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Juan Martínez de Irujo, sentado en un tronco en el exterior del frontón de Imarcoain.
Juan Martínez de Irujo: «Me duele dejar la pelota, he sido feliz en el frontón, pero también es bonito ver crecer la hierba»
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Juan Martínez de Irujo: «Me duele dejar la pelota, he sido feliz en el frontón, pero también es bonito ver crecer la hierba»

El delantero de Ibero, con trece txapelas en su palmarés, habla de su nueva vida tras verse obligado a abandonar la pelota a sus 35 años por una dolencia cardiaca

ENRIQUE ECHAVARREN

Lunes, 5 de junio 2017, 07:57

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La pequeña y tranquila localidad navarra de Imarcoain, a solo diez kilómetros de Pamplona, es el nuevo hábitat de Juan Martínez de Irujo. Rodeado de niños y de excompañeros como Patxi Eugi, Fernando Goñi y Pello Martínez de Eulate, la escuela de pelota Elkar es su refugio. Antes lo fue Ibero, su pueblo natal, donde se forjó un pelotari imposible de clonar. Su corazón ya no le permite volver a sacar, restar, rematar, levantar trofeos, coleccionar txapelas. Ahora es un ciudadano de a pie que afronta el futuro como uno más.

- ¿Recuerda el día cuando le dieron la noticia de que su corazón no le permitía seguir jugando a pelota como profesional?

- Claro que me acuerdo, sobre todo cuando saltó la primera alarma.

- ¿Qué hizo?

- Ponerme a pensar y esperar a las siguientes pruebas médicas.

- Fue en una prueba de esfuerzo.

- Sí, aunque hacía tiempo que no me sometía a una prueba de esfuerzo.

- ¿Se le cayó el mundo encima?

- No, ni mucho menos. Me hicieron más pruebas. Las primeras, en los siguientes quince o veinte días. Luego llegaron más...

- ¿En qué piensa en esos momentos tan duros?

- En muchas cosas. Los resultados varían de una prueba a otra y entonces te entran las dudas.

- ¿Llegó a pensar 'por qué a mí'?

- No, eso sería egoísta por mi parte. Ni a mí ni a nadie tendría que pasarle estas cosas.

- ¿Confiaba en que fuese algo pasajero, puntual?

- Me enteré que a Raúl García, el jugador del Athletic, le habían detectado en julio una cosa parecida y, quieras que no, te agarras a cualquier clavo. Al principio me lo tomé como una lesión más. La esperanza es lo último que se pierde. En la vida hay que luchar por todo.

- ¿Todos los cardiólogos a los que ha acudido han llegado a la misma conclusión?

- Casi todos. He consultado con un montón de médicos, a nivel local, estatal e incluso del extranjero. No quería rendirme. Todos se han portado conmigo de diez. He estado con los mejores especialistas.

- ¿Y cuál fue el diagnóstico?

- Que había riesgo de que peligrara mi vida si seguía jugando al mismo nivel de exigencia que antes.

- Suena muy fuerte...

- Claro, y es muy duro. La pelota no lo es todo en la vida y me duele tener que dejarlo. El otro día un amigo escribía en el periódico que también es bonito ver crecer la hierba.

- ¿Su estado anímico ha sufrido muchas variaciones?

- Claro que he tenido momentos de bajón. A mí no me había pasado una cosa así en la vida y hay que desahogarse, no puedes guardártelo todo dentro. Le das muchas vueltas a la cabeza. Cuando te caes, lo más importante es levantarte otra vez. Hay que ser optimista a pesar de que se acaba todo lo que has hecho hasta ahora. Te cambia la vida. Sin que te lo esperes da un giro de 180 grados. No es solo no jugar, tienes que decir adiós a la rutina del día a día, a entrenar, a cuidarte. He seguido entrenando con menos intensidad hasta el último momento y ahora también sigo.

- ¿Puede hacer vida normal?

