita. Un día fui y vi tal agresividad que dije 'Agathita, esto va a ser un desastre'. Se veía venir. Volví a Madrid y dije 'cierro la tienda'. A los tres meses ganó Colau. '¡Qué bien he hecho!', pensé. ¿Sabe qué ocurre? Yo paso horas en mis tiendas. En la de París, la de Nueva York... Y la gente que te ve allí, o no te dice nada o te felicita. En Barcelona se palpaba el enfrentamiento. Recuerdo que aquel última día fui a dar una charla gratis a una escuela y me asusté de tanta hostilidad.

- ¿El arraigo indisimulado de su marca en Madrid le pasó factura?

- Para los catalanes yo soy muy de Madrid. Y en esa época, estando con 'Pedrojota, más'. Yo decía: 'cualquier día me queman la tienda'.

- Nubes, flores o corazones. ¿En qué piensa cuando escucha los tres digitos? 155.

- Pues que no es tan grave, que lo estamos exagerando. No creo que los soldados estén entrando allí... Mire, una de las cosas deliciosísimas de este último año es que no he hablado nada de política. He dedicado a Rajoy cero, cuando antes todo el día era que si Mariano por aquí, Mariano por allá... Y digo 'joder, qué gozada'. Lo otro era tan agresivo para mi forma de ser... Ahora veo lo que pasa con la distancia de los demás, como una persona normal.

- Estos días ha vestido a sus maniquíes de su estudio de Serrano con la bandera de España.

- Los he hecho con mis medidas. La pena es que no pude ir a aquella manifestación tan bonita que se hizo en Barcelona. Estaba en Portugal. Estoy esperando a que me inviten a algo para ponérmelo.

- En el fondo, ¿usted es algo así como una señora de 'derecha caviar'?

- Hombre, yo creo que sí.

-A sus hijos, al mando de la empresa, ¿les ha pedido que sean naif como usted o astutos como su padre?

- Para los negocios yo soy cien veces más astuta que su padre.

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