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Hubert de Givenchy, el pasado mes de mayo en el museo Balenciaga de Getaria.

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Hubert de Givenchy, el pasado mes de mayo en el museo Balenciaga de Getaria. Usoz

Givenchy, la leyenda que impulsó el museo Balenciaga

El modisto, que falleció en París a los 91 años, consideraba al creador vasco su «maestro»

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

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Martes, 13 de marzo 2018, 07:10

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Fue una leyenda de la moda que, a su vez, siempre se remitía a a otra leyenda. «Yo perdí a mi padre cuando era niño y Balenciaga fue como otro padre para mí», repetía siempre Hubert de Givenchy, el modisto fallecido el sábado en París a los 91 años, aunque su muerte no trascendió hasta ayer. Givenchy vistió a Audrey Hepburn, Jackie Kennedy o Grace Kelly y fue pionero en el profundo cambio social de la moda en la segunda mitad del siglo XX. Pero siempre llevó con gusto la etiqueta de «discípulo de Balenciaga», hasta el punto de que su aportación fue decisiva para la creación en Getaria del museo consagrado al modisto guipuzcoano. De hecho, tal y como él reconocía en su última entrevista a este periódico Balenciaga marcó su biografía.

Lo recordaba Givenchy el pasado mayo, en conversación con este periódico, en una de las últimas entrevistas que concedió. «Hace muchos años se me pidió ser presidente de la Fundación Balenciaga y acepté encantado por mi amistad con él y como homenaje a su memoria. Seguí la construcción del museo, he conocido los problemas, he visto trabajar a un gran equipo y hoy es mejor pensar en los resultados. El museo es una emocionante realidad que me evoca mis encuentros con Balenciaga, cuando me hablaba de su infancia y juventud en el País Vasco, y de su familia, tan unida. Yo descubrí el País Vasco gracias a Cristóbal. Era un hombre tan humilde que este museo tan grande quizás no le hubiese complacido tanto... pero era necesario disponer de un lugar así en homenaje a un modisto único».

En la ‘casa’ de Donostia

Fue la última visita de Givenchy a Getaria, cuando vino a presentar el legado de la multimillonaria norteamericana Rachel L. Mellon, que llegaba al museo gracias a la mediación del diseñador francés. Givenchy participó en la inauguración de la exposición y atendió a DV durante más de una hora. Pese a su delicado estado de salud, que provocaba que sus allegados le aconsejaran acortar la charla, el diseñador repasó su carrera y sus vínculos con Balenciaga con una prodigiosa memoria y una extrema amabilidad.

«Balenciaga me enseñó a amar lo vasco», dijo Givenchy a DV en una de sus últimas entrevistas

«Balenciaga me enseñó a respetar los tejidos», decía. «La honestidad de Balenciaga llegaba incluso a la forma de tratar las telas. Cada tejido tiene su propio lenguaje, su caída, sus formas. Balenciaga decía que en un traje hasta el volante debe ser inteligente: ni demasiado ceñido, ni demasiado amplio. Su objetivo no era epatar, sino que la mujer se sintiera cómoda en cada vestido».

Fechas de una vida

  • Los comienzos

  • 20 de febrero de 1927 Hubert Taffin de Givenchy nace en Beauvais, al norte de Francia.

  • 1945 Comienza su carrera de diseñador en la casa de Jacques Fath y Elsa Schiaparelli.

  • 1952 Funda su propia casa de moda.

  • Su edad dorada

  • 1953 Comienza su colaboración con la actriz Audrey Hepburn, su musa.

  • 1988 Vende su casa a la firma LVMH, aunque se mantiene como director artístico.

  • 1995 Presenta sus últimas colecciones de alta costura y prêt-a-porter.

  • 10 de marzo 2018 Muere a los 91 años.

Givenchy recordaba: «Una vez, cuando yo era muy joven, vine a verle trabajar en San Sebastián: él tomaba las medidas a una mujer mientras yo le pasaba las agujas. Ajustaba tan bien el vestido que parecía rejuvenecer a la señora 20 años, como si le hubiese hecho la cirugía estética: sabía cómo lograr que las mangas, el cuello o el talle pusieran en valor lo mejor de esa dama. Las mujeres se sentían libres al vestirse con sus trajes: no hay mejor elogio. Él no ponía una flor en un vestido para ‘hacer bonito’: si estaba ahí debía servir para expresar algo. Era un modisto profundo».

Murió «mientras dormía»

El Givenchy que hablaba así con pasión en mayo falleció el sábado mientras dormía, según informó ayer en un comunicado a la agencia France Press el también diseñador Philippe Venet, con quien compartió su vida durante varias décadas. Sus funerales se realizarán «en la más estricta intimidad», precisó.

«El vestido debe acomodarseal cuerpo de lamujer, no al revés»

¿Por qué fue considerado el maestro? Givenchy para principiantes:

1. Belleza. «La moda debe embellecer a la mujer, no disfrazarla. Hay que ir siempre a lo más depurado, a lo más sencillo. El vestido debe acomodarse al cuerpo de la mujer, no el cuerpo de la mujer a las formas del vestido. Y el tejido es tan importante como el diseño: un vestido tiene que ser tan majestuoso por fuera como por dentro».

