Un punto que puede salir muy caro

Desde allí, acompañado por el doctor José María Urrutia, se fue directo a vestuarios. Tras unos minutos volvió a la cancha, sin que desapareciese la cojera. «Parece que tiene afectado el ligamento lateral interno de la rodilla izquierda, se ha descartado que sea el menisco. Le hemos puesto un vendaje compresor y esperamos que aguante», nos decía el galeno navarro con cara de preocupación. Altuna acabó el partido como pudo.

Apenas podía realizar desplazamientos laterales, solo adelante y atrás. Cuando Urrutikoetxea le forzaba, veía las estrellas. Le dolía al sacar y también al golpear la pelota. Aún así, tiró de amor propio hasta llegar al cartón 22. De nuevo en vestuarios, le aplicaron hielo en la rodilla lesionada. «Ahora mismo no sé ni cómo estoy», señalaba el amezketarra. Saldrá de dudas hoy mismo, después de la resonancia magnética a la que se someterá en la clínica San Miguel de Pamplona. También está citado a las 15.00 en el Atano III de Donostia para separar el material con el que el viernes por la noche se medirá a Artola y Albisu, pero su concurso está en el aire. Es más que seria duda.

Pero las desgracias nunca vienen solas. Abel Barriola también acabó el partido del Beotibar con la derecha tocada. En el tramo final entró a vestuarios para retocarse los tacos y ponerse un poco más de espuma. Su concurso el viernes en Donostia tampoco está garantizado.

¿El partido? Tuvo dos partes bien distintas. En la primera, Altuna III y Barriola se aprovecharon de un comienzo frío de Urrutikoetxea y Beroiz para ponerse con un 3-14 a su favor que parecía definitivo. Dos tantos después, cambió por completo el decorado. Con Altuna cojo y los dos zagueros sin poder quitar pelota al contrario ni dominarse el uno al otro, apareció Urrutikoetxea, que volvía a su posición natural de delantero. El de Zaratamo lo hizo todo bien hasta comprimir el luminoso (16-17), pero no fue suficiente.

Por cierto, el vaso de cristal de donde salió el líquido que provocó la lesión de Altuna acabó roto después en mil pedazos de un pelotazo. No puede volver a ocurrir.