- Sí, como cualquier persona. Lo que no puedo practicar son deportes de alta competición. Ahora mismo ni siquiera puedo hacer un sprint. Si hago ejercicio, mi corazón no debe pasar de ciertas pulsaciones. Los médicos me han puesto unas pautas y las sigo a rajatabla.

- ¿Haber hecho público su adiós supone una liberación?

- Sin duda alguna, ya no tengo que ir dando explicaciones a la gente por ahí. Nunca me había planteado qué iba a hacer al dejar la pelota porque soy joven, me quedaban varios años por delante para seguir jugando a buen nivel, pero la vida trae estas cosas. Ha tocado así y hay que admitirlo. No queda otra.

- Leyó en el frontón Labrit un comunicado escrito por usted de puño y letra...

- Un día, después de comer en Ibero, me puse a pensar. Cogí papel y boli y lo escribí de un tirón. Lo hice con el corazón, era lo que sentía. Luego, una persona me lo corrigió.

- Durante todo este tiempo, casi un año, ¿llegó a matar el gusanillo de alguna forma?

- Llegué a tocar pelota, pero solo con la izquierda. La derecha no la tenía bien desde que me rompí el dedo por tres partes en la final del Parejas. Quería estar fino por si volvía a jugar. No solo yo, había mucha gente que pensaba que podría regresar a las canchas.

- La pelota y usted siempre han ido de la mano y ahora sus caminos se separan.

- La pelota ha sido mi vida, mi trabajo. Desde el lunes hasta el domingo. Incluso cuando te vas de vacaciones no desconectas del todo. Ha sido muy duro tener que decir que no, no solo para mí, también para toda la gente que está a mi alrededor.

- ¿Qué echa de menos?

- Muchas cosas, pero sobre todo el contacto con mis compañeros en el frontón y el entrenamiento físico.

- ¿Se va con alguna espina clavada?

- No, pienso que me llevo bien con todo el mundo. He tenido la suerte de jugar a pelota, de vivir de ella, de ganar. Más no puedo pedir. Es ley de vida. Unos vienen y otros van.

- ¿Consuela de alguna manera haber ganado trece txapelas?

- No, ya dije en su día en público que cambiaría todas mis txapelas por seguir en activo. Y lo hice con sinceridad. La pelota no es solo ganar txapelas, es sentir, vivir el día a día.

- ¿Ha soñado poniéndose los pantalones blancos?

- Claro, muchas noches. Los pelotaris siempre hemos soñado jugando algún día sin tacos. Tenía esperanzas de volver a jugar, pero conforme que fueron pasando los días van desapareciendo. Tengo 35 años, una mujer y unas hijas estupendas, una familia espectacular y quiero vivir la vida con ellos. Mi familia ha sido el mejor apoyo para mí. El que mejor lo he aceptado he sido yo.

- ¿Qué siente cuando ve un partido de pelota, ya sea en el frontón o por televisión?

- Depende de qué partido sea. Hubo un periodo de tiempo que veía menos partidos por televisión. Te metes en la piel del pelotari y te dices 'yo haría esto, o lo otro'.

- ¿Le da envidia?

- Mucha, mucha.

- Dirige, junto a sus excompañeros Eugi, Goñi III y Eulate la escuela de pelota Elkar, ¿le sirve como válvula de escape?

- Estoy muy a gusto con los chavales, pero lo que me ha pasado está todavía muy reciente. Constantemente te vienen los recuerdos a la cabeza.

- Una nueva vida plantea muchos interrogantes.

- Ahora mismo lo que más quiero es que llegue el verano para irme unos días de vacaciones con mi familia. A partir de octubre ya veremos lo que hago. Como he estado casi todo el año de baja tampoco he podido trabajar en otra cosa.

- Conociéndole, no le veo tumbado en el sofá todo el día...