2. El lujo. «Busco el rigor y huyo de lo inútil. En 1988 vendí mi casa al grupo LVMH, donde seguí como director artístico aunque me fui en 1995. Me había convertido en un empleado. Se habla de lujo pero con bolsos o zapatos casi inllevables. Si eso es ahora el lujo, tiene el tiempo contado».

3. Prêt-a-porter. Fue uno de los estandartes de la primera eclosión del ‘prêt-a-porter’ de alta gama, a principios de los 50. Y llevó el negro al diseño de calidad.

4. El personaje. Empezaba a trabajar a las siete y media de la mañana vestido con una bata de lino blanco. Los últimos años se refugiaba cada vez más en su castillo, lleno de obras de arte, donde vivía con su compañero desde hace décadas, el también diseñador Philippe Venet.

Nacido el 20 de febrero de 1927, Hubert de Givenchy perdió a su padre cuando tenía dos años y creció en Beauvais, en el norte de Francia, rodeado de su familia materna. Su abuelo era administrador de las manufacturas de tapicerías de Gobelins y de Beauvais. Así nació su gusto por los tejidos y materias. Empezó a dibujar siluetas de moda, siguió clases en Bellas Artes y a los 17 años debutó su carrera de modisto en los talleres de Jacques Fath y Elsa Schiaparelli. Con 24 años decidió abrir su propia casa de moda, y su primera colección, constituida casi por completo de piezas separadas, cosechó enseguida un gran éxito en 1952.

La belleza en estado puro

El encuentro en 1953 con Balenciaga fue crucial: «Balenciaga era la arquitectura, la genialidad, la belleza en el estado puro. Me lo enseñó todo», declaraba. En su conversación con este periódico Hubert de Givenchy desveló varias anécdotas del inicio de su amistad, incluida una escapada infantil.

Vistió a Audrey Hepburn («ella me cambió la vida», decía), Jackie Kennedy o Grace Kelly

«De niño yo ya soñaba con Balenciaga. Un día, con 11 o 12 años, sin decir nada a mi madre, decidí que quería conocer a Balenciaga. Cogí el tren, fui a París, llegué a la avenida Georges V, subí en el ascensor y me planté en la puerta de su atelier. Aún no sé cómo logré pasar al salón. Para mí fue un descubrimiento: olía a perfume, había vestidos bellos, clientas, empleadas... ¡Aquello era maravilloso, yo quería vivir ahí! ‘¿Qué quieres?’, me dijo una encargada. Conocer a Balenciaga, respondí. Él no recibe a nadie, me contestaron. Me volví a casa y nunca conté a mi madre lo que había hecho».

De Audrey al Orfeón

Al fin conoció al maestro muchos años después. «Yo ya había realizado mi primera colección y viajé a Nueva York. Me llevaron a un cóctel y alguien me dijo: está Balenciaga. Al final del salón, sentado en un sofá, estaba ahí, solo, con sus gafas. Nos presentaron y empezamos a hablar, durante horas, hasta que nadie quedaba ya en el cóctel y nos invitaron a salir. ‘¿Quedamos mañana para comer?’, me propuso Cristóbal. A las seis de la tarde del día siguiente seguíamos hablando: de su familia, de su padre pescador, de San Sebastián».

«Con 12 años me escapéa París, me colé en Balenciaga y ya supeque esa sería mi pasión»

Otro personaje marcó a Givenchy: Audrey Hepburn, que se convirtió en su amiga y su musa. Se conocieron en 1953 y ella encarnó el estilo Givenchy, «esa elegancia sin ostentación, de fantasía discreta, cómoda sencillez, clásica pero no austera», como fue definida. Givenchy la vistió para la pantalla (‘Sabrina’, ‘Desayuno en Tiffany’s’) y en la vida real. «Estoy atada a Givenchy como las estadounidenses a su psiquiatra», decía ella, y él confesó que la actriz le cambió la vida. También vistió a Jackie Kennedy, Grace Kelly, la duquesa de Windsor o Elizabeth Taylor.

Givenchy marcó una época que termina con su muerte, como ocurrió con Balenciaga con la suya. Visto desde Gipuzkoa el francés será «el amigo de los vascos en París», como se autodefinía cuando venía al País Vasco en reiteradas visitas, tanto a Getaria como a Donostia, donde en 2001, por ejemplo, apadrinó la espectacular muestra de la sala Kubo del Kursaal que repasaba la carrera del costurero guipuzcoano. Givenchy, presidente fundador de la Fundación Balenciaga, tuvo numerosos guiños con Gipuzkoa. Por ejemplo, diseñó desinteresadamente un nuevo uniforme para las coralistas del Orfeón Donostiarra, conformado por una túnica en negro con un gran lazo rosa, que convive con el que también creó en 1964 Cristóbal Balenciaga.

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