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Iker Irribarria y Beñat Rezusta, en el suelo del Bizkaia después de un tanto de Aimar Olaizola, que no aparece en la imagen.
Exhibición con despiste
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Exhibición con despiste

Irribarria y Rezusta resuelven rápido su clasificación para la final y su victoria sobre Aimar y Untoria califica también a Bengoetxea VI y Larunbe

JOSEBA LEZETA

Lunes, 27 de marzo 2017, 08:08

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Iker Irribarria y Beñat Rezusta saltaron ayer a la cancha del Bizkaia de Bilbao con los ojos puestos en dos números. El primero era el 10, que significaba el pase a la final. El segundo, el de siempre, el 22, equivalente a la victoria y con efectos colaterales. Alcanzaron ambas cifras para firmar una brillante clasificación para la final del Campeonato de Parejas del domingo 9 de abril en Bilbao, donde jugarán contra Oinatz Bengoetxea y Mikel Larunbe, beneficiados por la decimoquinta victoria de los dos guipuzcoanos en el torneo. El 22-18 sobre Aimar Olaizola y Álvaro Untoria elimina a los perdedores y califica automáticamente al delantero de Lei-tza y el zaguero de Galdakao, segundos en la clasificación de la liguilla de semifinales con dos puntos, a uno de los inabordables líderes.

Irribarria y Rezusta ofrecieron una exhibición que iba camino de ser redonda. Pero incluyó un despiste. El botillero Jon Apezetxea acompañó preocupado a sus pupilos al vestuario en el segundo descanso obligatorio, después de que Olaizola II y Untoria cobraran vida gracias a una tacada de ocho tantos. Buen conocedor del peligro que entraña Aimar, sobre todo vista la mejoría de Untoria, no quería verlos ni en pintura en la final. Estoy convencido.

Los de Asegarce, que necesitaban la victoria para no caer eliminados, habían volteado un 17-10 para tomar la delantera 17-18. Estaban a cuatro tantos de su objetivo. No solo eso. Merced a una pelota más baja que las anteriores habían arrebatado a los rivales la iniciativa en el peloteo.

Perdimos el paradero de Irribarria durante esos ocho tantos. Si hasta el 17-10 había combinado como un maestro su descomunal pegada con la destreza en el remate, durante ese tramo perdió iniciativa y protagonismo. Pasó a manos de un Olaizola II desesperado durante muchos minutos ante la facilidad con la que Rezusta rebasaba sus posiciones de remate. Latigazo va y latigazo viene. La pelota siempre tocada.

Los guipuzcoanos de Aspe llevaban ya un buen rato, desde el 10-3, con el billete para la final en el bolsillo. Posiblemente sin darse cuenta, entraron en una fase de despiste y relajación que se paga a estos niveles. Sobre todo cuando enfrente está una figura cumbre como Aimar dispuesta a colarse por octava vez en una final del Campeonato de Parejas y perseguir así su cuarta txapela en esta competición. Toca esperar.

Irribarria y Rezusta, quienes seguro que han aprendido la lección, regresaron a la cancha espoleados por Apezetxea. Lograron por fin que el tanto entrara en un peloteo largo que Aimar, obligado a aprovechar al máximo sus oportunidades de remate, mandó a botar sobre la línea de contracancha.

Pelota nueva

El cambio de pelota hizo el resto. Los guipuzcoanos sacaron una de mayor salida para reemprender su ataque atrás. Irribarria se había puesto las pilas. Rezusta no desconectó nunca y los adversarios les ayudaron a recuperar el mando y la normalidad con un resto de saque fallido de Untoria y tres fallos de Aimar. Les faltó aplomo en el momento cumbre, cuando parecía que habían hecho lo más complicado. Faltaba lo más difícil, llegar a 22.

Pese a ese despiste, Irribarria y Rezusta transmiten confianza en sí mismos, en su juego y en su pegada. Ver al campeón manomanista gozar el noventa por ciento de sus pelotazos de zurda es un privilegio. El poder de su brazo hace el resto. Su pelotazo siempre viaja lejos. Impone otro ritmo y castiga lo indecible al zaguero contrario.

Si a eso añaden una capacidad rematadora reflejada en diez tantos hechos, incluidos seis de gancho, dos de parada al txoko y uno de volea, convendrán conmigo en que estamos ante un pelotari de primerísima fila a sus 20 años. Si controlara la situación como un veterano... Tampoco le falta mucho para conseguirlo.

Rezusta se ha convertido en un martillo pilón que maneja con una sola mano, la zurda, y dos piernas que le llevan del ocho al dos y del tres al nueve. No para y además adivina las jugadas.

Álvaro Untoria lo dijo con claridad cuando la preguntaron cómo había visto el partido: «Desde atrás». Pues eso.

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