- No, eso nunca, no es vida. Cuando estaba en activo sí que me gustaba desconectar una semana y tumbarme a la bartola. He tenido mucho tiempo para pensar todo este año y eso no lo quiero. No hacer nada acaba agobiándote. Acabas pensando que no vales para nada

- ¿Tiene previsto retomar ahora los estudios? En su día dijo que se arrepentía mucho haber dejado de aprender euskera...

- El año pasado me saqué el título de entrenador de pelota, pero no me veo volviendo otra vez a coger los libros. Me arrepiento de no haber estudiado en su día.

- ¿Por dónde ha decidido dirigir su vida a partir de ahora?

- No lo sé, me gustaría seguir vinculado a la pelota de alguna forma.

- ¿Se ve como intendente, seleccionador de material o director técnico de alguna empresa?

- Habría que pensarlo si me llega una oferta, no me importaría. No hace falta que fuese una empresa, también podría ser alguna federación.

- ¿Se siente querido?

- No soy mucho de redes sociales, pero he recibido innumerables muestras de cariño , desde futbolistas hasta políticos. Le estoy agradecido a todo el mundo.

- ¿Aimar Olaizola, su gran rival, también lo ha hecho?

- Sí, cuando hemos coincidido me ha preguntado por mi salud y también me ha enviado algún mensaje. Nos llevamos muy bien. En la pelota somos cuatro.

- ¿La pelota le ha dado lo suficiente como para vivir de rentas?

- He ganado bien, no voy a quejarme, pero no lo suficiente para estar todo el día sentado en el sofá.

- ¿Es consciente del legado que deja en la pelota?

- No le doy mucha importancia a eso. Se ha dicho y escrito que he sido un revolucionario, el mejor o uno de los mejores de una época, pero yo no hago caso a esas cosas. Me considero un afortunado por haber jugado a pelota. Siempre he intentado hacer las cosas de la mejor manera posible.

- ¿Es cierto que las empresas no le querían cuando era aficionado?

- Ni las empresas ni los organizadores de torneos. No me llamaban y cuando lo hacían entraba de suplente. Salía siempre a morder, aunque luego tirara siete u ocho pelotas. Era mi forma de jugar. A unos les gustaba. A otros, no. Incluso me quedé fuera del Mundial que celebró en Pamplona. Inocencio Azpiroz era el seleccionador de trinquete y Fernando Arretxe el de mano. Me quedé fuera tras haberles ganado antes a todos los titulares y suplentes por parejas. Recuerdo que en un torneo le gané a Asier Gartzia, el primo y botillero de Oinatz Bengoetxea. Al final los elegidos fueron Castellanos, Larraia, Okiñena y Navarro. Me llevé un palo muy gordo.

- Pero ya era un pelotari seguido de cerca por las empresas...

- Cuando gané el torneo EL DIARIO VASCO en 2002 me llamaron para entrenar tanto Aspe como Asegarce. Los primeros los hice con Asegarce, luego me llamó Jokin Etxaniz y me decidí por ellos. He aprendido mucho con él todos estos años. Para mí es el mejor técnicamente. Hasta los 28 años nadie me había dicho cómo tenía que entrar de gancho para ser más eficaz. Por esto, por esto y por esto.

- ¿Le ganaría hoy en día?

- Ya lo hice en su día en Bergara. Suelo decirle que fui yo quien le retiré. Era mi segundo partido. Jugué con Eulate ante Jokin y Arroyo II.

- ¿En quién se fijaba más?

- En Titín, me gustaba su forma de jugar. Es el pelotari que más espectáculo ha dado en los cuadros alegres, sin duda alguna. No solo atacando, también defendiendo. Y además con pelota viva. No escondía sus armas. Todo el mundo le hemos visto en el vestuario las rodilleras de voleibol que utilizaba.

- ¿Qué ha supuesto Fernando Vidarte para usted?

- Apostó por mí y gracias a él he podido jugar en profesionales.

- ¿Quién ha hecho más favores al otro?

- Nos hemos dado cosas mutuamente. Muchas veces he jugado con la mano mal. Unas lo he hecho por mí y otras, por la empresa.

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