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COLPISA/AFP
Jueves, 4 de febrero 2016, 19:16
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La recta final hacia los Juegos Olímpicos que arrancan en seis meses en Río de Janeiro se ha transformado en una carrera de obstáculos, el último de ellos el brote del virus zika en Brasil vinculado a un fuerte repunte de bebés nacidos con microcefalia. A la polémica por las promesas incumplidas de limpieza de la Bahía de Guanabara para las competiciones de vela, espectacular cuando se la ve de lejos e inmunda de cerca, se ha sumado un fuerte ajuste de cinturón en los gastos olímpicos en medio de la peor recesión en Brasil en décadas.
El megaescándalo de corrupción que desveló el desfalco de la estatal Petrobras ha generado una enorme crisis política que paraliza al país, mientras la presidenta Dilma Rousseff se enfrenta un procedimiento de destitución en el Congreso por maquillaje de las cuentas fiscales. Pese a todo, los organizadores confían en que el entusiasmo y la pasión de los brasileños por el deporte y las bellezas naturales de esta icónica pero caótica ciudad conquistarán al mundo y harán las delicias de fotógrafos y cámaras en la primera cita olímpica en Sudamérica.
Los Juegos «serán una fiesta inolvidable», asegura el director de Comunicaciones del Comité Río-2016, Mario Andrada. «Las instalaciones deportivas están siendo entregadas. Ninguna está especialmente atrasada. Todas están más del 70% preparadas», precisa. Aunque ha habido contratiempos: por atrasos, la alcaldía rompió los contratos con las constructoras que edificaban el Centro de Hípica y de Tenis y busca a otras empresas para terminar las obras.
El Comité Río-2016 no esconde su inquietud por el brote del zika en Brasil, que ha infectado a 1,5 millones de personas y que está vinculado a un aumento de casos de bebés con microcefalia, pero confía en que disminuirá para el día inaugural de los Juegos el 5 de agosto, durante el invierno austral, cuando siempre cae drásticamente la población de mosquitos. El zika, transmitido principalmente por la picadura del mosquito Aedes Aegypti, «preocupa a Río-2016, a la OMS, a todo el mundo, pero estamos seguros de que ganaremos esta batalla y no afectará a los Juegos», dice Andrada.
Los organizadores no planifican «por ahora» aconsejar a las embarazadas que no viajen a Brasil, como han hecho algunos países y el propio jefe de gabinete de Rousseff, pero dicen que seguirán las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud.
Juegos austeros
Río-2016 intenta ahorrar a diestra y siniestra en medio de la crisis económica que ha afectado hasta la venta de sus ingresos en Brasil. Hasta ahora ha vendido 2,7 millones de entradas en el gigante sudamericano de 204 millones de habitantes, la mitad de la cifra prevista y equivalente a un 74% de la meta de recaudación fiscal. El presupuesto operativo de los Juegos, de 1.800 millones de dólares, fue recortado hasta el 20%: los atletas no tendrán televisión en sus cuartos, habrá 50.000 voluntarios -20.000 menos de lo previsto-, se comprarán menos impresoras y se ofrecerá comida brasileña en vez de un menú lujoso a los invitados VIP.
La factura total que incluye la extensión del metro y la construcción de 116 kilómetros de vías exprés de autobús entre las cuatro zonas olímpicas llega a unos 9.500 millones de dólares, contra más de 40.000 millones en Pekín-2010 y 11.600 millones en Londres-2012. Andrada asegura, no obstante, que existe «suficiente presupuesto» para combatir el zika como haga falta, y que con 80.000 policías y militares patrullando las calles de Río -el doble que en los pasados Juegos de Londres-, tampoco se ahorrará en seguridad. «Río será la ciudad más segura del mundo durante los Juegos», asegura el portavoz de Río-2016.
¿Aguas limpias?
Las autoridades admitieron hace meses que será imposible limpiar para los Juegos la Bahía de Guanabara, tarjeta de postal de Río con el Pan de Azúcar a un lado, donde miles de litros de aguas servidas -en gran parte sin tratamiento- desembocan cada minuto. «Tenemos certeza de que los atletas van a competir en aguas que no van a tener ningún riesgo, en aguas limpias», asegura Andrada pese a la promesa incumplida del gobierno estatal de Río de descontaminar al menos el 80% de la bahía.
Y no todos los brasileños están contentos. «A los habitantes de la ciudad no nos importan los Juegos Olímpicos. Nosotros no nos beneficiaremos», dice a la agencia AFP Gopala Miron, una estudiante que manifestó hace pocos días contra los Juegos en el centro de Río.
Como muchos otros activistas, Miron se queja de los desalojos forzados de más de 4.100 familias debido a las obras olímpicas, el alza de precios inmobiliarios que beneficia a un puñado de empresarios, un transporte público insuficiente e ineficaz y un exceso de policías violentos y racistas.
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